Miila acompañó a Dana en silencio, la mujer sentía la mano de la niña temblando al sostenerla.
—No hay nada que temer, mi niña— Le dijo para tranquilizarla.
La pequeña asintió con la cabeza, caminaron por un corredor unos segundos, al fondo se veía la luz de exterior entrando por la parte de arriba, al final del corredor había una habitación ventilada y con una enorme ventana en el techo por donde se veía el cielo.
—Es pequeño, pero aquí es donde cultivo las plantas y las flores con las que preparo mis medicinas— Dijo orgullosa Dana soltando la mano de Miila y haciendo un ademán para mostrar el lugar.
Miila corrió dentro de la habitación, emocionada y observando de cerca todas las flores que estaban a su alcance, su confianza y comportamiento inquieto empezaban a reflejarse nuevamente.
Aksa por su parte, se mantenía lejos de los marineros, que peleaban unos con otros en forma de entrenamiento, concentrada ponía atención en sus movimientos y en el chocar de sus armas.
— ¿Quieres intentarlo? — Se acercó Pabión dándole una palmada en la espalda —Ahora que formas parte de mi tripulación y eres la rival de mi hijo, es necesario enseñarte a pelear apropiadamente—
Aksa no dijo nada, luego de mirar a Pabión decirle eso, regresó su mirada hacia los peleadores.
—Vamos a buscarte un buen maestro— Agregó el capitán pidiéndole que lo siguiera.
Ambos se colocaron en el centro de los combates, a su alrededor los marineros caían y se levantaban, la adrenalina se percibía en el ambiente.
—Todos aquí estuvimos solos en algún momento, Aksa, igual que ustedes dos. Ahora estamos aquí haciéndonos fuertes todos juntos y peleando para sobrevivir—
De la nada, Markus se abalanzó sobre Aksa, empujándola y haciéndola caer de espaldas encima de un hombre que estaba recargado en la pared.
— ¡Muévete, idiota! — Le gritó el hombre quitándosela de encima. Molesta, Aksa se impulsó con la fuerza del hombre para responderle a Markus empujándolo de regreso.
Nuevamente los niños empezaron a pelear frente a Pabión, quien esta vez intervino tomando a Aksa de la parte trasera de su túnica, alzándola fuera del alcance de Markus.
—Lo siento, Karhu— Se disculpó el capitán aun sosteniendo a Aksa —Dana adoptó a un par de niñas y no pude negarme—
El hombre se puso de pie, tomando su espada mantuvo su postura seria —No tengo problema con eso, sólo no me molesten cuando estoy meditando— Respondió alejándose para recargarse en otra pared más alejada de ellos.
—Markus, debes tener más cuidado de donde enfrentas a Aksa. Karhu estaba de buen humor hoy pero es impredecible como estará la próxima vez —Dijo Pabión colocando a Aksa de vuelta en el suelo.
— ¡¿Dónde está mi futura esposa?! — Insistió Markus señalando a Aksa con su espada.
Ambos se quedaron viendo con bastante enojo, aunque Aksa no comprendía muy bien las cosas, el tono que el niño usaba para preguntarle por su compañera no le agradaba y le provocaba molestia.
—Tranquilízate, la otra niña está con Dana, ahora concéntrate en el entrenamiento y regresa con tu maestro— Le dijo el capitán a su hijo.
Durante el resto del día, Miila y Aksa aprendieron junto a Dana y Pabión, reuniéndose de nuevo al caer la noche para cenar con la tripulación y posteriormente regresar a su habitación.
— ¿Mañana iremos de nuevo a ver las flores? — Le preguntó emocionada Miila a la hechicera que la preparaba para dormir.
—Claro que sí, iremos todos los días, te enseñaré a hacer todo lo que yo sé hacer ¿Te gustaría eso? — Le dijo.
— ¡Sí! — Gritó con bastante alegría, parecía haber vuelto a ser la de antes.
— ¡Aksa, voy a aprender a hacer medicinas y así podré curarte cuando te lastimes! — Se dirigió con una sonrisa a su compañera que estaba a un lado también preparándose para dormir.
Aksa sonrió a medias, como intentando no demostrar que estaba pensando en algo, la mujer notó esto y caminó hacia su lado de la cama para preguntarle que le pasaba.
— ¿Qué te sucede? ¿Te lastimaste en el entrenamiento? ¿Fueron muy rudos contigo? — Le preguntó con un semblante inquieto que Miila compartió acercándose también a ella.
— ¿Qué significa “esposa”? — Le preguntó Aksa bastante confundida a Dana.
La mujer retrocedió un poco pues la pregunta la tomó por sorpresa, buscando las palabras adecuadas se rascó la mejilla.
—Una esposa… una esposa es una mujer que se mantiene al lado de su pareja con la promesa de amarse y cuidarse por el resto de sus vidas—
Miila saltó de la cama al escucharla — ¡Yo también sé que es una esposa! ¡Mamá era la esposa de papá! ¡Ella nos cuidaba y cuando papá regresaba se abrazaban y besaban! — Mientras decía esas palabras, la niña parecía imaginarse a sí misma en el futuro junto a una silueta que representaba no saber quién sería su pareja.
—Sí, es verdad, los esposos se demuestran cariño, Miila, es algo muy lindo— Le respondió Dana mostrando un leve sonrojo.
Mientras ellas comentaban contentas sobre el tema, Aksa parecía cada vez más incómoda al escucharlas, sin decir nada, levantó la sábana y salió de la cama dirigiéndose a la puerta.
— ¿Aksa, a dónde vas? — Le gritó Miila intentando seguirla, Dana la detuvo pidiéndole que la dejara sola un momento.
—Ustedes son muy diferentes, deja que se calme un poco, seguro sabe cómo regresar, tranquila, tú debes dormir ya que mañana tenemos mucho que hacer—
Luego de que Dana salió de la habitación, Miila se cubrió con la sábana hasta la altura de la nariz, mirando hacia la puerta con esperanza de que Aksa entrara de vuelta.
Por su parte, Aksa caminaba molesta sin rumbo por el barco, deteniéndose a observar el interminable mar a su alrededor, las estrellas y la luna se reflejaban en el agua y el sonido del barco navegando era como una melodía tranquilizante.
La calma y quietud se vieron interrumpidas por el sonido de una hoja cortando el aire a unos metros de distancia, en el lugar donde durante la tarde los marineros entrenaron.
La curiosidad de Aksa la hizo averiguar qué pasaba, escondiéndose entre las cajas de madera que trasladaban armas y equipo, se escabulló para ver de cerca, encontrándose al hombre que le había gritado por culpa de Markus agitando su espada y realizando movimientos de combate al ritmo de las olas.
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