Augusto corría, con todas sus fuerzas, por las calles del pueblo. Debían de ser las cinco de la mañana., no estaba seguro; pero de serlo entonces eran más de tres horas perdidas intentando ubicarse en ese pequeño pueblo. Tras encontrar su destino se acerco a donde estaban las enormes puertas de madera y, con fuerzas, las golpeó. Las puertas, del hogar del gobernador, se abrieron siendo atendido por una mujer de cabello verde, con una especie de pañuelo cubriendo su cabeza y unos ojos del mismo color. Aquella mujer le veía con cierto fastidio. Augusto, sin perder tiempo le explico el motivo de su visita:
- Por favor, déjeme entrar- le pidió casi gritando- necesito hablar con el gobernador cuanto antes
- Es tarde, el gobernador duerme- le contestó aquella mujer con un tono seco y carente de toda emoción
- ¡Pues me tendrá que atender!- insistió Augusto añadiendo- ¡Es importante!
- Espere a mañana- le contestó con sequedad la mujer cerrando las puertas de la casa en el rostro de Augusto irritándolo aun mas
- ¡Me atenderá quiera o no!- exclamó furioso Augusto abalanzándose sobre la puerta intentando empujar a la mujer de cabello verde que se veía demasiado tensa, como si fuese un gato antes que un ser humano.
Antes de saber que pasaba, Augusto, tenía el filo de una daga sobre su cuello y se encontraba arrinconado en la misma puerta. Aquella mujer lo tomó del pecho estampándolo contra la puerta y sacando con una gran velocidad una daga que tenia escondida debajo de su pollera, Augusto no tuvo ni una oportunidad siquiera para poder responder a dicho ataque y tampoco se sintió mejor al saber que era la segunda vez, en una sola noche, que una mujer lo dejaba en ridículo. Aun así debió insistir si no deseaba que aquella sirvienta, con una daga en la mano, le cortase el cuello.
- ¡Por… favor… es de… vida o… muerte!- le rogó Augusto sintiendo las gotas de frio sudor correr por sus mejillas- ¡Hay… hunos… en las cercanías… del pueblo!
- ¡Agatha, ya basta!- le habló con firmeza otra mujer que estaba a sus espaldas- es solo un mensajero inofensivo con noticias importantes, puedes soltarlo
- Si señora- le contestó Agatha bajando su cabeza, retirándose, lentamente, del lugar
- Deberá disculparla- le habló, con calma, aquella mujer de gran belleza con unos risos naturales y un cabello rubio muy reluciente- es muy sobreprotectora con nosotros al punto de que a veces exagera un poco
- Ya pude verlo- observó Augusto adentrándose en el recinto, de forma rápida le pidió a aquella hermosa mujer- por favor, necesito hablar con el gobernador ¡Es urgente!
- Esta durmiendo la borrachera, tendrá que esperar si o si a mañana- le contestó aquella mujer molestándolo demasiado al ver que no entendían la gravedad de la situación
- ¡Mañana podría ser tarde!- exclamó, con desesperación, Augusto- ¡Los Hunos se acercan! Están de camino a Roma; pero asedian y asolan cada pueblo que ven durante dicho recorrido. Veii cayó hace unas veinte horas atrás ¡Ahora vienen aquí!
- Entiendo- le contestó aquella mujer, con una expresión de asombro- entonces deberé despertarle, de todas formas ha hecho un buen trabajo al decirme esto
- ¿Por qué señora?- le preguntó Augusto sorprendido
- Porque soy la esposa del Gobernador, mi nombre es Stella de Tullio- se presentó aquella mujer levantándose las faldas en señal de saludo
Sin perder tiempo se retiró a donde estaba su esposo pidiéndole:
- Espérelo aquí, veré si puedo despertarlo y eso siempre me tarda como una hora
Augusto la vio retirarse sintiendo algo en su interior cercano a la admiración al ver su porte real y su belleza física. Aun así mantuvo sus pensamientos a raya, ella era la esposa del gobernador. Siendo un hombre cristiano no debía, ni podía, desear o… amar a la mujer del prójimo.
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