La carretera del estado de Nevada se encontraba desierta, solo un simple y maloliente vagabundo caminaba por ella sintiendo el calor del verano a las tres de la tarde. Bebía, como un pescado en el agua, tratando de alejar los fantasmas del pasado. Vestido con harapos, de cabello largo y barba espesa, aquel pobre hombre sentía la pesadez del sol veraniego de 1979 golpear su cabeza. Ese hombre, en otro tiempo, había sido un gran empresario; pero tenía dos debilidades en la vida: una era la bebida y la otra era el juego. Ambas debilidades eran tan mortales para él como la Kriptonita para “Superman”. Sin embargo, el Hombre de Acero, siempre podía vencer esa piedra verde o del color que le quisieran poner mientras que Johny Racer no tuvo esa suerte porque él era un hombre real, de carne y hueso, no un súper hombre imaginario proveniente de las historietas. Encontrándose en la ruina, Racer, caminaba sin rumbo por la carretera principal huyendo de su pasado, huyendo de sí mismo. En su huida, deliraba cosas sin sentido, cosas que él solo entendía y, dentro de poco, dejaría de entenderlas porque sus neuronas serian huevos fritos debido al calor del desierto junto a su crítico estado de ebriedad. Aun así prefería beber para olvidar las noches con cientos de mujeres, las fiestas interminables, esa maldita ruleta arreglada que siempre daba negro cuando él ya tenía todas las malditas fichas de las apuestas en su bolsillo. El calor debía hacerlo alucinar un poco debido a que escuchaba una canción en la lejanía, parecía una balada de Rock; pero Racer desconocía el conjunto que la tocaba y no recordaba haber escuchado ese tema con anterioridad. Miró hacia atrás, tratando de averiguar de dónde provenía la canción; pero no vio nada. Intrigado, dirigió su atención al frente, aunque tampoco parecía haber nadie a la distancia.
- Debe ser la botella- murmuró con un acento de borracho, continuando camino
La música parecía haber cesado por unos minutos hasta que volvió a sonar más fuerte que antes y ahora si se escuchaba a un auto acercarse a donde él estaba; pero Racer no seguía viendo a nadie a la distancia. Pasados que unos minutos, Racer, pudo escuchar el sonido del motor de un auto acercarse. Podía oírse al carburador rugir indicando que el coche iba a una gran velocidad. Racer quiso ver, nuevamente, por donde provenía el sonido debido a que sus nervios se encontraban alterados, sintiéndose como si fuese un animal siendo cazado antes que un vagabundo con mala suerte en la vida. Esta vez pudo ubicar el origen del sonido: este provenía por la parte de adelante. Sin embargo, pasados unos minutos, no pudo divisar a nadie acercarse, Racer comenzó a sentir el mismo miedo que siente un animal salvaje al oír a un depredador acercarse para devorarlo y no saber por dónde lo atacaría. Asustado, miró nuevamente a sus espaldas tratando de comprobar de una vez por todas quien podía venir con la música a todo volumen al punto de desorientarlo y asustarlo de esa manera.
Se acercaba por detrás e iba a toda velocidad. Era un auto de color negro; pero Racer no podía ver la marca del coche, parecía ser un Robert Single; pero después creyó estar viendo un Playmouht y más tarde pensó que se trataba un Ford. La ultima sensación que tuvo, al ver ese auto, fue que era un Callidac; pero todavía no estaba del todo seguro. Lo único que podía verse desde distancia era la matrícula del coche y este decía:
R1PP3R E- S0UL
Era un extraño juego de palabras porque la matricula parecía decir: “Ripper eat soul” Parca Devoradora de Almas.
El auto continuaba corriendo por la carretera dirigiéndose a un lugar en concreto. Racer se pudo tranquilizar un poco al ver que solo era eso: un auto de última generación que tenía la música a todo volumen, casi estuvo a punto de reírse al pensar en su anterior estado de pánico sin sentido alguno. Aquel pobre hombre no tenía la esperanza de que le dieran un aventón por lo que decidió continuar su camino; pero, aun sintiéndose nervioso por un motivo que desconocía por completo, no quería dejar de mirar para atrás. Aquello era ridículo, realmente le tenía miedo al auto, eso era estúpido. El coche pasaría cerca de donde él estaba y no lo vería nunca más.
El auto no aminoró la marcha; pero si se movió del carril dirigiéndose a donde estaba Racer. El miedo que sentía se acrecentó y su sorpresa se convirtió rápidamente en pánico, ya no pensaba en los animales salvajes del África sino en los asesinos seriales que salían en las noticias debido a que Racer no necesitaba estar sobrio, ni ser un genio, para darse cuenta de que el conductor no solo tenía las intenciones de dejarlo en la carretera sino también de atropellarlo
- ¡¿Oiga, qué está haciendo?!- le preguntó Racer asustado con un claro acento de borracho
La música sonaba a todo volumen y no parecía que él chófer le hubiese escuchado; pero, si así había sido, entonces no parecía importarle al conductor.
Racer no iba a perder tiempo intentando razonar con ese loco, sin apartar su vista del auto, largó a correr mientras gritaba por ayuda.
- ¡Socorro! ¡Ayúdenme! ¡Auxilio!- gritaba; pero era estúpido, nadie se encontraba cerca y quizás nadie iría en su ayuda si lo estuviesen. El desgraciado aumentó la velocidad de su coche acercándose a Racer, la música se oía como un trueno en la llanura.
Racer corrió lo más rápido que pudo; pero era tarde. Sus reflejos, como su velocidad, habían sido comidos por el alcohol. Aquella persecución era igual a una Tortuga intentando huir de una chita. El auto continuó acelerando hasta que lo alcanzó y estampó en su parabrisas. Racer, quien no había perdido la vista del auto en ningún momento, pudo contemplar que, en el asiento del conductor, no había nadie ¡El auto se estaba manejando solo!
Cayó en la carretera rompiéndose varios huesos y escupiendo sangre.
- Esto debe ser por la botella- se decía a sí mismo con una voz quebradiza que revelaba las pocas fuerzas que tenía en sus últimos momentos- no estoy viendo un auto que se mueve solo, es solo un desgraciado el que lo maneja; pero yo ya no puedo notarlo porque estoy ebrio
El auto detuvo inmediatamente su marcha, dando la vuelta y rugiéndole con su motor, como si fuera un animal salvaje. Racer ya no se veía como “Superman”, tampoco como un pobre vagabundo y mucho menos como un animal salvaje, ahora se veía como un alma indefensa que se encontraba imposibilitada de moverse confrontando a un demonio del averno que venía por él, que venía por su alma. Lo único que Racer veía aparte de eso era esa estúpida matricula que le indicaba el cruel destino que le esperaba, lo último que Racer pudo hacer antes de afrontar el final fue gritar de horror. El auto le aplastó; pero, antes de morir, Racer pudo ver la matricula nuevamente entendiendo el encriptado significado tras las palabras:
R1PP3R E- S0UL
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