Respirando de forma agitada, Jeriko, fue la primera en hablar tras ese largo silencio.
- ¿Qué carajos fue eso?- preguntó asustada
- No lo sé- le respondió Irene tratando de entender lo ocurrido- solo sentí como esa Leona quería … hablar conmigo
- Amiga, vaya susto debes haber tenido para pensar eso- le contestó Jeriko sorprendida y todavía un poco asustada- yo creí que nos iba a devorar
- Pero no lo hizo- sentenció Irene igual de sorprendida, mirando a donde se habia retirado aquella imponente Leona, solo pudo preguntar- ¿Por qué?
- Ni idea amiga, de todos modos ella ya se fue y lo mejor será que nosotras nos vayamos a dormir antes de que vuelva- sugirió Jeriko tomando del brazo a Irene llevándola al interior de su granja
- Hay algo que debía decirte Jeriko- le contestó Irene soltándose con brusquedad del agarre de su amiga, hablando con rapidez le contó- ve con cuidado cuando vuelvas a tu casa esta noche porque hace unas horas atrás, maté a unos Barbaros. Creo que eran una pequeña escaramuza de los llamados Hunos; pero no estoy segura, sin embargo es mejor ser cuidadosa
- Creo que mejor me quedo contigo esta noche- rió Jeriko cerrando los ojos y rascandose la cabeza de forma nerviosa- porque algo me dice que estaré mas segura a tu lado que completamente sola en mi propia choza
- Cuando quieras-rió Irene dirigiéndose a su pequeña casa dispuesta a dormir
Ambas se acostaron en sus camas hechas de paja sin decir nada mas hasta que Jeriko pudo conciliar el sueño durmiéndose, sin embargo Irene estuvo treinta minutos intentado pensar en lo ocurrido ¿Por qué la Leona no las atacó? ¿Qué fue lo que paso? Y la más importante pregunta: ¿Qué quiso decirle al tocar su mano con su garra?
Sin ningún tipo de respuesta satisfactoria, Irene, se durmió porque dentro de dos horas amanecería y debía estar un poco descansada para poder llevar su granja a flote. Aquellas noches de insomnio viendo las estrellas no justificaban el cansancio al día siguiente.
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