El cadáver de Fernández había arruinado su capot junto con el parabrisas. Largando un suspiro de molestia, Voltage, solo pudo ver a donde los forenses se estaban llevando el cadáver de su amigo Tiwer. Casi cinco años en las calles y ahora se encontraba muerto debido a encontrarse en un mal lugar y en un mal momento, intentó controlar sus deseos de vomitar al pensar que él también podría haber acompañado a su amigo en ese bolsa de nylon. Creyó, por un minuto, poder hacerlo; pero el hedor a carne quemada de Fernández se lo le impidió. Arqueándose, vomitó sobre el ardiente asfalto que el sol del medio día había calentado durante horas. Aquel sargento del ejército, o lo que fuese, se acercó a él preguntándole
- ¿Te encuentras bien, amigo?
- ¡No!- le respondió furioso- ¡No estoy bien! ¡Mi auto esta arruinado, el sospechoso principal descansa en mi parabrisas y mi amigo se encuentra muerto! ¡¿Cómo puedo estar bien después de toda esta mierda?!
- Si, te entiendo- asintió aquel sargento de nombre Leonard Gabbleston- también he perdido compañeros e incluso mentores en el pasado, puedo comprender tu angustia
- Como sea, supongo que has venido en un avión privado desde tu lujoso escritorio en el pentágono para ayudarnos con el problema del Cristal Rojo ¿verdad?- le preguntó Voltage recomponiéndose y secándose su boca con el dorso de la mano
- Podría decirse- le contestó Leonard esbozando una sonrisa divertida- en realidad, las agencias federales y gubernamentales tienen demasiado interés en la principal productora de esa mierda roja: Kuroi Akumu, un criminal perseguido por el F.B.I. la Interpol y la C.I.A. últimamente ha sido motivo de seguridad nacional tras algunas operaciones ilegales en otros estados
- Je, dime algo que no sepa de ese hijo de puta de Akumu- rió Voltage al oír los datos de Leonard
- Que es una chica- le contestó Leonard con una sonrisa victoriosa, desviando su vista hacia el ocaso- espero que no le moleste que lo acompañe a la estación de policía para poder ponerlo a usted, junto con los demás a cargo de esta operación, al tanto. Por supuesto que eso será después de que retiren el cuerpo de nuestro ex sospechoso principal del parabrisas
El concierto de guitarra había terminado y el pequeño Billy dormía en suelo mientras que el rojizo cielo del atardecer alumbraba su piel. Bajando su guitarra, mirándolo con cariño, Sam se acercó a su hijo para acariciarle la cabellera. Una sombra de melancolía surcó por su mirada al ver como su pequeño movía la cabeza, solo un poco, debido a su caricia. Él también se encontraba cansado de haber compuesto varios temas durante todo el día. Zefarin se encontraba al lado de Sam mirándolo con cariño, sin que Sam le contase nada sobre sus sentimientos hacia su hijo, ella, Le habló con una voz dulce y tierna:
- Lo quieres mucho ¿no es así Sam?- sin esperar respuesta alguna, añadió- Temes que él se vaya de este hogar ¿verdad?
- No lo culparía si lo hiciera- le respondió Sam deteniendo su mano sobre los castaños cabellos cortos de su hijo- merece una mejor vida de la que este estúpido drogadicto le está dando
- No digas eso- le pidió Zefarin con cariño sosteniendo su brazo
- Ha pasado un día entero y siento deseos de salir a…- gimió Sam avergonzado
- Pero no lo harás, soportaras la tentación por ti, por Billy… e incluso por mi también- habló con vehemencia Zefarin sin perder la dulzura de su voz
- Siento la maldita abstinencia- confesó Sam apartando la mano de la frente de su hijo, su cuerpo estaba empezando a temblar- debo de haber pasado unas doce horas o más sin esa mierda en mi cuerpo; pero…
- ¿Que buscas con ello?- le preguntó Zefarin, era una pregunta de curiosidad antes que una confrontación
- Olvidar el dolor- gimió Sam sintiendo el peso de los recuerdos volver a su cuerpo- poder dejar de sentir la amargura que vivo día a día. Dejar de sentir la vergüenza al contemplar en lo que me he convertido
- No la necesitas- afirmó Zefarin- sé que puedes salir adelante con tu vida, que mañana será un día mejor y más brillante para ti
- No puedo hacerlo- gimió Sam largando pequeños sollozos, sentía la abstinencia tomar más fuerza dentro de su cuerpo
- ¡Si puedes!- aseveró Zefarin con la misma fortaleza en su voz sin perder la suavidad de la misma. Sostuvo el brazo de Sam con todas sus fuerzas para evitar que perdiese su compostura y cayese en la tentación una vez más- incluso puedes volver a levantarte. Puedo sentir en tu interior esa llama, ese deseo de salir adelante y cumplir con tus sueños
- ¡Soy débil, Zefarin!- exclamó Sam sin siquiera percatarse si Billy seguía dormido o no- no tengo la fuerza para salir adelante
- No eres débil Sam- le habló Zefarin con calma, sosteniendo con sus dos patas su brazo, se acercó a él diciéndole- al contrario, eres muy fuerte. Lo suficiente para poder soportar todo el dolor que has soportado últimamente. Sé que no debe ser fácil, sé que puedes haber perdido las esperanzas; pero también sé que puedes levantarte, que puedes salir adelante, debido a que eres lo suficientemente fuerte para soportarlo. No necesitas esas porquerías, tanto yo como Billy creemos que podrás dejarlas detrás y enfocarte en lo que más amas en este mundo
Sosteniendo la guitarra le señaló:
- Eres un gran músico y un buen compositor, el mejor que haya oído en mi vida. En Yume serias un gran cantante debido a la belleza de tus melodías- Sam miró la guitarra recordando lo que había perdido: no solo su felicidad o su esposa sino también sus sueños, la mirada amorosa de Zefarin le ayudo a tener la fortaleza necesaria y su combustible fue decirle- Billy cree en ti y, sin siquiera conocerte tanto como él lo hace, yo también creo en ti. Ambos creemos en que podrás salir adelante, que podrás dejar esta porquería que te hunde cada día, que lograras cumplir tus sueños y que podrás ser un ejemplo no solo para él sino para los demás: el ejemplo de que no importan las adversidades que la vida te dé, nunca debes rendirte. No sé tú; pero no voy a dejar que te rindas y Billy tampoco. Habrás caído Sam, sin embargo te ayudaré a levantarte
Viendo a Billy, quien fingía muy bien dormir, añadió, sonriendo con dulzura:
- Los ayudare a ambos a levantarse, lo prometo- acariciando la mejilla de Sam añadió- creo que soy la Heroína que tú necesitas esta noche y todas las demás
Sam asintió con la cabeza, sintiéndose deprimido; pero más aliviado, abrazó a su amiga y rompió a llorar. Zefarin acarició la espalda de Sam, sintiendo en su interior como el Zafiro emocional captaba un pequeño vestigio de felicidad seguida de esperanza que Sam junto a su hijo le transmitían. Se quedaron abrazados con el cielo de una tarde anaranjada, volviéndose violeta conforme pasaban los minutos, y maravillosa a sus espaldas.
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