El oleaje se escuchaba aun a la distancia; pero él no estaba para nada lejos de ella. Con su auto estacionado frente a la playa, Lazy, pudo contemplar aquel enorme océano azul por primera vez en toda su vida. Posiblemente la policía vendría por él en algún momento debido a la pelea que tuvo su pandilla aquella mañana y se lo llevarían a la estación de policía para hacerle algunas “amables” preguntas, posiblemente no pudiese volver nunca a su hogar debido a que ahora era territorio de los Hermanos Carmesí o posiblemente todo habría acabado al regresar y nadie lo tomaría en cuenta debido a que solo era un pobre diablo que ni siquiera destacó en su propia pandilla, fuese como fuese Lazy se quedaría viendo aquel hermoso océano hasta que tuviera hambre, sueño o viniesen por él para llevarlo a la prisión de nuevo. Mirando a los costados, queriendo ver si había algún lugar donde poder refugiarse en caso de que no pudiese volver a su vecindario, notó un enorme edificio abandonado que se encontraba cerca de la playa, con las paredes, color pastel, rotas y llena de grafitis, los vidrios destruidos o inexistentes junto a una entrada que parecía haber sido forzada. Sonriendo, Lazy, decidió que pasaría allí la noche cuando el sol se ocultara en el horizonte como en las viejas películas de cowboy; pero antes contemplaría aquel océano durante el tiempo que le fuese necesario porque era hermoso.
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