—Deja de ser una cría.—murmuro manteniendo el cigarro en mi boca. Rueda los ojos y saca las llaves del apartamento introduciéndolas en la puerta. —¿Desde cuando yo, he permitido que tengas las llaves de MI apartamento?—la tomo de la muñeca fuertemente, reprocha.
—¡No has cambiado una mierda!—exclama zafándose de mi agarre y luego se soba la muñeca. Se hace a un lado y sonrío mientras le doy una gran calada a mi cigarro antes de pasar primero que ella.
Hogar dulce hogar.
—Segal.—con lo primero que me encuentro al bajar las escaleras es con Michael sentado en uno de mis sofás.
—Ahora se apoderan de mis cosas.—mascullo. Michael esboza una sonrisa y se levanta, sonrío igual y nos damos un apretón de manos y un abrazo.
—Hacías falta. —dice, encojo lo hombros. —¿Las palabras disminuyeron ahora?—cuestiona con burla, vuelvo a sonreír y cuando Clae llega a la sala, le miro molesto.
—Fuera.—ordeno recostándome en uno de los sofás para seguir fumando mi cigarro tranquilamente.
—Hey Segal, las cosas aquí han cambiado.—Michael parece defenderla, frunzo el ceño.
—Debes respetarla.
—Y esa puta debe respetar mi espacio.—suelto molesto.
—¡BASTA!—grita Michael antes de que pueda contestarle. —Clae, déjanos un momento a solas.—pide seriamente, ella sólo asiente, me fulmina con la mirada una vez más y sale de la sala. —No tienes idea de cuanto ha trabajado todo este tiempo, Grant.
—Me sabe a mierda.—tiro la colilla al suelo.
—Tómate el tiempo que quieras para incorporarte, no puedes comenzar tan pronto, sal, toma, tírate a unas cuantas mujeres y cuando estés listo en uno o dos meses volverás al trabajo.
—Necesito volver ya, Michael, la cárcel me ha consumido como no tienes idea.
—Entonces déjame matarla a ella, nadie se enterara, lo prometo.—sonrío pero el no para de mirarme seriamente.
—Si no, no seguiría siendo mi trabajo.—encojo los hombros. Sonríe. —¿Qué sabes de Sarkozy?—cuestiono encendiendo otro cigarrillo, tanto tiempo sin fumar me ha vuelto loco.
—Ha hablado en las noticias informando que hoy sales.—aquello me hace sonreír.
—Le haré una pequeña e inesperada visita.
—¡Ni se te ocurra esa tan estúpida idea!
—Oh vamos, sólo diré hola.
—Acabas de salir Grant, joder, no hagas que te metan de nuevo.
—Pero si somos amigos.—me defiendo.
—Grant Segal, nunca cambia.—mueve su cabeza de un lado a otro y sonrío una vez más.
Beth
—¡YEAH!
Estamos bailando en medio de la pista de un bar gay, Sergio se ha encontrado con un chico y parecen muy felices, y yo sólo me siento lo suficientemente ebria como para pasarla bien. Río fuertemente al ver a Sergio bailando y dándole un sorbo a mi trago me vuelvo a la mesa. Tomo el bolso, y chequeo mi movil, son las once. Hago una mueca, la estoy pasando bien pero quiero conseguir a alguien con quien distraerme. Me dirijo hacia Sergio y le toco el hombro.
—¡Vamos bonita, muéstranos tus movimientos!—dice agarrándome de la mano y me da una vuelta, sólo río.
—Vale, entiendo, es tu turno.—dice sonriendo y encojo los hombros en forma de disculpa. Se separa un poco para decirle algo al otro chico, el asiente y luego se acercan de nuevo a mi. —¡Vamos!—dice Sergio teniendo al chico agarrado de la mano, sonrío y camino hacia la salida. Me siguen. Llegamos al estacionamiento, abro el auto y me tambaleo un poco antes de poder entrar para manejar.
—Bonita, Leo puede manejar si quieres.—me dice Sergio, sólo asiento y le lanzo las llaves.
Las toma y entramos al auto, colocamos la música a todo volumen, «Wiggle de Jason Derulo ft. Snoop Dogg» suena en la radio y cantamos como si estuviésemos en un concierto.
Minutos después hemos llegado a Cirqus, uno de los mejores clubs nocturnos. Hay una enorme fila para entrar pero lo resuelvo sacando mi tarjeta VIP y sonriéndole al portero. El club esta repleto. Subimos al área VIP, pedimos unos tragos y empezamos a bailar al ritmo de la música. Sergio se divierte con su pareja y yo de vez en cuando bailo con ellos.
Me alejo y me recuesto sobre la baranda, táctica de atracción. Le doy un sorbo a mi cóctel y empiezo a mirar como la gente baila. Alguien se recuesta sobre la baranda a mi lado y sonrío orgullosa. Al voltearme veo a un chico de cabello castaño y unos ojos del mismo color, vistiendo una camisa azul cielo y un pantalón beis. Hm, aprobado.
—Seria lindo bailar ahí,¿no?—dice de pronto sacándome de mis pensamientos.
—¿Disculpa?—me acerco.
—Que seria lindo bailar contigo.—dice sonriendo y le miro confundida pero a la vez sonrío.
—Soy Beth.—extiendo mi mano.
—Oh vale, no pareces un asesino.—sonrío encogiendo los hombros. Ríe, pero que linda risa.
—¿Bailas, Beth?—pregunta en mi oído tocando mi cintura con una de sus manos, sólo asiento y toma mi mano dirigiéndonos hacia el centro.
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