Christian pasó el resto del día recordándola sin parar. No pudo concentrarse en el trabajo en lo absoluto y estaba seguro que todos en la oficina lo habían notado, él era una persona perfeccionista y estricta, así que verlo perder el tiempo y soñar despierto definitivamente era algo nuevo digno de convertirse en un chisme. Los que se daban cuenta de su trance le preguntaban que le pasaba, pero él no quiso responderle a ninguno. No había manera de que le dijera a sus amigos que el problema era que no podía parar de pensar en una mujer a la que ni siquiera conocía y a la que había visto únicamente por un par de minutos. Seguramente se reirían de él, pero eso no cambiaría el hecho de que era la verdad.
Simplemente no podía sacarse ni aquellos ojos ni aquella sonrisa de la cabeza, no podía dejar de pensar en ella y con cada minuto que pasaba se arrepentía cada vez más de no haberle pedido su número ni nada. Se preguntó si tomaría siempre el metro a la misma hora, en el mismo lugar y si era posible que se la encontrara otro día de la misma manera, sabía que necesitaría mucha suerte para ello, pero no perdía la ilusión.
Al final decidió que comenzaría a tomar el metro todas las mañanas a esa misma hora con la esperanza de poder verla, aunque sea una vez más. Quizás podría volvérsela a encontrar en algún momento si era persistente, por más improbable y difícil que fuera no se rendiría sin antes intentarlo y no desistiría tan fácilmente en su búsqueda. No sabía nada de ella, ni su edad, ni su apellido y mucho menos sabía a qué se dedicaba, por eso mismo las ganas de volverla a ver y tener la oportunidad de conocerla eran aún más fuertes. Al menos más fuertes que sus miedos e inseguridades.
Por supuesto, odiaba la idea de tener que tomar el tren todas las mañanas, pero sentía que tenía que arriesgarse y que se arrepentiría durante el resto de su vida si no lo hacía.
Más decidido que nunca, Christian tomó el metro los siguientes dos días sin tener resultados alentadores, incluso llegaba mucho más temprano de lo necesario y se iba unos metros después de lo que debería sólo para ver si se la encontraba por casualidad. Aún entre la agobiante multitud la buscaba con la mirada sin descanso y caminaba de un lado al otro del andén para asegurase de que no estuviera allí, lo último que quería era no ser capaz de verla entre el cúmulo de personas y perder la oportunidad de hablarle una vez más. No importaba cuánto buscara ni cuánto esperara, no fue capaz de verla, pero a pesar de que no aparecía decidió que la seguiría buscando por lo menos unos días más antes de darse por vencido.
Finalmente, durante el tercer día de su búsqueda exhaustiva, la vio y en el instante en que sus ojos la encontraron aguantó la respiración. Estaba tan hermosa y distraída como la primera vez que la había visto.
Todo ocurrió muy rápido, mientras Christian esperaba el metro ya resignado y listo para irse, la vislumbró bajando torpemente por las escaleras a la par que leía un libro. Suspiró ante la vista, sin poder evitar sonreír con alivio y júbilo. Mientras caminaba en su dirección se preguntó si la muchacha no sabía lo peligroso que podía ser hacer ese tipo de cosas en un lugar como ese.
Ni siquiera había terminado de pensarlo cuando ya estaba ocurriendo.
Justo cuando la chica se encontraba a mitad del recorrido, el tren llegó y el mar de gente que se encontraba bajando las escaleras comenzó a correr y empujar violentamente a quienes estuvieran al frente para poder bajar más rápido y llegar a subirse al vagón. Obviamente arremetieron contra su pequeño cuerpo también, el cual no estaba preparado para tal salvajismo, y aun cuando hizo su mejor esfuerzo por seguirles el ritmo y bajar rápidamente no pudo lograrlo.
Cuando estaba por bajar los dos últimos escalones tropezó con el pie de alguien y sus piernas se doblaron y flaquearon. Soltó un grito y estuvo a punto de irse de boca contra el piso cuando repentinamente, y de la manera fugaz posible, sintió como alguien la agarraba firmemente de ambos brazos, a la altura de los codos, y la sostenía con fuerza para evitar que su cabeza y torso chocaran contra el piso. Del miedo, ella también se había aferrado instintivamente a la tela de la camisa de la persona que ágilmente acababa de atraparla.
Se quejó un poco ante el dolor en sus piernas, las cuales se habían doblado muy bruscamente, y segundos después quien la sujetaba la haló con cuidado hacia arriba para ayudarla a reincorporarse y ponerse de pie.
— ¿Estás bien?— le preguntó muy preocupado mientras la soltaba y la revisaba rápidamente con la mirada.
Notó de inmediato que se había raspado un poco la parte delantera de las pantorrillas con el borde de las escaleras y frunció un poco el ceño al ver sus piernas temblar.
— Sí, gracias.
Aun respirando agitadamente por el susto, levantó un poco el rostro y le sonrió con alivio, finalmente soltando el agarre sobre su camisa. Sin embargo, sus ojos no parecieron reconocerle y eso lo entristeció al instante. Por lo que podía ver, ella ya no lo recordaba aun cuando él no había podido dejar de pensar en ella ni por un segundo.
El metro ya se había marchado y con él la persona que la había hecho caer, quien ni siquiera se disculpó o al menos se interesó por ella en lo absoluto. Pudo haberle pasado algo y esa persona ni se enteraría.
Mientras la veía sacudirse el sucio de los pantalones, notó que el libro que llevaba anteriormente en sus manos había desaparecido. Recogiendo su maletín del suelo, pues lo había soltado para atraparla, lo buscó con la mirada a los alrededores y lo vio a un par de metros de ellos. Fue a recogerlo y se lo regresó.
— Toma, se te cayó esto.
— Ah— sorprendida lo tomó y lo examinó un poco para ver si se encontraba en buen estado. Lo habían pisado un poco y estaba algo sucio, pero de resto estaba bien. Realmente agradecida, le sonrió abiertamente—. Gracias, no me había dado cuenta.
— De nada.
Christian quería devolverle la sonrisa, pero no le salió tan bien como le hubiera gustado. No podía negar que se sentía decepcionado y triste aun cuando ella se encontraba sonriéndole tan radiantemente.
De repente, su sonrisa desapareció y notó como la chica comenzó a mirarlo de una manera algo extraña mientras arrugaba un poco el entrecejo. Esto lo puso nervioso, al instante sintió que comenzaban a sudarle las manos de nuevo y no precisamente debido al calor infernal que hacía en el lugar.
— Disculpa..., ¿te conozco de algún lado?— preguntó rato después, tras haberlo examinado meticulosamente en silencio. El chico se le hacía bastante familiar aunque no sabía bien por qué.
Apenas logró salir de su sorpresa inicial ante tan inesperada pregunta, una sonrisa triste se extendió en sus labios. Lo sabía, no lo recordaba. Para ella no significaba nada lo que había sucedido días atrás aun cuando para él lo había significado todo.
— Sí, de hecho, nos vimos por aquí hace unos días— explicó suavemente sin apartar sus ojos de ella, cuánto más la veía más se sentía prendado por ella, era una sensación extraña que cada vez lo hacía pensar con más vigor que aquella tontería del amor a primera vista sí existía.
— ¡Oh!— exclamó, aparentemente sorprendida, y por la expresión tan graciosa que había en su rostro Christian supuso que había recordado algo—. ¡Ya me acuerdo! Eres el chico de la otra vez.
Bueno, al menos sí lo recordaba vagamente en algún lugar de su mente. Ese pensamiento lo animó y lo hizo sonreír un poco.
— Sí, soy Christian— volvió a presentarse, era obvio que ella no recordaba su nombre—. Tú eres Daniela, ¿no?
Trató de sonar casual, como quien sólo pregunta para confirmar, pero la verdad es que dudaba que alguna vez fuera capaz de olvidar su nombre por el simple hecho de ser suyo.
— Así es— asintió suavemente con una pequeña sonrisa y, poco después, el sonido de los rieles chillar se hizo presente—. Vamos, ya va a llegar el metro.
Luego de asentir levemente a su indicación, caminó con ella hasta el borde y no tuvieron que esperar mucho antes de que el tren se detuviera frente a ellos y abriera sus puertas. Nuevamente lucharon para entrar y él, una vez más, la arrastró al interior mientras se abría paso a través de la multitud como podía. Esta vez quedaron los dos apretados justo en medio del vagón; él estiró el brazo por encima de su cabeza y se sostuvo del techo mientras que ella, demasiado tranquila a pesar de no tener de donde sujetarse, siguió con su libro con total normalidad.
El metro avanzó de manera abrupta y de inmediato se detuvo con violencia, todos en el interior del vagón fueron sacudidos ante el brusco movimiento. Claramente Daniela no pudo mantenerse firme tampoco y trastabilló, precipitándose hacia un lado, justo donde Christian estaba. Por instinto se sujetó de su brazo para no caerse y, accidentalmente, todo su peso se apoyó sobre el pie de él. Christian hizo una mueca debido al tremendo pisotón que la chica le había propinado sin querer, pero no le dijo nada, al contrario. Con su mano libre agarró con suavidad el brazo femenino que se aferraba a él para brindarle más soporte.
— Ay, perdón— se disculpó de inmediato, súper apenada y quitando su pie rápidamente. Sin embargo, no lo soltó, al contario. Una vez que el metro comenzó a avanzar irregularmente de nuevo, se sujetó a su cuerpo con más fuerza.
— Tranquila— le sonrió reconfortantemente para calmarla y ella, con una sonrisa apenada, regresó a su libro.
Mientras ella leía él se dedicó a observar su perfil. Realmente deseaba preguntarle muchas cosas, se moría por conocerla más. Quería saber que le gustaba, que tanto leía, que música escuchaba, quería saber cada detalle de ella, pero a su vez también deseaba saber dónde y qué estudiaba (si es que lo hacía), cuáles eran sus horarios para saber cuándo podría verla, entre otras cosas, pero no se atrevía. No quería sonar atrevido ni asustarla, lo último que deseaba era hacerla pensar que pertenecía a una de esas horribles bandas de criminales y que su intención era secuestrarla para traficar sus órganos o algo peor.
Soltando un suave suspiro, se resignó a quedarse con sus dudas. Al menos había sido capaz de verla una vez más y ya sabía que podía volver a encontrarla en el futuro si la buscaba. Ni siquiera le importaba que nunca se acordara de él, la verdad es que cuando la vio bajar las escaleras su corazón dio un brinco de júbilo tan grande que consideraba que valía la pena esa pequeña decepción con tal de volver a sentirse de esa manera. Dudaba que algo como eso pudiera romper esa emoción tan intensa que florecía en su interior cada vez que la veía.
Llegaron rápidamente a la estación Altamira, su punto de separación, y tras ayudarla a bajar y evitar que la empujaran tanto en las escalares justo como había hecho la última vez, caminaron juntos hasta el mismo lugar y se separaron en el mismo punto, cada uno dirigiéndose a una salida diferente.
Él pensó que ella nuevamente se iría de largo, pero al parecer Daniela recordó que hasta ahí llegaba su trayecto en común porque se dirigió a él brevemente, alegrándolo un poco.
— Adiós, chico— se despidió rápidamente, agitando un poco la mano antes de darse la vuelta y comenzar a caminar.
— Adiós.
Nuevamente se despidió en un suspiro a pesar de que ella ya se había alejado bastante de él. Igual que aquella vez, sus ojos la siguieron sin que pudiera evitarlo, totalmente hipnotizado por su silueta y su cabello ondeante; y únicamente fue capaz de seguir su camino cuando su cuerpo finalmente desapareció de su línea de visión, perdiéndose en el mar de gente y las peligrosas calles de la ciudad de Caracas.
Aún a pesar de todo, aún a pesar de que ella no le había reconocido al verlo nuevamente ese día, en su corazón ya había tomado una decisión. Quería verla, tanto como fuera posible. Sabía que nunca podría sacarse ni esos ojos brillantes, ni esa sonrisa dulce de la cabeza. Aun si ella no sabía que estaba allí, aun si no le prestaba atención, a él no le importaba. Solo quería estar ahí con ella y acompañarla siempre que pudiera.
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