Luego de observar por unos momentos, Aksa no pudo evitar perderse en el movimiento de la espada. La hoja parecía hipnotizarla, sin pensarlo, sacó su daga y comenzó a imitarlo.
Al inicio con movimientos torpes, poco a poco sus sombras comenzaron a sincronizarse en el suelo, a pesar de su tamaño, la daga danzaba a la par de la espada del guerrero, llegando a cortar el viento en varias ocasiones.
El tiempo pasó, la luna ya había recorrido parte del cielo y se encontraba en su punto de esplendor máximo, para entonces, Aksa imitaba casi a la par los movimientos de Karhu.
— ¡¿Qué estás haciendo?!— Gritó el hombre bastante molesto a la niña, sacándola de su concentración — ¡Vete a dormir y déjame entrenar tranquilo! —
Aksa se quedó callada, mirándolo fijamente, sus ojos brillaron reflejando la luz de la luna. Dando un paso hacia atrás, comenzó a hacer los movimientos que había aprendido durante ese momento.
Karhu se quedó observándola unos segundos, notando que lo hacía bastante bien, sin embargo, lanzándole un golpe trató de interrumpirla, siendo sorprendido por la habilidad que ella le demostró esquivándolo.
Ambos se quedaron viendo en silencio por un momento, el guerrero guardó su espada y se alejó sin decir nada. Aksa hizo lo mismo guardando su daga.
Al no escuchar los pasos de la niña, Karhu comprendió el significado del actuar de Aksa.
— ¡Entréneme por favor! — Le gritó.
El hombre se detuvo sin dejar de darle la espalda, también sentía inquietud hacia ella.
—Entreno durante la noche porque me concentro mejor y estoy solo, durante el día medito luego de tomar una taza de té— Le respondió continuando su camino hacia la proa.
Aksa lo miró alejarse y regresó a la habitación, colocando su daga a un lado de la cama, levantó la sábana para deslizarse en silencio.
Al sentir que Aksa había regresado, Miila extendió los brazos para buscar a su compañera, Aksa correspondió su abrazo y ambas se acomodaron para finalmente descansar tras un día ajetreado.
—No dejaré que seas la esposa de Markus— Murmuró acurrucándose.
La mañana siguiente, Aksa se despertó temprano, despertando a Miila al intentar separarse de ella.
— ¡Aksa! — Exclamó emocionada lanzándose encima al verla incorporarse — ¿Ya no estás enojada conmigo? — Le preguntó con una expresión preocupada.
—No, no estoy enojada contigo— Respondió sonriendo levemente.
Las niñas se abrazaron un momento, era algo que acostumbraban hacer dado que Miila era demasiado expresiva, esa actitud había hecho que los ánimos de Aksa subieran de nuevo, aunque parecía pensativa, su humor había mejorado desde la noche anterior.
—Escuché que están despiertas ¿Quieren desayunar ya? — Entró Dana a saludarlas cargando una bandeja con comida.
Aksa salió de la cama y se dirigió a Dana, llamando su atención.
—Quiero que me enseñes a hacer te— Le dijo con su característico tono serio.
Miila saltó de la cama hasta el suelo bastante emocionada — ¡Yo también quiero aprender a hacerlo! — Gritó provocando que Dana se riera ante su actitud tan enérgica y tierna.
—Está bien, pero para eso debo enseñarles a elegir las hojas para hacer te— Les dijo.
Luego de comer, las niñas salieron de la habitación caminando detrás de Dana como un par de patos siguiendo a su madre rumbo al jardín, pasando delante de varios marineros que les hicieron cumplidos amistosos para saludarlas, poco a poco los tripulantes se hacían a la idea de que ahora tenían dos nuevas integrantes en el barco.
—Bueno, Aksa ¿Qué té te gustaría aprender a preparar? — Preguntó Dana señalando los recipientes de las cuales podrían tomar hojas secas.
—Quiero preparar el té que le gustar al señor Karhu— Afirmó Aksa con determinación.
Miila se acercó curiosa, picándole la mejilla con el dedo — ¿Quién es el señor Karhu? —
—Karhu es el mejor guerrero después de Pabión, podría decirse que es el segundo al mando ¿Por qué quieres aprender a hacer ese té? — Dijo la hechicera.
Aksa bajó la mirada por unos segundos y volvió su vista hacia adelante —Por que ayer lo molesté cuando estaba meditando—
Con esa razón como motivo suficiente, la mujer sacó un par de hojas de menta, sentándose en el suelo tomó una bandeja pequeña hecha de barro y una piedra para mostrarles como pulverizar las hojas y posteriormente preparar la infusión.
Karhu había pensado toda la noche en su encuentro con Aksa, su instinto le indicaba que había algo especial en ella, repasando una y otra vez lo ocurrido hacía unas horas, tomó su espada y salió del dormitorio.
Se le conocía por ser un hombre bastante serio y de pocas palabras, algunos incluso lo habían tachado de engreído, sin embargo Karhu sólo era demasiado tranquilo, su formación le había enseñado a ser disciplinado con sus emociones y mostrar sólo lo necesario de ellas según la situación.
Al dirigirse al lugar donde acostumbraba sentarse a meditar, unos pequeños pasos lo hicieron abrir los ojos para encontrarse a Aksa delante de él, sosteniendo un par de tazas de té en las manos.
Por su parte, Markus estaba listo para comenzar su entrenamiento, sin embargo estaba empeñado en encontrarse a solas con Miila, quien ya se encontraba con Dana llevando sus respectivas lecciones. Sin saber esto se dirigió a la habitación donde las niñas dormían e intentó abrir la puerta pero fue sorprendido por uno de los marineros.
—Si buscas a tu novia está por allá, príncipe— Dijo señalando una dirección.
El niño corrió a prisa, topándose con Karhu y Aksa sentados en silencio uno al lado del otro, ambos con una taza de té enfrente.
— ¿Aksa? — Preguntó enfadado — ¡No! ¿Dónde está la otra niña? —
Aksa abrió los ojos, al intentar ponerse de pie, enfadada por la presencia de Markus, Karhu la empujó hacia atrás para regresarla a su postura de meditación.
—No te he dado permiso de levantarte. Quédate ahí— Le dijo con una voz autoritaria.
Pabión se acercó al ver la situación, sorprendiéndose de la escena.
— ¿¡Karhu!? ¡Viejo oso oxidado! —Exclamó en tono de broma —Jamás hubiera imaginado que el pequeño remolino te robara el corazón tan rápido—
—Cállate, lobo de mar. No toleraré que tu hijo interrumpa nuestra tranquilidad—
Pabión abrió los ojos de asombro — ¿Dijiste “nuestra”? ósea que oficialmente Aksa es—
—Esta niña es mi aprendiz— Respondió terminando la frase —Ahora déjanos en paz—.
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