Dust se sonrojo más, pero sonrió y asintió poniéndose en pie con firmeza antes de que Emeroaud fuera a la cocina por otro medicamento y un par, porque eso había escalado rápidamente fuera de su control habitual.
Cuando volvió su habitación estaba vacía y había ruidos molestos y refunfuños escapando del baño. De todas las malditas cosas y de todos los malditos lugares.
—¿Imón, estás bien?
—¿Unmh? Sí, sí, claro. Sólo que no sé cómo encender la luz.
—Mnh… hay un pequeño círculo metálico en el espejo, frótalo 1, 2 o 3 veces según la intensidad que necesites.
—Oh. El baño no es raro también, ¿verdad?
—Uh… define raro…
—¿Hace cosas extrañas sin que lo sepa?
—¿Se limpia automáticamente?
—Oh, bien, eso es genial, esto es demasiado tecnológico para mí, pero creo que puedo lidiar con ello.
—Todo funciona con censores y comandos de voz, no es ciencia espacial, e incluso eso es simple cuando entiendes los parámetros físicos que implica-
—¿¡Wuah!?
—¿Qué?
—Tu balbuceo especializado es lindo, pero yo vivo en el distrito ruso, por decisión propia, hay cosas que ,¡zhuuu!, pasan zumbando sobre mi cabeza porque no creo que sea necesario tener un sensor para encender o apagar la puta luz que no funciona con las manos mojadas. Aún creó que eres brillante, un genio y también sexy —dijo al salir del baño, todo sonrisas torpes y nerviosas.
Joven, tan joven.
—Aquí, bébelo te hará sentir mejor y eso incluye descansar.
—Pero-
Emeroaud le puso la pastilla en la boca y lo obligó prácticamente a tragarse el agua, en otras circunstancias eso habría sido muy extraño e incluso cuestionable, era una buena cosa que fuera un doctor y el juramento hipocrático lo recitara cada mañana en el trabajo. Para no olvidar cuál era su responsabilidad o de lo contrario eso habría sido mucho más dudoso e ilegal.
—Emeroaud, ¿y bien?
—Vamos a la cama.
Dust se sonrojo hasta las orejas y lo siguió como un cachorro ansioso y torpe.
Era halagador, y no sabía si era porque era guapo o Dust impresionable y tal vez sólo curioso, parecía que las manías de las colonias tenían que ver con el contexto y el desfase de desarrollo, estaba seguro que eso variaba de colonia en colonia, pero para Dust, algo sobre la sexualidad debía ser impactante o no idóneo en la colonia australiana.
Y había mencionado haber leído uno de sus libros, cuando escribía sobre los mimos sus disertaciones eran muy amplias pero en general describía comportamientos naturales o por lo menos coherentes en relación a la estructura cerebral de los individuos, todos eran más inclinados a la fluidez en términos de qué te gustaba, aunque parecía que históricamente lo social, lo cultural y lo que te determinaba se inclinaba en favor de la reproducción, así que considerando el avance social de las colonias ese tipo de temas aún debían ser complejos sobre el entendimiento, el abordaje y el trató a quienes no se ajustaban del todo a los estándares que ellos manejaban.
Ambos cayeron a la cama y Emeroaud parpadeó sorprendido al sentirlo acurrucársele encima como un pulpo pegajoso.
Suspiró exasperado y torpe, deslizando una de sus manos sobre su cabello cuando se inclinó frente a su rostro y le ayudó a llegar hacia su boca.
Sabía a licor fuerte y algo fresco parecido a la menta.
Se apartaron y luego Dust gimoteo avergonzado depositando besos dulces sobre su cara de modo adorable.
—Gracias, yo no suelo hacer esto, en lo absoluto, pero esta noche cuando te vi en el Gold sólo pensé diablos, lo peor que puede pasar es que me diga que sí.
Emeroaud se río.
—Esa lógica es infalible, Imón.
—Uhn… sólo un poco, creó que sólo tiene sentido en mi cabeza, el punto es que el no ya lo tengo para todo lo que quiero, para todo lo que aspiro lograr, pero un sí, un sí es inusual y bonito.
Suspiró frotando su nariz con la propia antes de besarlo de nuevo.
—Y lo que quiero decir es que no soy fácil.
Emeroaud se río con fuerza, no pudo evitarlo, Dust era lindo, lindo y como un precioso libro listo para ser devorado.
—Dust, puedo imaginar de donde viene esa idea. Como has dicho, lo que te dio forma lo aprendiste en la colonia, pero aquí es un poco diferente, probablemente incluso allá existan personas decentes. Yo no voy a respetarte menos sólo porque estas siendo honesto conmigo, contigo y con tus propios deseos. A la mayoría de la gente le gustan los subterfugios y el sufrimiento, pero yo creo que el elemento directo, confrontacional y honesto es una muy atractiva característica en ti. Eso te hace mucho más apetecible.
—Unghh.
—Y como dije en Gold, la próxima vez voy a encargarme de que no haya dudas al respecto —suspiró mordiendo su labio superior con ternura, abrazándolo fuerte al sentirlo temblar contra todo su cuerpo—. Pero en este momento debo recordar que soy un médico, y hacer algo más que esto, dado tus condiciones físicas, sería imprudente y poco beneficioso para ti, para mí y para nosotros juntos, así que será mejor que duermas ya.
—¡¡Emeroaud!!
El reclamó murió porque sus labios fueron silenciados de nuevo de forma abrumadora, las luces artificiales inundaban con ligeras ráfagas algunas partes de la habitación y lo único que se escuchaba eran dos respiraciones agitadas casi sincronizadas una muy, muy cerca de la otra.
Emeroaud guio a Dust a su boca con la eficiencia con la que programaba las funciones orgánicas en el cuerpo de un mimo, y gimoteó al ver el color en los ojos de Dust refulgir como si fuese oro líquido, como si se tratara del polvo brillante en las aceras de los suburbios de una colonia a un par de años luz de distancia.
Era eufórico y gratificante tener su propio pedacito del cosmos justo ahí, en su cama, y en sus brazos, como si fuese el sitio que había estado esperando compartir toda su vida y Dust acababa de llenar con su presencia...
***
Dust ingresó a Gold asustado, inseguro y lleno de anticipación. La “próxima vez” había tomado más tiempo del que le habría gustado, pero ahora estaba ahí, ¿y qué tal si Emeroaud no? Aunque habían hablado mucho por holo comunicador. Tal vez no se podría y...
Una mano cálida se posó sobre su espalda baja, y una colonia agradable y varonil inundó sus fosas nasales.
Levantó el rostro y no se había dado cuenta la última vez que casi eran de la misma altura.
Emeroaud no llevaba gafas.
Extraño.
Y el cabello ligeramente arruinado debido al viento y la llovizna.
Lindo
Usaba un traje a medida, ligeramente informal y desalineado.
Delicioso.
Y los ojos y la sonrisa más encantadora.
Sexy.
—Uhnm.... —farfulló sintiendo las piernas como gelatina.
—También me da gusto verte, querido Imón —dijo besando su boca con presteza perezosa, como si lo hubiera hecho toda la vida—. Así que… ¿Quieres entrar y bailar frente a un montón de extraños que no aprecian la música de las colonias o prefieres que vayamos a casa y preparemos una cena sustanciosa?
—Cena, casa, ahora —susurró acalorado antes de enredar su mano contra la tela entreabierta de su traje y tirarlo con fuerza hacia su boca.
Emeroaud fue hacia él con entusiasmo y el letrero de Gold se encendió por encima de sus cabezas, una proyección inundó la acera y una mujer curvilínea, bañada en destellos de neón empezó a dar la bienvenida a los clientes.
Dust se deslizó febril y ansioso entre el panel de Gold y un expendio de traductores desechables con un doctor fabuloso haciéndole maravillas con la lengua a su boca.
Y como siempre en el local, para unos más que para otros, esa fue una noche dorada.
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