Pequeñas gotas de lluvia caían sobre el colegio mientras Kaworu recorría sus pasillos con las emociones revolviéndose aún en su interior. Las clases habían terminado hace más de media hora y la mayor parte de los alumnos se encontraban ya camino a sus casas.
Kaworu inspeccionó puerta tras puerta hasta que al fin dio con el salón que buscaba: el de música. Giró el pomo y el seguro emitió un chasquido apagado antes de ceder. Como esperaba, encontró el piano al otro lado de la puerta.
Tocó la superficie de su teclado con la yema de los dedos y esbozó una sonrisa melancólica. Se sentó en el banco y sus manos buscaron de forma intuitiva los acordes que daban vida a la melodía que ocupaba su mente en aquel momento.
«Quatre Mains».
Al inicio, tocó con pulcritud. Recordaba cada nota y cada tiempo a la perfección. Sin embargo, a medida que avanzaba, la ausencia de las notas que había compuesto Shinji se hacía cada vez más insoportable, por lo que la fuerza y el ritmo con que Kaworu tocaba comenzó a intensificarse.
Las notas galopaban una tras otra, ansiosas, en una búsqueda desesperada por las que faltaban mientras una furiosa tormenta se desataba en el exterior. El viento y la lluvia azotaban las ventanas de forma violenta mientras la música inundaba el salón y hacía estremecer hasta la última célula del cuerpo de Kaworu. Cuando este ejecutó la última nota, sus manos temblaban y sus ojos estaban al borde de las lágrimas.
Entonces, Kaworu encorvó la espalda, puso sus manos sobre su rostro y lloró. Primero lo hizo en silencio, pero pronto sus lágrimas se transformaron en llanto y el llanto, a su vez, en sollozo.
Y luego vino el silencio.
Después del silencio, Kaworu se limpió las lágrimas y abandonó el salón.
~⚜~
Kaworu caminó a casa con la mirada perdida en el mundo vacío y gris que lo rodeaba. Si bien la lluvia había amainado para entonces, el llanto lo había dejado drenado y ahora sostenía el paraguas sin fuerzas, por lo que cada gota que lo golpeaba, por minúscula que fuera, amenazaba con arrebatárselo de las manos.
Kaworu creyó haber escuchado su nombre a lo lejos y se detuvo. ¿Su mente lo engañaba? Era posible. Reanudó el paso.
—¡Kaworu!, ¡espera un momento!
Kaworu se detuvo otra vez y volteó. Tardó un momento en asimilar lo que veía. Se giró despacio, como si algún movimiento brusco pudiese disipar, de alguna manera, aquella escena: Shinji jadeando frente a él, completamente empapado.
—¿Shinji? ¿Qué haces bajo la lluvia?
—Estuve buscándote después de lo que pasó afuera de la enfermería para agradecerte, pero no logré encontrarte por ningún lado. Luego escuché el sonido del piano y algo me dijo que podías ser tú, pero cuando llegué al salón de música, este estaba vacío.
Kaworu se había acercado a Shinji mientras este hablaba y ahora estaba junto a él prestándole cobijo bajo su paraguas.
—Esto... gracias —le dijo, mirándolo a los ojos, mientras su pecho aún subía y bajaba, agitado.
—De nada —respondió Kaworu, sonriendo. —¿Caminamos juntos a casa?
—Claro.
~⚜~
—¿Eras tú el que tocaba?
—Sí.
—¿Te gusta mucho la música, verdad?
Kaworu sintió que aquella era más una afirmación que una pregunta.
—¿Por qué lo dices?
—No entiendo mucho de música... pero tu interpretación logró conmoverme de algún modo.
Kaworu guardó silencio un momento y luego asintió.
—Me gusta. Al punto de considerarla lo mejor que ha creado la humanidad, seguido de cerca por la literatura.
—Ya veo.
—¿Y a ti?
—También. Sobre todo la clásica... por eso me llamó tanto la melodía que estabas tocando.
—¿Te gustó?
—Sí... Aunque me hizo sentir mucha soledad y tristeza.
En ese momento ambos llegaron a la casa donde se estaba alojando Kaworu, por lo que este se detuvo y Shinji lo imitó. A Kaworu le hubiese gustado no haber recorrido un trecho tan largo antes de que Shinji lo alcanzara.
—Todos estamos solos en este mundo y la gente siempre siente dolor en su corazón. El corazón es fácil de lastimar, por eso es doloroso vivir —soltó Kaworu.
Shinji lo miró sorprendido.
—Tu corazón, en particular, es frágil como el cristal.
—¿El mío?
—Sí. Tú eres...
Kaworu había cogido una de las manos de Shinji con su mano libre y la sostenía con delicadeza. Cuando su mirada se encontró con su rostro expectante y ruborizado, se dio cuenta de lo que estaba haciendo y paró.
«Tú eres... un lilin y yo un impostor», acabó en su mente. Posó la mano de Shinji en el puño del paraguas y por un instante la rodeó con ambas manos mientras la lluvia continuaba cayendo copiosa a su alrededor.
—Disculpa. Yo me separo en este punto. Puedes quedarte con el paraguas; tengo otro en casa.
Shinji lo observó, descolocado.
—Hasta pronto, Shinji Ikari.
Kaworu no se quedó a escuchar su respuesta. Soltó su mano y entró a la casa en la que vivía lo más rápido que pudo. Cuando cerró la puerta principal tras de sí, se apoyó en esta por algunos instantes y luego se arrastró por su superficie hasta quedar sentado en el piso. Toda la confianza en sí mismo que había poseído antes, ya no era más que un eco de un pasado cuya verdad subyacente se había negado a reconocer... hasta ahora.
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