CAPITULO 1: UNA NUEVA OPORTUNIDAD
Había anochecido en la ciudad de Miami. Colocando una vela en la mesa de su cocina junto con dos platos de color morado claro, casi rosa, Sam esperó a que Billy se fuese a dormir junto con su nueva amiga y de ese modo poder hacer el tributo anual a su amada y difunta esposa. Lo hacia todos los días veinte del mes de Junio, desde haría tres años. Podría haber estado hasta el culo de drogas; pero su cerebro no estaba tan frito todavía como para olvidar la fecha en la que su esposa murió. Solo hacía de cuenta que no la recordaba con intenciones de que Billy si la olvidase. De nada le servía a un niño pequeño el lamentarse de esa forma por una persona que apenas si recordaba. Si solo fuese tan fácil para Sam como lo era para Billy. Cada día, cada semana, mes y año la extrañaba. No era sencillo el poder seguir adelante sin la persona que lo alentaba cada día a seguir peleando por los sueños. Sirviendo un poco de estofado, en ambos platos, se quedaba a ver el lugar vacio de la mesa donde alguna vez estuvo aquella maravillosa mujer que fue su esposa. No comía nada ni bebía nada, solo… se quedaba allí sentado viendo el vacío; pero muy en lo profundo de su corazón deseaba que un día de algún año, fuese cual fuese, la imagen de su esposa retomase aquel asiento vacío. Aunque fuese su espectro, no le importaba. Al hacer dicha acción, Sam, creía que podría verla bajo la luz de las velas otra vez. Sin embargo, en ese momento, solo veía un asiento vacío junto con dos platos llenos de comida que se iba enfriando conforme pasaban los minutos. Bajando la vista, por un minuto, se dio cuenta de que no pasaría nada esa noche ni las consiguientes. Decidió quedarse un solo minuto allí para despedirse de la memoria de su esposa y retirarse a dormir.
- Hola- lo saludaron tomándolo por sorpresa. Sam alzó la vista otra vez encontrándose a Zefarin delante suyo tomando asiento y sonriéndole- ¿esperas a alguien para cenar?
- No… es solo… no lo entenderías- le respondió Sam largando un suspiro de pesar
- Ayúdame a entenderlo- le pidió Zefarin con una sonrisa amorosa
- Creo que con todo lo vivido hoy, es una especie de suerte que no me haya olvidado del aniversario de la muerte de mi esposa- le contestó Sam esbozando una sonrisa que emanaba tristeza antes que alegría
- ¿Sucedió hoy?- preguntó Zefarin sorprendida y apenada
- Si… hace unos dos o tres años atrás, en realidad ni yo o mi pequeño llevamos la cuenta y prefiero que él olvide el día en particular- suspiró Sam con pesar- solo deseo que recuerde sus días hermosos, no los feos
- Lo entiendo- sonrió Zefarin con ternura y añadió- y lo lamento, supongo que esto que haces es un modo de recordarla ¿verdad?
- Algo así- sonrió Sam nuevamente; pero, lejos de dar pena, ahora daba un poco de ternura
- ¿Deseas que me retire?- le preguntó Zefarin con un tono tan tierno que obligó a Sam a decir
- ¡No, espera!- con un tono casi amargo le pidió- por favor, quédate… no deseo estar solo esta noche amiga… deseo hablar contigo
- ¿Sobre qué?- le preguntó Zefarin con un tono amoroso
- Sobre lo sucedido hoy. Quería darte las gracias, fue muy valiente el enfrentar a los oficiales de policía por mí y para proteger nuestro hogar
- Solo hice lo que tenía que hacer, los defensores de Yume no pueden quedarse de brazos cruzados esperando a que dañen a sus seres queridos o a sus preciadas pertenencias… como esa hermosa guitarra que tienes allí guardada- le susurró Zefarin dándole un pequeño guiño con su ojo azul violáceo
- Mi vieja amiga… hace muchos años que no la utilizo a pesar de que la limpio todos los días
- ¿Sabes tocar la guitarra?- preguntó Zefarin sonriendo y Sam le respondió
- Si… antes, hace muchos años atrás… la deje de tocar después de que…- bajando la cabeza dejó que sus lagrimas fluyeran libremente sobre su rostro
- Lo siento, no deseaba amargarte así Sam- le respondió Zefarin bajando de la silla y acercándose a donde estaba su amigo
- Está bien… Zefarin… no es tu… culpa… yo… es que no puedo superarlo- lloró Sam a lo que Zefarin, acariciando su pierna, le respondió
- Quizás no sea necesario que lo hagas. Tú la amabas y, por lo visto, ella también. Tratar de salir adelante tras dichas pérdidas no siempre es fácil, no siempre es rápido; pero puedes lograrlo. Yo creo que tienes la fuerza interna para conseguirlo- al ver que Sam la veía con una sonrisa y el brillo de sus ojos lloroso se reflejaba con la luz de las velas, Zefarin añadió- además de que en este momento tienes otra oportunidad, al ya no tener que hacer aquello que no te gustaba, puedes tratar otra vez con aquello que si querías hacer
- No es tan fácil amiga… yo…
- Prometo ayudarte Sam- le respondió Zefarin con un tono amoroso y de gran convicción- no estás solo en esto, ni ahora, ni nunca
Sam no añadió nada más y rompió a llorar. Zefarin se subió a su cuerpo con intenciones de abrazarlo, Sam le respondió a su abrazo con otro. Ambos estuvieron abrazados mientras la luz de las velas los iluminaba en aquella oscura y tierna noche de esperanzas.
La sala era oscura y el enorme diamante de color rojo, tan resplandeciente como el fuego, iluminaba aquel tétrico lugar. Cerca del resplandor rojizo, se agrupaban varios individuos con túnicas negras, cuyos rostros eran tapados por sus capuchas oscuras. Un anciano de barba larga y cabello igual de largo, llevando una túnica verde con un peto rojizo con figuras negras que eran escrituras extrañas y casi ideográficas, se poso frente a al diamante rojizo. Levantando un cetro dorado, aquel resplandor reflejaba sus ojos carentes de pupilas y su extraño sombrero redondo y largo, casi de chimenea, sus finos bigotes se mantenían quietos mientras aquel anciano sacerdote emitía las palabras que iniciaban la ceremonia
- ¡Sukie Danai Karu!
- Sukie Danai Karu- repitieron los demás miembros de dicha secta
El diamante rojo, que se mantenía flotando dentro de un tubo de luz azul, comenzó a brillar con más fuerza que antes y, en las sombras, se oyó la voz de la temible Kuroi Akumu
- Mis hijos de la noche, me alegra poder sentir sus energías del mal cerca mío una vez mas
- Salve gran Kuroi Akumu- le habló el sacerdote con un tono ceremonial- todos hemos asistido tal y como querías
- Me alegra oírlo- rió Kuroi desde aquel cristal rojizo- la razón por la que los he convocado se debe a que una gran y temible enemiga mía se encuentra en su mundo, se llama Zefarin y, al igual que yo, es una Yukí poderosa. Sin embargo en un mundo donde ustedes dominan, ella apenas si les es un desafío
- ¿Que desea que hagamos gran Kuroi?- le preguntó el sacerdote bajando su cabeza en señal de reverencia
- Deseo que la maten, a ella junto a cualquier aliado que posean- les respondió Kuroi usando un tono más amenazador
- Entonces así será- afirmó el sacerdote con determinación, viendo a los hombres que lo rodeaban, preguntó con dureza- ¿Quien desea ser el elegido para tal misión?
- Yo lo hare alteza- les respondió un pequeño que se movió entre las sombras, su piel azulada no dejaba dudas de quien se trataba
- Esta no es tarea para un mago tan poderoso como usted Joven Blau Modro- le respondió aquel Sacerdote sintiéndose molesto ante la presencia de aquel poderoso mago de aspecto infantil y piel azul
- ¿Debo recordarte que es gracias a mi que ustedes no tienen problemas con la Sociedad De Los Magos? Ellos suelen ser muy celosos con sus juguetes. Yo, en cambio, me gusta mucho la idea de compartir con los demás la diversión- les respondió Blau Modro quitándose la capucha, mostrando el rostro de un niño pequeño de cabello negro corto con una piel azul tan fuerte que parecía estar muerto por asfixia. Sus ojos negros estaban empezando a tomar un fuerte rojo debido a su poder mágico, parecía que estaba a punto de dar otra demostración de su fuerza con el sacerdote de Kuroi cuando ella les respondió
- Espera mi estimado sacerdote Émo. Creo que podemos confiar en un Mago cuyo poder es tan grande que pudo sobrevivir al hechizo final de su contrincante y fingir su muerte durante siglos engañando hasta a los suyos- con un tono más agradable, Kuroi, exclamó- ¡Te concedo el honor de cumplir esta misión Blau! Pero te advierto que si me fallas, esta vez sí morirás de verdad
- No fallaré mi señora- la saludó Blau haciéndole una reverencia retirándose de allí.
El resto le siguió mientras el Cristal Rojo dejaba de brillar, la reunión había terminado.
La luz anaranjada del sol de la mañana iluminó su blanco rostro. Mirando por la ventana del comedor de aquella casa rodante, Zefarin contemplaba su nuevo hogar y podía ver que aun le faltaba demasiadas mejoras; pero la anaranjada luz del alba le mostraba cuan cerca estaba de volver dicho lugar a ser un hogar y dejar de ser un basurero. Su cuerpo ovalado adquiría mayor brillo ante los rayos solares. Dando una fuerte aspiración, Zefarin, se colocó su delantal blanco y comenzó a trabajar en la mejora de su nueva casa. No poseía una aspiradora; pero, moviendo sus dedos, logró crear pequeños remolinos que sacaban con rapidez el polvo que se amontonaba en las esquinas. Sosteniendo un trapo, en la otra pata, lo paso por los muebles dejándolos brillantes. Con su propia cola esponjosa quito los restos de tierra o suciedad y usando la luz de su Zafiro quito las manchas en un santiamén. Al finalizar, se puso a preparar el desayuno para sus dos amigos a quienes empezaba a querer un poco más que antes.
El olor a comida inundó las habitaciones de Sam y Billy, quienes sonreían con sus ojos todavía cerrados. El sonido del arroz cocinándose en la sartén fue más que suficiente para que padre e hijo se despertaran dispuestos a empezar un nuevo día.
Lo primero que olio fue el suave aroma de la comida seguido de la voz cantarina femenina de Zefarin; pero Billy no la identificó con su amiga al principio, sino con la suave voz de su madre. Por un momento, uno demasiado corto y largo a la vez, se permitió creer que todo lo que ocurría en su vida era un sueño, una pesadilla muy vivida; pero pesadilla al fin y al cabo. Que su madre seguía viva y continuaba a su lado, cocinando el desayuno mientras cantaba alguna canción que su padre habría compuesto. Que al despertar ella lo abrazaría y le daría un beso en la mejilla mientras le daba los buenos días y después de desayunar se quedaría a su lado mientras el pequeño Billy, de tan solo seis años de edad, veía la televisión. Su padre se levantaría al poco tiempo para abrazarla y continuar con su práctica antes de ir a trabajar en la fábrica de automóviles. Seguirían ambos juntos entre tanto mirando la televisión y riendo con inocencia hasta llegada la noche cuando…
Los recuerdos de todo lo ocurrido llegaron antes que el verdadero sueño continuase camino. Su madre estaba muerta y no volvería de la tumba para cocinarles, su padre no continuaba en la fábrica, ahora ni siquiera tenía trabajo; pero por lo menos no se seguía drogando, al menos eso era lo que Billy esperaba. Una leve lágrima se escapó de su ojo y rodo por su mejilla. Aun manteniendo los ojos cerrados, Billy, quiso secársela; pero alguien se le adelantó y, con un solo movimiento, secó su pequeña lagrima. Abriendo los ojos, aun llorosos, Billy vio por un solo, un simple e incluso minúsculo, minuto, la silueta de una mujer adulta similar a la de su madre; pero cuando la vista se clarificó solo pudo encontrarse con Zefarin quien lo veía con una expresión de dulzura
- Buenos dias- lo saludó Zefarin con su sonrisa amorosa, usando una voz más tierna le preguntó- ¿te encuentras bien?
- Si- le respondió Billy logrando recuperar sus fuerzas internas para no llorar- solo fue una basura en el ojo, nada mas
- Mi Zafiro sintió que estabas triste por algún motivo- le explicó Zefarin viendo como su amigo se levantaba de la cama restregándose los ojos- vine a ver si te encontrabas bien
- Solo un poco cansado, el día de ayer fue muy movido amiga- le explicó Billy recomponiéndose casi de inmediato, queriendo cambiar el tema de la conversación le dijo- huele muy bien, ¿Qué preparaste?
- Un poco de arroz cocinado en un aceite delicioso- le contestó Zefarin con un tono amoroso, cerrando los ojos añadió adquiriendo una expresión divertida exclamó- ¡Un autentico manjar! ¡Yummi!
- Parece que les gusta mucho el arroz en tu tierra natal, Zefarin- rió Billy saliendo de la cama
- Es nuestra dieta principal después de las frutas y verduras, no solemos comer carne como los demás seres de este mundo- le explicó Zefarin sonriendo
- ¿Acaso en tu mundo son vegetarianos, amiga?- le preguntó Billy de forma curiosa y ella le respondió
- No, para nada, también podemos consumir carne si lo deseamos… solo que preferimos no hacerlo… veras, nosotros tenemos la idea de que el consumir los restos de un ser vivo es algo similar al canibalismo. No quiere decir que en caso de una emergencia no lo haríamos, solo que… preferimos otras opciones- sus mejillas se sonrojaron al decirle aquello y Billy, esbozando una sonrisa, le respondió
- Entonces vamos a comer aquella delicia que preparaste amiga
- ¡Yumi, Yumi, Yo!- exclamó Zefarin en señal de alegría
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