Se alejaba de su hogar en su bicicleta. Se sentía preocupado por la idea de dejar a Zefarin sola en su hogar casi todo el día. Antes de cruzar la calle vio una camioneta blanca de la compañía de teléfonos, aminoró la marcha y se alejó solo una calle de dicha camioneta para no ser visto. Ya había visto antes esa camioneta durante varias semanas, en realidad, ya había visto varias camionetas aparcar cerca de su hogar durante varios días, a veces era una compañía de teléfonos, otras de un técnico experto en reparar televisores o incluso una tintorería. No importaba de que tratara el logo, siempre había una camioneta aparcada en un punto en especifico donde se podía vigilar su casa.
Su corazón comenzó a palpitar con más fuerza al ver a tres hombres armados salir de la camioneta. Al parecer no habían reparado en su presencia, por suerte. Billy observó a los hombres armados dirigirse a su casa mientras la camioneta se retiraba a otra parte. Quedándose sin respiración, Billy, supuso que se trataba de unos ladrones o peor… agentes del Gobierno que buscaban a Zefarin para secuestrarla. Se quedó petrificado por el miedo, sabía que tenía que ir a advertirle a su amiga del inminente peligro; pero no podía mover ni un solo musculo. Los hombres se adentraron en su casa sin mucho problema y no paso demasiado tiempo antes de que los sonidos de pelea se escucharan en el interior de su hogar.
- Zefarin- murmuró Billy asustado, sintiendo una lagrima correr por su mejilla ¡Debía hacer algo para ayudar a su amiga! pero ¡¿qué?!
El sonido de disparos se escucho desde donde él estaba. Sus manos temblaban debido al miedo que sentía. La camioneta re apareció al poco tiempo, en realidad había pasado media hora desde que se había retirado, el conductor se bajó del vehículo y corrió a donde estaba su hogar. Los disparos habían cesado. Temiendo lo peor, Billy, rompió a llorar al sentirse impotente. Quizás ellos no habían notado su presencia; pero eso de nada servía si no hacía algo para ayudar a Zefarin, su amiga.
El sonido de pelea había cesado y a los pocos minutos vio como los cuatro hombres se movían con esfuerzo a donde estaba el vehículo ¡llevando a Zefarin consigo inconsciente sujetándola entre los cuatro! La pusieron en el compartimiento trasero, adentrándose al vehículo, cerraron las puertas y emprendieron la marcha. Billy sentía miedo, sentía sus nervios estar al borde del colapso, sentía sus lagrimas correr por sus mejillas y, por sobre todo, sentía impotencia al verse allí parado en lugar de hacer algo, igual de impotente que cuando vio a su madre morir debido a esa horrible enfermedad.
Consciente de lo último, se dijo a sí mismo:
- No… ¡NO! ¡No esta vez! ¡Voy a salvarte amiga! Aunque sea lo último que haga ¡Lo haré!
La camioneta partió y Billy empezó a seguirla con intenciones de detenerlos a cualquier costo.
El vehículo recorría la parte más baja de la ciudad, cerca del barrio de los haitianos. Algunos pandilleros de la zona vieron como un muchacho perseguía a una camioneta de la empresa de teléfonos, el chico pedaleaba con fuerzas y en sus facciones se veía decidido a todo con tal de alcanzar a la camioneta.
- Al parecer alguien está muy cabreado con la compañía de teléfonos- señaló uno de los pandilleros fumando su cigarrillo especial
Sam había llegado a tiempo al trabajo. Debía haber pasado meses desde la última vez que llegó temprano, casi siempre era por sobre la hora o unos dos minutos después de la hora. Por algún motivo su jefe todavía no lo había despedido debido a sus tardanzas; pero si le había recortado el sueldo. Su camisa amarilla con mangas cortas y corbata roja también estaba limpia despues de mucho tiempo de no haberse limpiado debidamente. León Donalson, un Casanova de cabello corto castaño, con un rostro juvenil cuya sonrisa cautivaba tanto a las clientas como también a los clientes, pudo notar ese ligero cambio. Sin embargo, sonriendo, le dijo a su compañero.
- Vaya, al parecer alguien decidió llegar temprano al trabajo
- ¿Lo hice?- preguntó Sam sorprendido ante las bravuconadas de León. La mirada anonadada de aquel pobre diablo hizo que León riese con más fuerza
- ¡Claro que lo hiciste! De todos modos eso no te servirá de nada, ya tengo la primera venta asegurara. El señor Kunder vendrá dentro de unos minutos a comprobar en persona el automóvil por el cual me consulto por teléfono- mostrándole un panfleto amarillo con las fotografías de los autos que ofrecían junto con el precio escrito en rojo, León, añadió- por teléfono se oía muy interesado en concretar dicha venta
- Bien por ti… supongo- lo felicitó con desgano Sam sentándose en su escritorio
- La fuerza de la voluntad y el optimismo Sam- señaló León sonriendo y esbozando una sonrisa que tintineaba como si fuese una caricatura- algo que define a todo ganador. Te lo explicaría; pero no tengo tiempo… lo siento por ti viejo
Sam largo un quejido sordo al oír a ese idiota volver a fanfarronear delante suyo. Todos los malditos días era lo mismo: Leon restregándole su posibilidad de ascender dentro de su trabajo y recordándole a él cuan infeliz, como también miserable, era solo por no poseer las ambiciones necesarias para mejorar su estilo de vida. Quizás lo aquel dandy no se terminaba por enterar era que sus ambiciones iban por otro lado, que sus deseos de progreso estaban en la música, el arte y los espectáculos, no en vender jodidos autos usados… por desgracia, para Sam, aquellas ambiciones ya eran historia. Ahora su motivo de vida corría por otro lado y era velar por el bienestar de su hijo junto con la adquisición de algún polvillo blanco… blanco como el pelaje de Zefarin. Su expresión cambio de cansancio a sorpresa al pensar en aquella criatura que vivía en su casa en ese momento. Solo había pasado un día, o menos que eso, y ella ya le había hecho tres favores muy grandes sin siquiera pedirle algo a cambio. La llegada del señor Kunder lo distrajo por un momento, no había necesidad de saludarlo siquiera porque León se levanto para poder atenderlo debidamente y hablarle de aquel Ford Taunus rojo que estaba en exposición. Al parecer alguien tendría una buena venta esa mañana.
Perseguía con fuerzas la camioneta que daba demasiadas vueltas por todos lados ¿Acaso se sabían descubiertos e intentaban perderlo? Podría ser posible; pero no cedería bajo ningún costo. Podría haber pasado un solo día para Sam; pero para Billy aquel día equivalía a una semana entera donde encontró a una gran amiga que, en muy poco tiempo, los ayudó en lo que pudo y tuvo deseos de mejorar la vida que ambos llevaban. Solo sobre su cadáver la alejarían de él. Billy quería a Zefarin y no importaba si su amistad fue de un solo día o unas horas, para él era lo más importante del mundo y no cedería su intento de rescate hasta haberla salvado.
Solo oía el monologo incesante de León delante de Kunder: ochenta por ciento sobre sus habilidades de vendedor, nueve por ciento de halagos a Kunder, uno por ciento del auto que le estaba vendiendo ¿Se podía ser tan manipulador y arrogante a la vez? Al parecer en el caso de León era posible. Molesto, miró por los ventanales de su negocio solo para observar una camioneta blanca de la compañía telefónica pasar delante del local donde trabajaba y… ¡A su hijo detrás del vehículo persiguiéndolo en su bicicleta!
- ¿Qué carajos?- preguntó Sam, sorprendido, levantando la cabeza seguido de su cuerpo del asiento
El rostro de Billy se mostraba demasiado decidido y consternado, algo en su interior le dijo nada estaba bien; pero dentro de poco estaría peor si no hacia algo al respecto. Dando un salto sobre su escritorio, Sam, corrió a donde estaba el vehículo más cercano que tenía a su alcance.
- Como vera señor Kunder- continuaba con su monologo León, sentado en el Ford rojo con la llave puesta en el contacto- esta belleza solo espera que firme los papeles para que pueda llevárselo, sin embargo me gustaría antes darle una demostración de…
No pudo continuar porque Sam lo tomó de la camisa con todas sus fuerzas para sacarlo del vehículo y sentarse en él encendiendo el motor de un solo movimiento de manos, sin decir nada, hizo marcha atrás y apretó el acelerador rompiendo el vidrio del ventanal, aquel Ford rojo salió despedido del negocio emprendiendo la persecución.
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