Sus manos estaban temblorosas. La respiración era agitada y el peso de aquella guitarra era más grande de lo que recordaba; pero Sam no podía saber a la perfección si aquello que sentía en ese momento era miedo, nervios o una alegría tan grande que su entusiasmo lo hacía temblar por completo. Sentado en el sofá cama, con aquella hermosa guitarra eléctrica en sus manos. Trató de tocar un pequeño acorde que término en un ruido tan fuerte y desafinado que rompió un vaso de vidrio cercano a donde él estaba sentado.
- ¡Mierda!- murmuró Sam molesto- no sé si pueda lograrlo, hace años que no practico
- Debe ser como las bicicletas papi- lo alentó Billy entusiasmado- una vez que lo aprendes nunca se olvida
- Intentaré cantar algo, solo sigue el ritmo de mi voz- le indicó Zefarin levantando su pata con cuatro dedos esponjosos- a la una, a las dos y …
Sin tener que continuar con su conteo, ella tarareó una canción de su tierra, cuya sinfonía era fácil de seguir para Sam. Colocando sus dedos en las cuerdas de guitarra comenzó a tocar aquella hermosa sinfonía. Zefarin solo se encargó de cantar en su idioma natal, cuyos significados no eran entendibles para Sam; pero el idioma musical le era un perfecto traductor. La canción parecía hablar del amor, del valor, de la importancia de nunca rendirse en la vida y como el camino fácil era la perdición; pero aquel camino más difícil, más duro así como también mejor recompensado era: el pelear por lo que creías, por lo que más soñabas y jamás bajar los brazos. Aun si la vida te golpeaba tú seguirías de pie hasta el último round porque la verdadera victoria no estaba en lograr lo que uno anhelaba sino en jamás haberse rendido y haberlo conseguido en base al verdadero esfuerzo. La esperanza no solo nacía en los corazones sino que esta se mantenía trabajando con esmero en el interior. Jamás rendirse, jamás recurrir al camino fácil, la fortaleza del espíritu estaba en la perseverancia y la fe en uno mismo.
- Yumi Yumi Yo- cantó Zefarin con aquella voz que, para Sam y Billy, sonaba angelical. Aquella frase fue la que mas repitió en su canto, al punto de que padre e hijo creían que era algo más que una exclamación, significaba algo más. La pregunta era: ¿Qué?
La canción finalizo y Sam pudo sentir su verdadera pasión gritar en aquellas notas debido a que había renacido en un gran acorde.
La noche no tardaría en caer en su pequeña mansión ubicada en las Bahamas. La luz del sol no lo dañaba tanto como si otro tipo de ataques, en especial los mágicos. Sin embargo el daño que más podía sufrir y contra el cual no tenia ningún medio de defensa posible era el emocional. Viendo el sol anaranjado alejándose por el horizonte en dirección al océano, Blau cerró sus cortinas. Quería estar a solas, algo gracioso considerando que él se encontraba solo en todo momento. Sus esbirros solo eran asesinas que lo servían por ser un mago muy poderoso. Su aspecto infantil era solo eso, una forma física que ocultaba lo que él era en realidad: Un Monstruo con más de mil años. Siendo el hijo de un Mago junto con una mortal, mitad humano y mitad mago cuyo poder lo permitía ser joven toda su vida; pero no inmortal. Rodeado de asesinos que cumplirían sus caprichos a la primera oportunidad. Recordaba su verdadera juventud, cuando si tenía ocho años y no que fingía tenerlos. Sus padres eran cualquier cosa menos padres para Blau. Los deseos de poder del conde Modro lo obligaban a abandonarlo mientras peleaba al lado de otros magos con las intenciones de controlar aquel mundo donde las ratas humanas creían tener poder sobre él, esa era la ilusión mágica, el acto de presdistigitacion: que los humanos creyeran que decidían sobre su vida.
Blau crecía sintiéndose constantemente solo debido a que, para su madre, él era un monstruo, una abominación engendrada por medio del engaño en su retorcido cuento de hadas. No la culpaba, su padre nunca le dijo quien era en realidad cuando la cortejaba. Su piel azul era algo casi genético que sus poderes, aun en su máximo estado, no podían ocultar. Al no tener a nadie que se preocupase por él o que siquiera le diese un poco de cariño, Blau entendió que el único modo de ser tratado en la vida era por medio del respeto junto al miedo. Aprovechando aquella soledad constante, se pasaba horas y horas en la biblioteca de su padre sin que nadie le dijera nada por temor a su ira. Aprendió a leer por su cuenta, le costó mucho lograrlo; pero lo hizo. Aprendió la magia por sus propios medios fortaleciéndose a cada día, cada semana, cada mes y cada año hasta que logró convertirse en uno de los magos más poderosos que pudiese existir dentro de aquel reino. Tal era su poder que decidió mantener su niñez de forma voluntaria. Cuando su padre regresó, se encontraba bajo una ebriedad pocas veces vistas ante él, mirándolo más como un pobre infeliz con poderes regalados antes que adquiridos, decidió confrontarlo al ver que estaba golpeando a su madre debido a una discusión que poco o nada le importaba. Tras desafiarlo, su padre, se rió asegurando que era solo un niño tonto que merecía una golpiza, dicho pensamiento se terminó cuando vio todo su poder al punto de que aquel mago estaba aterrorizado al ver que su hijo poseía un gran manejo de su magia junto al control de varios hechizos que ni siquiera él mismo pudo controlar en su juventud.
Usando todo su poder, Blau, pudo matar a su padre. Su madre, en lugar de agradecerle por haber salvado su vida, corrió de aquel lugar pidiendo ayuda, llamándolo un monstruo antes que un héroe. Sorprendido y molesto ante tal acto, Blau desató esa ira oculta hacia su madre largando un hechizo contra ella. A medida que corría pidiendo auxilio, gritando que la salvaran de aquel monstruo, su bella madre se convertía en un monstruo para los demás y de forma literal, no metafórica. Antes de saber que sucedía, su madre no corría huyendo de su hijo sino de los campesinos que buscaban matarla debido a su horrendo aspecto. No paso mucho tiempo antes de que la pudiesen alcanzar y lograran lincharla.
Después de aquello, Blau fue el amo y señor de todo su reino, viviendo en soledad durante más de un siglo. Hasta que un día… los recuerdos podrían traicionarlo y siendo un ser que había vivido más de una vida humana, entonces aquellos recuerdos eran tan dolorosos como una pica en su corazón. Lo que ocurrió con su madre fue en plena edad media; pero cuando Anna vino a su vida debía ser el siglo 18. Joven, hermosa, amable y con una templanza pocas veces vista en una dama. Quizás si Blau mantuvo su aspecto infantil se debía a que no deseaba tener una niñez cruel, dura e incluso fría, sino una infancia envidiable; pero no había nada de envidiable en su vida. Anna deseaba un lugar donde trabajar debido a que su familia era pobre y la idea de cuidar al pequeño e incluso huérfano de madre, hijo del conde le parecía una buena idea. Por razones obvias Blau le escondió la verdad al principio de quien era, porque razón tenía esa forma o a que raza pertenecía; pero no tardo en darse cuenta de que ella era algo más que una institutriz o una simple sirvienta bajo sus órdenes.
Fue la primera en ponerle límites, la primera en darle ordenes y tratarlo como un niño a pesar de que no lo era. Aquello no le gusto en lo más mínimo, era obvio; pero Anna, aun sabiendo que podía perder su empleo al hacerlo, se imponía sobre él. Si eran las tres de la tarde ella debía bañarlo, si era las cuatro debía enseñarle la equitación, si era las cinco entonces debían tomar el té. Debía estudiar los libros de ciencia antes que pasar el tiempo leyendo aquellos viejos tomos de magia. Aquella acción no tardo en fastidiar a Blau quien se intentó imponer sobre ella tratándola como trataba a sus demás sirvientes; pero ella lo abofeteo. Aquella acción lo tomó por sorpresa, pudo haberla matado por ello; pero… no lo hizo, al contrario se mantuvo en silencio observándola como si hubiese aprendido algo nuevo, algo que no estaba en aquellos libros de magia. Su enojo se calmo al ver que había levantado su mano contra un niño; pero su actitud severa se mantuvo y dijo aquellas palabras que no esperaba oír nunca de nadie, en especial de un ser humano: “Escucha bien jovencito” le dijo Anna con un tono directo y estricto “Podrás ser el hijo del conde; pero aun eres un niño que necesita aprender a comportarse de forma civilizada y para eso estoy yo, por algo soy tu institutriz”
- Por algo te estoy pagando ¿no?- dijo en voz alta Blau en el presente sin haberse dado cuenta de que había hablado solo
La expresión de Anna se endureció y le respondió “El dinero no es la solución a todo joven conde, podrá tener todo el dinero del mundo, las empleadas que desee y las tierras que quiera; pero sé que es lo que le falta y lo puedo ver todos los días”
- Ah sí, ¡¿qué?!- preguntó Blau sonriendo, hablando en voz alta nuevamente en el presente
La expresión severa de Anna se suavizo y su voz, lejos de ser dura, se convirtió en algo dulce, le dijo “Un amigo, alguien que cuide de ti y se preocupe por ti. Intento ser esa amiga conde, el dinero poco me importa ahora, solo que… ya no lo vea ahí sentado, solo, leyendo esos polvorientos libros sobre artes mágicas, sino teniendo amigos a su alrededor. Espero que no sea una ofensa si yo me convierto en tu amiga”
Amigo, esa expresión era nueva para él y aun así era tan extraña, como también importante, que él asintió, deseaba aprender a tener una amiga. Lo que era molesto en un principio cambio, con una increíble velocidad, a algo placentero. Sin darse cuenta Anna se convirtió en una parte esencial de su vida. A su lado disfrutaba de las conversaciones de té, durante el baño ambos jugaban. Poco a poco aprendió sobre la cultura humana y otras cosas que no debían regirse por medio de la magia, de algún modo, Anna, descubrió el cumpleaños de Blau y se lo festejó tomándolo por sorpresa, con torta de cumpleaños cubierta por ocho velitas, juguetes y músicos que tocaban para él canciones divertidas.
Recordaba cómo le pidió que bailaran una pieza y ella acepto. Ambos bailaron juntos esa noche delante de los demás. Blau había encontrado la felicidad y aun así… ¿Cuánto faltaría antes de que supiera la verdad? El día que decidió revelársela fue cuando casi había pasado un año de aquella fiesta. Con Anna vinieron, al poco tiempo, sus demás amigos: Dragón, Crimson y Mandalore. Llovía esa noche cuando la hizo pasar, le dijo la verdad, le dijo quien era él en realidad, que era él e incluso se lo demostró. Sin embargo su postura fría se rompía delante de ella al irle diciendo la verdad, se sentía como un mentiroso que estaba aprovechando la bondad de su única amiga sin decirle siquiera la cantidad de años que tenía en realidad. Al terminar la demostración de sus poderes, junto con su confesión, solo miró la ventana finalizando: “Durante años me sentí solo, nadie cuidó de mí y a nadie le importaba lo que sería de mi, nunca tuve amigos o algo similar a una familia hasta que… te conocí… Anna lo que quiero decirte es que yo… yo te amo; pero sé que para ti debo ser un monstruo e incluso un mentiroso ¿verdad? No te culparía si huyeses de mi lado, no te culparía en lo mas mínimo, solo quería que me dieras la oportunidad… de decirte gracias por haber sido la única persona que se preocupo por mí y me dio su amistad… te amo de verdad y por ti… sería capaz hasta de crecer para poder estar a tu lado sin que te sientas mal por ello”
Incapaz de contenerse, aquel frio conde de cruel semblante, lloró sin verla, solo recordaba haber llorado aquella vez que sopló aquellas velas de cumpleaños. Antes de poder saber que pasaba, Anna lo tomó en sus brazos y dejo que aquel muchacho, que amaba en secreto, pusiera su rostro sobre su vientre mientras lo abrazaba para poder consolarlo. Ella no iría a ningún lado quedándose a su lado como su esposa.
Usando su magia, Blau, la convirtió en una niña para que ambos estuviesen juntos e incluso le dio un poco de su poder para que no fuese alguien indefensa. Aquella época tan hermosa debió durar para siempre; pero…
Esa maldita maga rebelde, cuan estúpido fue al querer favorecer a la Sociedad De Los Magos al secuestrar a la pequeña Ferrys con intenciones de matar a su madre. Todo lo que gano en aquel entonces lo perdió por culpa de su estupidez. Perdió a sus amigos, Dragón lo traiciono al creer que él mataría a la pequeña y durante el gran combate final… perdió a la única mujer que amaba, recordaba como ella se lanzó a su lado protegiéndolo con su cuerpo durante esa batalla en donde aquella enorme bola dorada de energía los golpeó a ambos destruyendo su castillo también . Esos traidores dieron por hecho que ambos habían muerto juntos, como deseaba creer eso, como ansiaba con todas sus fuerzas creerlo; pero la realidad decía otra cosa. Pudo sobrevivir y sostener en sus brazos el cuerpo muerto de la única mujer que había amado en toda su vida. Ellos se habían ido; pero él aun vivía y en soledad una vez más, en completa e incluso horrible soledad, Blau largó un alarido de ira junto a un llanto gigantesco mientras sostenía el cadáver de su difunta esposa.
Pudo obtener su venganza unos años después. Al fingir su muerte, dio con el paradero de aquella maga junto a su familia y aviso, por medio de sus poderes, a los miembros más poderosos de la Sociedad donde se escondían. Vio con una sonrisa en sus labios como aquella Maga, que le había quitado a su familia junto con la única mujer que había amado, era destruida mientras su esposo e hija, acompañados por Dragón, huían sin poder hacer nada al respecto. Según tenía entendido, ambos eran inmortales. Pronto ambos sabrían lo que él sentía. Blau obtuvo su venganza; pero eso no le devolvió su familia, no le devolvió aquello que más había amado. Sin embargo Kuroi Akumu le aseguraba que podía devolvérselo, ella le prometió a Blau que podía resucitar a su esposa si a cambio le hacía algunos favores.
Viendo el atardecer y usando un pequeño hechizo de ilusión, Blau, pudo crear una imagen incorpórea de su esposa. Una bella mujer de unos veinte años con un cabello castaño claro, al punto de ser rubio, largo tomado junto a unos ojos azul verdoso.
- ¿Me concedes esta pieza Blu Blu?- le dijo el espejismo de Anna, usando aquel termino amoroso con el cual se refería a él, ofreciéndole la mano. Llevaba aquel hermoso vestido de gala color café que uso durante su primer fiesta de cumpleaños
- Sera un placer- le respondió Blau aceptando la mano de la ilusión de su esposa, era algo incorpóreo; pero peor era que no estuviese allí
Luego ambos iniciaron un baile en solitario con la luz del ocaso alumbrándolos por completo.
Comments (0)
See all