Shinji siguió al profesor que llevaba a Ayanami en brazos hasta la enfermería ubicada en el cuarto piso del ala norte del colegio. Quiso entrar también, pero la ayudante le pidió que se esperara fuera.
¿Qué le había sucedido a Ayanami? Shinji le estaba pasando el segundo libro que deseaba prestarle después de la clase de deporte cuando ella se desplomó frente a él, sin razón aparente.
Mientras esperaba de pie en el pasillo, a su mente acudió la expresión de sorpresa de la chica seguida del murmullo de agradecimiento cuando él le había obsequiado un obento vegano cocinado por él tan solo dos días antes. Aquella imagen fue reemplazada por la de la chica yaciendo inerte sobre el suelo.
«Ayanami, no quiero perderte».
De pronto el aire comenzó a faltarle. Shinji se acercó a la pared, se apoyó en ella, dejó caer el libro que traía consigo y posteriormente se dejó caer él también, mientras se apretaba la camisa por el pecho con fuerza. Jadeó, desesperado, pero el aire se negó a entrar a sus pulmones. Apoyó una mano el piso y cerró los ojos. La dureza de la pared y la frialdad de la baldosa se tornaban ajenas a medida que un terror violento se apoderaba de él.
—...inji.
Una voz distante.
Luego alguien le dio la vuelta con delicadeza y un par de ojos rojos se abrieron paso en la oscuridad.
¿Ayanami?
No.
¿Era...?
~⚜~
Kaworu divisó a Shinji en el suelo, al lado de la enfermería. El pasillo estaba desierto en aquel momento, por lo que nadie más, aparte de él, que lo había seguido cuando vio lo que había pasado, reparó en que estaba hiperventilando. Corrió hacia él, se hincó a su lado y le dio la vuelta. Shinji entreabrió los ojos y Kaworu tuvo la sensación de lo había reconocido. Kaworu posó su mano en el rostro de Shinji y se acercó lentamente hacia él, dejándose llevar. Shinji entreabrió los labios temblorosos y cogió a Kaworu por la camisa con ambas manos. Kaworu sintió la calidez de su vaho sobre los suyos cuando se encontraba a menos de un palmo de su piel.
«¿Qué haces?». «¡Los chicos no aman a otros chicos!».
«¿Por qué me odias tanto?».
«¡Porque tú haces cosas muy extrañas!».
El fragmento de una realidad alterna irrumpió abrupta en su mente y Kaworu se detuvo de golpe, mientras un razonamiento tomaba forma a partir de él.
En la cultura de Shinji, la interacción amorosa entre dos hombres estaba mal vista y si bien a Kaworu eso le traía sin cuidado puesto que la biología lilin tenía una misma naturaleza, a nivel celestial, los adam no amaban a los lilin. Sus naturalezas contrarias estaban configuradas para destruirse entre sí, y que una de ellas se alzara por sobre la otra. Sin embargo él había ido en contra de todo aquello.
Kaworu cayó en la cuenta de que tal vez esa era la razón por la que cada vez que él entraba en la vida de Shinji, acababa hiriéndolo mucho más que cualquier otro humano, de alguna u otra manera, y con ello hiriéndose también a sí mismo. Cayó en la cuenta de que era muy probable que aquél fuese el motivo que lo condenaba a él a coronar la infelicidad de Shinji vida tras vida.
Kaworu separó su mano del rostro de Shinji, tomó distancia y desvió su mirada hacia la puerta de la enfermería tras la que se encontraba Ayanami.
Rei Ayanami. La primera lilin. La lilin por la cual Shinji había sobrepasado los límites humanos con tal de rescatarla.
Shinji se removió frente a él, trayéndolo de vuelta a la realidad. Kaworu deshizo su agarre con delicadeza, cogió sus manos sudorosas, las entrelazó con las suyas y las presionó levemente. Shinji se estremeció bajo su tacto.
—Shinji, estoy aquí. Mírame. Todo está bien. Respira.
Shinji pareció esforzarse por mantener sus ojos en contacto con los de Kaworu. Este último continúo hablándole unos instantes más hasta que Shinji apretó sus manos en respuesta.
~⚜~
Shinji volvió a situarse en el pasillo de la escuela y su respiración comenzó a normalizarse. De pronto fue consciente del calor que sentía y de que su entrepierna palpitaba. Desvió la mirada de los ojos de Kaworu, avergonzado, y presionó sus manos con más fuerza de la que pretendía.
—Ya me encuentro mucho mejor... gracias —dijo, con un hilo de voz.
~⚜~
Shinji le había agradecido, pero sus manos aún no liberaban las suyas. De hecho parecían sostenerlas con más fuerza todavía. Kaworu sintió una calidez dentro de su pecho y tuvo muchas ganas de llorar, pero se contuvo. No podía dejar que sus sentimientos se desbordaran justo ahí; en ese momento. No todavía, al menos.
De pronto la puerta de la enfermería se abrió. Shinji hizo el ademán de ponerse de pie y Kaworu deshizo en enlace de sus manos para ayudarlo.
—¿Cómo está Ayanami? —preguntó Shinji de inmediato.
—Puedes entrar y preguntárselo tú mismo —respondió la mujer con un lunar sobre la mejilla y de cabello cortado al ras que se asomaba por la puerta. Ritsuko Akagi.
Una vez que Shinji entró, la mujer se quedó viendo a Kaworu un momento, como si tratara de definir si lo había visto antes. Era una expresión a la que Kaworu había conseguido acostumbrarse. Akagi entró tras Shinji, dejando la puerta semiabierta tras de sí para que Kaworu entrara si quería.
Kaworu levantó el libro que había allí donde él y Shinji habían estado poco antes, se acercó al umbral llevándolo consigo y miró al interior de la enfermería.
—Estoy bien —escuchó decir a Ayanami. —Solo fue un desvanecimiento por cansancio. He estado durmiendo poco últimamente, y eso sumado al ejercicio físico me pasó un poco la cuenta, eso es todo.
Kaworu reparó en que la chica tenía las manos cubiertas con parches cuya cantidad se había ido incrementando con el paso de los días. Tal vez aquello tenía relación con su cansancio. Luego observó el panorama completo: Shinji y ella sonreían iluminados por la luz que se filtraba por la ventana. Todo encajaba a la perfección en aquél cuadro. Hombre y mujer: bien para la sociedad lilin. Lilin y lilin: bien para la jerarquía celestial.
Kaworu levantó el libro que acababa de recoger y leyó el título en su cubierta. Esbozó una sonrisa triste, lo dejó sobre un mueble cercano a la puerta dentro de la estancia y se alejó por el pasillo.
El título del libro era «El príncipe feliz».
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