Linda Jamie se despertó lentamente, aquella mañana de domingo, al oír como su novio preparaba las valijas. Esbozando una sonrisa que mesclaba ternura con picardia, Linda, lo observó en silencio.
Era un muchacho apuesto con un buen cuerpo que tenia bíceps y unos abdominales envidiables. Su cabello rubio, largo y ondulado se movía con el viento que entraba por la ventana de su cuarto. Karl Watson estaba sonriendo de felicidad al ver que su viaje de Nueva York a Las Vegas estaba por iniciar. Linda, por otro lado, no creía que fuese necesario un viaje tan largo para poder casarse antes de que sus padres supiesen que ella estaba embarazada.
- Será algo único, ya lo veras- le había dicho Karl con una sonrisa la semana anterior a ese viaje- podrás contarle esto a tus hijos cuando crezcan y me encantaría ver el rostro de tu padre cuando lo hagas
Lo que Karl no sospechaba era que Linda, muy en el fondo de su corazón, deseaba abortar a su nonato hijo.
De cabellera roja y ojos verdes Linda era una mujer que hacia justicia a su nombre en todo sentido de la palabra. Siendo de bellas facciones, como también muy fuerte carácter, ella no deseaba ser vista como una mamá modelo o ama de casa tradicional; pero tampoco deseaba hacerle daño a Karl al decirle sus intenciones reales en la vida, sin embargo la sola idea de dejar de beber y fumar por nueve meses solo porque el idiota de su prometido o novio le había comprado pastillas para la digestión en lugar de las anti conceptivas antes de que tuviesen relaciones sexuales.
Karl no podía estar más enamorado de su prometida de lo que estaba en ese momento. Su forma de ser siempre le era admirable porque no solo podía ser una gran amiga sino también una gran luchadora por sus derechos como mujer. Él, por otro lado, todavía no podía creer que una mujer como ella le pudiese dar atención, su amor o algo mejor que todo eso combinado: un hijo.
Toda su vida quiso ser un gran papá debido a que su padre se había ido de casa cuando él tenía seis años. Aquello le dejó con un vacio que necesitaba llenar de algún modo y cuando supo que iba a ser papá, Karl, pensó en lo primero que tenía como necesidad primordial: casarse con la mujer que amaba, de ese modo cuando su hijo naciese él estaría allí para él, o ella si era una niña, nunca lo dejaría como lo hizo su padre, jamás.
Se escuchó el sonido de una bocina y Karl se acercó a la ventana queriendo ver si eran sus amigos.
En el costado de la calle se encontraba una Van que tenía el símbolo de la “Wolsvagen”, Karl vio salir de la Van a sus dos amigos, Jennifer y Alex, estos lo saludaron. Karl les devolvió el saludo diciendo:
- ¡Saldremos en un minuto!- les avisó Karl terminando de vestirse
- ¿Es necesario que vengan?- preguntó Linda sintiéndose molesta e invadida a nivel personal
- ¡Claro que sí! Son los testigos de la boda, Linda- le recordó Karl riéndose por aquel despiste de su futura esposa
- Si, cierto- murmuró en voz baja Linda sintiéndose todavía molesta, con un quejido de cansancio añadió- lo había olvidado
Karl no pudo evitar ver que su futura esposa estaba muy disgustada y mal por todo lo que sucedía, sintiéndose un poco triste al ver que podía estar haciéndole un daño a su amada le preguntó:
- ¿Estás segura de que quieres hacer esto? Podríamos irnos a Los Ángeles y quedarnos allí para siempre, los tres juntos. Sabes que no pienso abandonarte
- Sé que tú no lo harías nunca- le contestó Linda con una sonrisa incorporándose de la cama y tomando su brazo con su mano derecha- pero entiende que todo esto es un poco repentino para mí: el bebé, mi compromiso secreto y el hecho de que tendremos un trabajo simple; pero sacrificado en un restorán de comida rápida en lugar de algo mas importante como una empresa u oficina
- Vamos mi cielo, no pienses así- la alentó Karl acariciando su cabeza- recuerda que todos los grandes empresarios del mundo nacieron en la pobreza ¿O nunca oíste de como se ganaba la vida Robert Golden antes de ser famoso?
- Como conductor de una limusina- rió Linda recordando aquella anécdota que habían visto por televisión haría un mes atrás cuando sintonizaron la Formula 1 de ese año y conmemoraron el triunfo de Golden en la carrera de Nueva York a finales de 1941, relatando su vida - supongo que tienes razón, mejor nos vamos
- Siempre juntos en las buenas y en las malas mi bella prometida- le sonrió Karl dándole un beso lento y apasionado
Ambos bajaron por las escaleras encontrándose con sus amigos. Aun con todas esas bellas promesas para el futuro, Linda, aun pensaba en que era mejor terminar con ese embarazo; pero tendría que hacerlo ver de un modo accidental para no romperle el corazón a su futuro esposo.
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