UÑAS DE SANGRE
La luz del alba de una humana se enamoró,
esos bellos ojos grises no tenían más que un resplandor,
El fuego del amor se escondía en su interior,
El precio fue caro ya que ella lo abandonó.
Paula Canyul.
Él había regresado, podía sentir aquella presencia, las náuseas estaban de vuelta, aquel hedor tan repugnante y por si fuera poco ese calor tan sofocante y aterrador que inundaba la habitación.
Ellos siempre volvían, recé a Dios para que se fuera pronto y contuve la respiración al sentir que se acercaba a mi cama, una risa siniestra empezó a ocupar cada rincón de la habitación era como si el tiempo se hubiera detenido de pronto sin previo aviso la manta bajo hasta mi cintura estaba a mi lado, empecé a sentir su lengua asquerosa y pegajosa en mi cabello, con todas mis fuerzas me esforcé por mantener los ojos cerrados me sentía desfallecer en cualquier segundo.
En mi cabeza solo podía repetir ''Yulianne mantén la calma, se marchará pronto''. también suplicaba porque mi padre abriera la puerta.
Quería que alguien me salvara de todo esto, en cada cumpleaños ellos venían, una criatura diferente cada vez. a veces aparecían en grupo, como si fuera un ritual en el que me recordaban que estarían aquí.
¡NO PODÍA RESPIRAR! ¡NO QUERÍA ABRIR MIS OJOS! TIENES QUE IGNORARLO ME REPETÍA UNA Y OTRA VEZ, PERO TENIA MIEDO Y PODÍA SENTIR EL TERROR SUBIENDO POR MI GARGANTA.
Sin previo aviso algo muy afilado y caliente, como si de un cuchillo a fuego se tratara se pasó por mi brazo recorriendo desde el codo hasta la palma de mi mano, el dolor eran tan insoportable que estuve a punto de gritar, lo único que pude hacer fue morder mi lengua con tanta fuerza que sentí el sabor cobrizo de la sangre.
— Sabes que es inútil fingir que duermes ¿verdad? — él dijo, con una voz tan siniestra que me erizó cada pulgada de piel.
Era como si varias voces hablaran al mismo tiempo, pero podía entender claramente como si una de esas mil voces gritara más fuerte que las demás.
Mis ojos siguieron cerrados.
— Por favor, Dios alguien que me escuche. — suplique en mi mente.
— Por favor suplico que alguien me ayude, no creo poder soportar esto por más tiempo. —
un momento después, pude sentir aquella presencia irse. Solo un susurro de voces quedó en la habitación.
— Regresaré pronto. — decían una y otra vez, el calor y la pesadez desaparecieron, pero aquel hedor tan nauseabundo como si algo podrido estuviera en mi cuarto permaneció.
Estaba tan aterrada que no moví ni un solo músculo durante 60 minutos, cuando sentí que realmente estaba sola, con las pocas fuerzas que tenía, me apresure a levantarme estaba respirando con dificultad, de pronto sentí las náuseas venir y corrí al baño, dejando caer mi cabeza en el inodoro vomité lo poco que había conseguido comer, no podía parar las arcadas, venían una tras otra, hasta el punto de sentir dolor en el pecho y que mis pulmones colapsarían.
Las lágrimas comenzaron a caer sin control, estaba tan asustada, tan cansada de tener miedo, ese miedo ya era parte de mi vida era tan aterrador que quería cortar mi piel y sacarlo, no quería sentirlo nunca más, ¿por qué no podía cambiarlo? me preguntaba todos los días, no podía dormir, no podía comer, no podía dejar de estar alerta, no podía dejar de sentir que mi vida era miserable, era tan lamentable que ni siquiera podía parar de llorar...
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