Shinji permaneció un instante de pie sujetando el paraguas bajo la lluvia. Luego aferró el puño de este con fuerza y se encaminó a su casa.
¿Qué había sido eso? Esa sensación de estar compartiendo algo tan íntimo con aquel chico que a penas conocía. ¿Qué lo había hecho correr bajo la lluvia a su encuentro, en primer lugar? Podría haberle agradecido al día siguiente. De todas maneras, ahora no podía evitar preguntarse por qué él había terminado la conversación de forma tan abrupta; parecía haber quedado en mitad de algo importante. Shinji se miró la mano libre y un calor le subió por las mejillas al recordar el tacto de sus manos contra las suyas. ¿Por qué Kaworu lo hacía sentir de esa manera? Era similar a lo que le hacían sentir Asuka y Ayanami en ciertas ocasiones...
...pero ellas eran chicas.
Sacudió la cabeza de lado a lado. Seguramente estaba confundiendo las cosas. Inhaló profundo y exhaló una nube de vaho que se disolvió en la atmósfera húmeda.
~⚜~
Shinji entró al departamento que compartía con su padre calado hasta los huesos. Dejó los zapatos y los calcetines en el recibidor junto al paraguas y se adentró por el pasillo.
—¿Padre?
No sabía por qué seguía llamándolo al llegar a casa. Revisó el comedor y posteriormente la cocina, por si acaso. Sobre la mesa de esta última divisó un sobre y un trozo de papel doblado que no estaban allí por la mañana. Se acercó y tomó la nota.
«Seguiré fuera por algún tiempo.
G.».
Shinji apretó los dientes y revisó el contenido del sobre, sin levantarlo.
Dinero.
Lo lanzó al piso de un manotazo. Después arrugó el papel que aún tenía en la mano y lo arrojó al basurero, sin atinarle.
Desde que su madre había desaparecido hace seis años, su padre pasaba cada vez menos tiempo en casa, pero nunca había tardado tanto en volver como esta vez. No lo había visto desde hace casi dos semanas, y el fin de semana pasado había dejado de enviarle mensajes. Ahora regresaba cuando él no estaba y le dejaba una nota que decía que seguiría fuera por más tiempo junto a un sobre con dinero, como si este último compensara su ausencia de algún modo.
—¡Te odio! —susurró.
Permaneció de pie por un momento, con los hombros temblorosos y la cabeza inclinada. Cuando se tranquilizó, fue a su habitación por ropa seca y entró a la ducha. Al acabar, metió la ropa mojada a la lavadora y se dirigió a su habitación. Una vez allí, cerró la puerta y se tendió sobre la cama sin encender la luz.
Afuera seguía lloviendo. Si bien el sonido acompasado de la lluvia le resultaba placentero, sabía que los pensamientos desagradables no tardarían en llegar, así que estiró la mano y buscó a tientas su reproductor de música en la mesa de noche. Cuando dio con él, se colocó los audífonos y le dio a «reproducir». La pista veintisiete comenzó a sonar. Shinji le bajó un poco el volumen para poder seguir escuchando la lluvia de fondo y cerró los ojos.
Su mente evocó el rostro de Ayanami iluminado por la luz del sol. Shinji sintió cómo una calidez se expandía en su pecho al verla sonreír. Sonrió también. Después, la imagen de Ayanami se difuminó y fue reemplazada por...
La de Kaworu.
Kaworu también sonreía, pero él lo hacía en un entorno gris. Pudo percibir un dolor punzante escondido tras aquella sonrisa y Shinji se entristeció.
Mientras se giraba en la cama, el Kaworu de su imaginación entrelazó sus manos suaves y delicadas con las suyas y se acercó a él. La respiración de Shinji se aceleró.
Y entonces el Kaworu de su imaginación lo besó.
E introdujo la lengua dentro de su boca.
Shinji entreabrió los labios y se llevó una mano bajo el pantalón mientras la lengua suave y húmeda del chico lo recorría por dentro. Tomó su pene y comenzó a frotarlo con un deseo demandante. Se entregó al movimiento firme y constante de su mano mientras presionaba su rostro contra la almohada.
Kaworu se separó de él por un instante. Luego volvió a fundir su lengua contra la suya en un beso aún más intenso.
—Ah... Ka... woru —jadeó.
«—Shinji».
La voz del chico resonó profunda y nítida en su mente. Shinji deseó fundirse por completo en ella... en él.
Se tumbó boca abajo, agitado. Se separó de la cama con la mano libre, se puso de rodillas y reanudó el movimiento, incrementando su velocidad.
—Nh... ah... ahh.
Kaworu lo tomó por la nuca con una mano mientras sus lenguas continuaban acariciándose y con la otra recorrió su cuerpo bajando por la espalda. Se detuvo en sus glúteos y lo atrajo hacia él desde ahí.
Shinji dejó escapar un gemido.
—Nnhhh... ¡Ahh!
~⚜~
Se dejó caer sin fuerzas sobre la cama mientras su cuerpo aún desprendía un calor espeso.
¡Acababa de masturbarse mientras pensaba en un chico! Y no cualquier chico, sino uno que acaba de conocer hace menos de una semana. Hundió su rostro en la almohada, avergonzado. Aunque no tan avergonzado como las veces en que lo había hecho pensando en Asuka. En esta oportunidad se había sentido mucho más a gusto en comparación, probablemente porque, para él, Kaworu no era más que un desconocido. Sin embargo ahora, después de haberse venido, se sentía mucho más vulnerable, a su vez. Shinji se hizo un ovillo y de pronto, un coro dramático se alzó, distante.
La pista veintiocho.
Shinji se estremeció y abrió los ojos de par en par. Se fue alejando lentamente de la melodía de la novena sinfonía de Beethoven que se colaba a través de uno de los auriculares que tenía cerca y visualizó a Kaworu sentado sobre una estatua con alas. Este le dedicó una sonrisa triste y, de un momento a otro, fue violentamente decapitado. Su cabeza cayó al mar, salpicándolo todo de rojo. Cuando bajó la mirada, sus manos temblorosas se alzaron cubiertas de sangre.
Shinji se incorporó de un salto con la respiración entrecortada, tomó el reproductor y lo lanzó al piso. Cuando el aparato impactó contra la baldosa, el sonido de la música se detuvo. Shinji se llevó una mano a la cabeza, se apretujó el cabello con ella y se abrazó las rodillas con la otra en medio de la oscuridad.
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