Tras años de lucha casi diaria, la condición física de Notch se encontraba al límite, las mangas de su camisa blanca siempre tensas por sus grandes bíceps contrastaban por completo con su oscuro color de piel. Ojos amarillos y una barba corta eran los rasgos más característicos del campeón del octágono.
Impaciente, esperaba recostado en una de las paredes para poder terminar aquello. Al fin le habían prometido regresar a casa luego de este combate, ya había pagado su condena allí, la condena que le impusieron por un crimen que no cometió. Sin embargo, Notch intuía que el creador de aquella competición infernal se traía algo entre manos, le parecía demasiado extraño que de la noche a la mañana lo dejaran ir. Escupió al suelo al recordar las cosas que había tenido que hacer para sobrevivir.
El centro del octágono comenzó a brillar mientras un pináculo de luz dorada se materializaba de la nada dejando a un hombre —o más bien una bestia parecida a un oso— parado en el sitio, el tipo miraba a Notch con una sonrisa retorcida en el rostro. Tenía el cabello rapado como un soldado raso, además de un aura asesina que casi se materializaba a su alrededor.
En el torso desnudo del gigante estaba tatuado el nombre VICTOR que comenzaba desde la parte baja del costado derecho y terminaba a la altura de su pectoral izquierdo atravesando los abdominales. Las letras estaban escritas en tinta roja y el tipo parecía estar en sus cabales por la forma en que brotaba espuma de sus labios.
Sin embargo Notch seguía calmado aunque alerta, terminó de quitarse la camisa y la tiró a un lado, respiró profundo y exhaló todo el aire de sus pulmones empujando las manos lentamente hacia adelante. Tenía un físico marcado y prácticamente sin grasa, el cuerpo de alguien acostumbrado a pelear durante años contra los guerreros más poderosos.
Victor clavó sus pupilas inexistentes en Notch mientras la piel roja brillaba por el sudor y la rabia. Si alguien hubiese presenciado aquella demostración seguramente pensaría que el hombretón odiaba a su adversario con todo su ser, sin embargo aquella posición solo era la que adoptaba el gigante antes de lanzarse a matar a su víctima.
Victor se lanzó a toda velocidad hacia el campeón que se encontraba a unos veinte metros de distancia, este lo vio acercarse tranquilo y lanzándose hacia un lado esquivó latigazo de su brazo que le apuntaba al cuello en el último segundo.
El monstruoso hombre al ver que no alcanzó a su contrincante frenó en seco y mientras se volteaba vio un borrón que, como un rayo, había saltado dos metros en el aire para descargarle una potente patada giratoria en la cara. Le había estampado el talón en la mejilla izquierda al gigante con un giro de 180° haciéndole voltear la cara y dejándolo completamente aturdido. Víctor dió unos pasos a los lados mientras movía la cabeza intentando orientarse.
Notch sabía justo dónde golpear y lo hacía sin piedad. Odiaba alargar las peleas más de lo necesario así no esperó a que su adversario se recuperara y saltó hacia él arqueando todo su cuerpo hacia atrás para descargarle un golpe con todas sus fuerzas en nariz. En el octágono se escuchó la fractura con total claridad, un sonido parecido al de un disparo que había hundido unos nudillos de roca en la cara de Víctor.
Sangre a chorros comenzó a salirle de la nariz a la vez que daba varios pasos hacia atrás para no perder el equilibrio. Notch se quedó en el sitio haciendo un juego de pies esperando a la reacción de su adversario.
Víctor en cambio solo levantó la cabeza e hizo que le saliera un potente chorro de aire y sangre de las fosas nasales, haciendo que su mentón, cuello y torso se mancharan de un rojo tan profundo como el de su tatuaje. El gigante contrario a caer derrotado comenzó a emitir una estruendosa risa grave.
—Un oponente digno —dijo a la vez que abría los brazos de roble— parece que TÚ me darás más diversión que los demás.
Notch se dió cuenta que vencer a esa bestia no iba a ser algo simple así tenía que cambiar su estrategia. Simples golpes cuerpo a cuerpo no funcionan contra aquel animal. El tipo le sacaba más de dos cabezas y su complexión parecía la de un oso gris. Así que pese a negarse durante tanto tiempo, no tuvo remedio que invocarlas.
Corriendo unos cuantos metros en dirección opuesta con la intención de quién se reposiciona, Notch invocó un par de hachas de mano que le cayeron en las palmas, los mangos de madera anteriormente blancos ahora eran marrón oscuro por los torrentes de sangre que una vez derramaron. Era la prueba de haber vencido a cientos de retadores en el octágono.
Las hachas no eran nada livianas como se pensaría de un arma de ese estilo. Las había llevado durante demasiado tiempo y se había acostumbrado a su peso, pero ahora el mero contacto con ellas le producía náuseas ya que lo volvían a convertir en el asesino que aborrecía. Sin embargo, no podía negar la efectividad que daban a la hora de hacer su trabajo, y justo ahora, esa efectividad era lo que necesitaba. El último esfuerzo para librarse de su esclavitud.
Giró en redondo plantó su pie izquierdo en la superficie de cristal a la vez que arqueaba de nuevo su cuerpo hacia atrás. Agarró una de las hachas en por la punta del mango para maximizar su rotación y una fracción de segundo después, Notch la disparó desde su mano derecha directo la frente de Victor. Fue el lanzamiento más potente que había hecho en su vida, aquel tipo era un monstruo y si no acababa rápido no sobreviviría.
Pasó demasiado rápido y a Notch se le quitó de la cara todo el rastro de confianza que había mostrado hasta ese momento. A una velocidad que no tenía nada que ver con los movimientos torpes de hace un momento, Victor dió una palmada sobre el filo del hacha aplastandola a unos centímetros de que le abriera el cráneo en dos.
Parte de la mano del gigante había llegado al mango del arma y lo había quebrado como si de una ramita se tratara, la dejó resbalar por sus dedos y cayó seccionada en trozos y astillas como si fuese basura.
Fue en aquel momento en donde por primera vez Notch sintió que aquel tipo era distinto, si no calculaba cada uno de sus siguientes movimientos lo aplastaría tan fácil como lo hizo con su arma.
Dio varios saltos hacia atrás para tener algo más de espacio y tiempo para pensar. Necesitaba un plan para hacerle frente a esa mole. No podía lanzarle su otra hacha, quedaría desarmado y eso sería un suicidio en aquel punto. Tenía que atacar cuerpo a cuerpo y rogar hacerle un buen daño antes de recibir algún golpe en respuesta. Victor podría tener buenos reflejos, pero Notch dudaba que tuviese la misma agilidad con el resto de su cuerpo, era momento de dejar salir a la bestia que también residía en su interior.
La sombra del puma, una técnica que había perfeccionado durante sus años como peleador. Un solo ataque con sus hachas a toda velocidad para terminar los duelos. Si había existido un momento para dejar salir esa técnica alguna vez, ese momento era ahora.
Comenzó a adoptar la posición. Su mano izquierda alrededor del hacha que le quedaba y el filo apuntando al piso, las piernas preparadas para saltar de golpe y todos los músculos de su cuerpo contrayéndose para estallar en un solo instante. Una mirada asesina se iba condensando en el rostro de Notch al tiempos que todo su cuerpo gritaba una sola cosa: MUERTE. Dejando paso a un aura aún más oscura que la de Víctor que comenzó a materializarse a los lados del guerrero y luego se fue expandiendo a todo el octágono.
Las pocas veces que había usado ese ataque sus enemigos habían quedado en trocitos por el fino de sus hachas. Esta vez solo tenía una, pero tendría que ser más que suficiente. Al ver esto Victor se puso tan pálido como un muerto y pareció deshincharse por un segundo. Una expresión de terror puro recorrió sus facciones y se dio media vuelta para salir corriendo.
Aunque ya era demasiado tarde.
Como un bala, Notch salió disparado hacia el gigante con el hacha en mano y preparando un movimiento mortal directo a yugular. Ese ataque ya no podía ser detenido. Partiría el cuerpo del gigante y muy seguramente torso y piernas tomarían caminos distintos. En la posición que estaba Victor no tenía forma de defenderse ante el ataque. Todo había acabado al fin. Y en eso Notch se dió cuenta que había caído en su trampa.
Victor se giró en redondo y su inmenso brazo derecho y aplastó el costado derecho de Notch. En camara lenta, varios crujidos se escucharon a la vez mientras Notch comenzaba a cambiar de dirección, como si a una soga se le pegara con un bate. Una fracción de segundo después, Notch estaba volando en dirección a una de las paredes de cristal, maldiciendo y esperando el segundo impacto. El mundo se hizo rojo.
Se estrelló contra la pared de cristal la clavícula se le partió haciendo un sonoro crujido, el hueso del antebrazo sobre salía de su piel mostrando las heridas que podría tener una persona si cayera de un quinto piso. Tenía la mirada borrosa y todo le daba vueltas. Entre sus delirios, veía a un monstruo acercándose a paso lento y calmado. Ya no entendía lo que pasaba o si quiera dónde estaba, solo sabía que por alguna razón tenía que levantarse. Pero Victor solo se agachó a su lado haciendo aún más abismal diferencia de tamaño.
—Vamos campeón —retumbó la voz— tienes que ponerte en pie. Eso solo fue una pequeña caricia.
Una sonrisa inhumana desfiguraba el rostro del monstruo a la vez que le miraba el brazo izquierdo al despojo que ahora era Notch. Entonces volvió a hablar:
—Oh, esto ya no sirve ¿verdad? Creo que deberíamos quitarlo.
Notch sintió un tirón. Algo se había desprendido de su cuerpo pero aún no entendía que era. Estaba tan cansado. Solo quería acostarse y descansar.
Pero entonces desde su hombro sintió el dolor más agónico y potente de toda su vida, haciendo que gritara de desesperación. Victor le había arrancado el brazo de cuajo y lo sostenía en su mano derecha, lo miraba indiferente, como si se tratara solo de basura. Toda la musculatura y la velocidad de Notch ante aquel tipo era solo mierda. El gigante arrojó el brazo y colocó el dedo índice y pulgar alrededor del cuello del campeón. Y luego apretó.
—No... no te duermas. Juguemos un poco más, ¿Te parece? —el matiz casi infantil de Víctor contrastaba con la voz profunda y demoledora que tenía.
Le apretó el cuello con toda la mano y lo levantó a la vez que lo aplastaba contra la pared. Notch comenzó a retorcerse y a asfixiarse chorros de sangre salían del lugar donde había estado su brazo y pedazos de nervios y venas se agitaban con fuerza. No había escapatoria.
Sin embargo, algo era diferente. No se dió cuenta en qué momento había pasado, pero tenía agarrada el hacha restante con la mano derecha y estaba lista para rebanarle el cuello a Víctor. Así que la descargó.
Repetidas veces clavó el hacha en los músculos del cuello buscando cortar lo suficiente para llegar a la yugular. Un carnaval de sangre hizo aparición en el octágono mientras Notch apretaba la mandíbula a punto de asfixiarse descargando golpe tras golpe tras golpe. Hasta que el hacha se trabó.
—¿Terminaste? —Notch no podía ni siquiera mover el arma que se había quedado atrapada en los músculos contracturados de Víctor— supongo que ya no me darás más diversión… una verdadera lástima.
Tomó impulso y le lanzó un cabezazo a la frente que le reventó el cráneo como si fuese un huevo y luego lo estampó contra el piso. Una sangre muy líquida y grasosa se desparramó alrededor de la cabeza de Notch.
Victor se levantó con la misma sonrisa retorcida y se arrancó el hacha del cuello. Se quedó mirándola y deseó hacerla tres veces más grande. El hacha reaccionó ante su deseo y se volvió casi del tamaño de una puerta. El campeón la miró admirado y dió su aprobación.
Notch había perdido y él estaría feliz ocupando su lugar. Nadie saldría de allí con vida si él podía impedirlo. La carnicería del gigante del octágono sólo acababa de empezar.
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