—Chicos, este es Kaworu Nagisa, y será su nuevo compañero a partir de hoy.
—Hola, soy Kaworu Nagisa. Un gusto.
Kaworu le dedicó una sonrisa amistosa a los alumnos que lo miraban expectantes desde sus asientos. Shinji estaba sentado en el penúltimo pupitre de la fila que le seguía a la de la ventana. En cuanto sus miradas se encontraron, Shinji se lo quedó viendo, con aparente sorpresa.
—Tonto Shinji, cierra la boca que te entrarán las moscas —le espetó la pelirroja sentada a su lado y su voz se hizo oír por todo el salón.
—Ya déjame en paz, Asuka —respondió Shinji, ruborizado.
La mayoría de alumnos rieron por lo bajo y le dieron miradas fugaces a la pareja. La mujer de vestimenta sugerente que se balanceaba atrás y adelante en la silla del escritorio de los maestros rió junto con ellos.
—Ah, perdona, Nagisa. Puedes sentarte en el asiento desocupado que hay detrás de Shinji. Digo, Ikari —se corrigió.
Varios chicos taladraron a Shinji con la mirada. Kaworu intuía que por la familiaridad con la que la maestra lo había tratado. Si bien él no lograba ver ningún tipo de atractivo en la mujer apellidada Katsuragi, está, por lo general, parecía ser bastante popular entre aquellos que se identificaban con el género masculino.
Kaworu caminó hacia el pupitre que la maestra le había indicado. Cuando pasó por el lado de Shinji, este lo miró de reojo y luego cambió la dirección de su mirada. Kaworu sonrió. Shinji seguía siendo el mismo de siempre y eso lo aliviaba enormemente.
Una vez que las clases de la mañana llegaron a su fin, Kaworu le dirigió la palabra.
—Hola, eres Shinji Ikari, ¿verdad? Lo oí de la maestra —Shinji se volteó hacia él al oír su voz.
—Ho...hola. Así es. El tuyo Kaworu Nagisa, ¿no es así?
—Sí. Puedes llamarme Kaworu. Kaworu está bien.
—Tú también. Quiero decir... llámame Shinji. Shinji también está bien para mí.
Shinji sonrió, bajó la vista y luego volvió a mirarlo con aquellos ojos tímidamente honestos. Kaworu apoyó su mentón en los nudillos para observarlo desde una posición más cómoda y sonrió también, sin proponérselo. Shinji se sonrojó, sin quitarle la mirada de encima.
Él seguía sonrojándose con facilidad. Por supuesto. No había forma de que aquello cambiara. Kaworu lo agradecía, puesto que su gran corazón y la gran sensibilidad que poseía eran dos de las cualidades que Kaworu más amaba de él.
De pronto una figura se cernió sobre ambos. La pelirroja. Shikinami tomó a Shinji por la muñeca y jaló de él obligándolo a levantarse. Shinji se puso de pie a tastabillones.
—¡¡Asuka!! ¡¿Qué haces?!
—Quiero comer y necesito que compres algo por mí. No pienso derramar una sola gota de sudor para conseguir un mísero sandwich, así que tú lo harás por mí en agradecimiento por pasar a tu casa a despertarte todas las mañanas, ¿entendido?
—Yo nunca te he pedido que me... —Shinji dejó su frase a medias y se volteó hacia Kaworu. —Disculpa. Hablamos en otra ocasión, ¿sí?
Shikinami miró a Kaworu con cara de pocos amigos y luego se alejó arrastrando a Shinji con ella. Antes de salir por el umbral, Shinji le sonrió a la chica de cabello azul ubicada en la primera fila de la ventana al pasar cerca de su pupitre. Esta le devolvió una leve sonrisa y cuando Shinji y Shikinami salieron del salón, volvió a enfocar su atención en el libro que estaba leyendo. Kaworu se descubrió intentando reconocer el título por su cubierta, pero Ayanami la llevaba escondida tras una sobrecubierta blanca. Si bien era una costumbre cultural, Kaworu reconocía aquel gesto como un intento de esconder el corazón del resto de las personas.
Ayanami no parecía tener intenciones de almorzar, al igual que Kaworu. Si bien era cierto que a ambos les bastaba consumir una mínima cantidad de alimento para permanecer con vida, de no tener a mano cápsulas vitamínicas específicas, y por ello podían saltarse comidas sin verse afectados, Kaworu esperaba verla un poco menos apática para aquél entonces, y mucho más involucrada con Shinji.
—¿Interesado en Ayanami también, chico nuevo?
Kaworu volteó a su derecha. La voz pertenecía a una chica de cabello rosa tomado en dos medios moños altos que revisaba un dispositivo móvil sentada en su pupitre. Kaworu había estado tan expectante por hablarle a Shinji durante toda la mañana que ni siquiera había reparado en su presencia.
—No te ilusiones, creo que tiene sentimientos hacia Ikari. Una especie de triángulo amoroso con Shikinami. Ya sabes, lo típico -la chica se encogió de hombros mientras tecleaba sin apartar la mirada del aparato que tenía entre las manos.
Kaworu sonrió. Sí que se había dado cuenta de ello. Aunque hace tiempo había dejado de importarle. Su yo de entonces solo deseaba la felicidad de Shinji y no tenía problema con que otros lo amasen de forma paralela y viceversa. Tampoco es que pudiera reprochárselos; Shinji era la persona más "amable" que conocía.
—¿Cómo te llamas? —preguntó Kaworu, algo impensable para una versión pasada de él. ¿Se estaba volviendo más amigable con el paso de las vidas? Tal vez. Aunque sospechaba que tenía más que ver con la sensación de que entre más alejado de sus actitudes y experiencias anteriores se encontrara, más lejos de sus finales trágicos se encontraría. No era miedo a la muerte. Era que si en verdad aquella sería su última vida, prefería prolongarla lo máximo posible y compartirla con Shinji, en lo posible, independiente del tipo de relación que forjaran.
—Kotone Suzunami. Puedes llamarme Kotone.
—Y tú puedes llamarme Kaworu —respondió él.
Kaworu miró el almuerzo intacto que la chica tenía sobre la mesa y luego alternó la mirada hasta su celular. Ella lo miró de reojo y volvió a clavar la mirada en el dispositivo móvil en el que tecleaba aún, enérgicamente.
—¿Te preguntas qué puede ser tan importante para dejar de lado mi almuerzo? Pues yo también me lo pregunto. ¡Estos haters no merecen mi tiempo! Es más, ya terminé con ellos —la chica paró de teclear y puso su dispositivo móvil boca a bajo sobre la mesa, dando por zanjado el asunto. Desenvolvió sus palillos y comenzó a picar su almuerzo, con actitud enfadada.
—¿Ciberacoso? —tanteó Kaworu. Había leído sobre eso. El acoso era una de las causas de suicidio más comunes en Japón. A Kaworu le había costado entender cómo alguien podía querer acabar con su propia vida, que para él significaba una experiencia tan preciada, y había investigado sobre ello en un intento por comprender qué los motivaba a hacerlo.
La chica guardó silencio un momento, mientras masticaba, y, una vez que tragó el bocado, contestó.
—Subo contenido a Itube y tengo muchos seguidores. La gran mayoría son personas maravillosas, pero nunca faltan los haters. Y, adivina. ¡La mayoría de ellos son chicos! No pueden concebir que una chica tan hermosa como yo sea buena o mejor que ellos en los videojuegos y sugieren que me dedique a subir tutoriales de maquillaje en vez de playgames fenomenales, que es lo que strimeo, o hacen comentarios vulgares sobre mis gestos o el movimiento de mis senos ¡De mis senos! Con las excelentes partidas que consigo y la cantidad de bloopers que me suceden. Lo de los tutoriales de maquillaje no estaría mal, ya que también amo maquillarme y es algo que se me da muy bien. Sin embargo, ambas cosas son perfectamente compatibles, ¿sabes? —le espetó, a modo de reproche.
—Ciertamente —respondió Kaworu.
La chica lo miró con los ojos entrecerrados, como evaluándolo. No podía culparla por generalizar de esa manera y hablar a la defensiva con personas del género biológico opuesto, según las experiencias con las que contaba.
Kaworu lo pensó un momento, y luego replicó.
—Creo que no podemos evitar que los demás emitan juicios sobre nosotros, puesto que cada quién posee libre albedrío. Pero así como ellos tienen libertad para intentar herirnos con sus palabras, creo que también nosotros tenemos libertad para decidir si queremos permitir que aquellas palabras se queden reverberando en nuestra cabeza luego. Sé que es algo más fácil de decir, que de hacer, porque he comprobado que los humanos podemos llegar a ser excesivamente crueles, especialmente cuando nos encontramos lastimados. Por eso considero que es admirable que sigas siendo tu misma y continúes mostrando aquello que amas, a pesar de todos los comentarios malintencionados que recibes. Aunque si optaras por no seguir subiendo contenido para cuidar de tu salud mental, tampoco te lo cuestionaría.
A la chica pareció agradarle su reflexión, puesto que se giró en su dirección mientras sostenía su obento.
—Tomaré eso como un cumplido, puesto que esos comentarios no me detendrán. ¿A ti te gustan los videojuegos?
—Nunca he jugado uno.
—¡Eso es imposible! Aceptaría que me dijeras «no, paso de ellos» y aún tendrías posibilidades de ser mi amigo. ¡Pero que me digas que nunca has jugado nada! Con los tiempos que corren. Debemos solucionar eso, y pronto. —La chica pareció pensarlo por un momento, y luego resolvió, apuntándolo con los palillos —Conozco el lugar perfecto para hacerlo.
Kaworu recordó que no tenía que rendirle cuentas a nadie en esa vida, así que contaba con mucho más tiempo libre. Además, sentía la necesidad imperiosa de aprovechar al máximo cada segundo, y vivir experiencias nuevas parecía una buena manera de hacerlo. Por mucho que lo deseara, no podría permanecer cada segundo al lado de Shinji.
—Claro. Suena divertido. Puedo, siempre y cuando no te moleste que lleve un gato conmigo. No me gusta la idea de dejarlo solo en casa si puedo evitarlo. Prometí mantenerlo con vida.
La chica soltó una carcajada.
—Hablas muy raro. Pero me caes bien. El sábado a medio día en la plaza de las lanzas y traes al gato contigo, ¿trato? —resolvió ella, tendiéndole la mano libre.
Kaworu estrechó la mano de la chica en respuesta y así cerraron el acuerdo.
~⚜~
—Shinji, ¿caminamos juntos a casa? —soltó Kaworu, inclinándose hacia adelante para hacerse oír, nada más acabaron las clases.
Shinji se giró y una voz lo apremió a su espalda. Shikinami.
—Lo siento, Kaworu. Tal vez en otra oportunidad.
Kaworu siguió con la mirada a Shinji y Shikinami hasta que abandonaron el salón.
—Creo que no era Ayanami por quién estabas verdaderamente interesado —comentó Kotone, dirigiéndole una mirada cómplice mientras lo observaba desde su pupitre.
Kaworu la miró esbozando una sonrisa triste. Esperaba poder compartir más tiempo Shinji ahora que el mundo parecía estar libre de batallas apocalípticas, pero al parecer se equivocaba; las circunstancias parecían favorecerlo aún menos que antes.
—Vamos, no te desanimes. Tienes todo el tiempo del mundo por delante. Algo haremos al respecto.
—¿Algo? —preguntó Kaworu.
—Ya lo verás. El sábado, después de los videojuegos, pasaremos a otro sitio que ayudará con eso, sin duda.
Kaworu asintió, sonriendo. No sabía a qué podía referirse su nueva amiga, pero sus palabras conseguían reconfortarlo de una manera completamente nueva para él. ¿Así se sentía tener amigos?
—¿Ahora volvamos juntos a casa? Soy la opción que te queda y el juego de biomechas me espera en casa.
—De acuerdo.
Kaworu se puso de pie, tomó su bolso y caminó tras su nueva amiga.
Antes de abandonar el salón, reparó en la presencia de una chica con el cabello atado en dos coletas bajas que permanecía aún sentada en su pupitre ubicado al lado de la puerta delantera. Cuando ambos pasaron por su lado, ella olfateó el aire y sonrió mientras se acomodaba los anteojos. Kaworu trató de hacer memoria, pero no consiguió recordar el rostro de aquella chica de ninguna parte.
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