Cuando el poli conspiranóico que apodé “Mulder” estaba de guardia,
solíamos charlar mucho. Con frecuencia entraba a tomar algo caliente porque el
invierno estaba realmente frío. Nos sentábamos en mi taller que daba a la
calle, así él podía mirar a la ventana. Me enteré que la poli robocop era su
amor imposible desde la infancia, ya que ambos se habían criado juntos en un
pueblo cercano.
-Creo que es de “esas”
-¿Por qué?
-Nunca tuvo novio
-Quizás nunca lo conociste. Igual sabés que yo soy “de esas” ¿no?
Cuando hablaba de mujeres en general era muy limitado e inevitablemente cambiaba de tema ante la falta de argumento. El tema inevitable era el debate si en mi panza había un alien o no. Incluso me prestaba libros que rara vez leía, a menos que sean en inglés.
Se tomó vacaciones de repente y se lo extrañaba un poco.
Vino de visita a traerme una carta y a mostrarme su reloj. Su reloj, a diferencia de la hora del celu, estaba 5 o 6 minutos atrasado. Me dijo que la lea en la cocina, tomando mate, como solíamos hacer. Me di cuenta que se estaba despidiendo y me daba pena, pero la verdad se había puesto bien pesado con los recuerditos y eso. Y no quería pasar adentro. Ya amigo, o despedite de una vez o pasá adentro que hace frío! Finalmente se fue y yo corrí al baño.
Mientras se iban los termos de mate que me había tomado toda la semana, pensaba que era un fastidio que de repente la gente me había empezado a hablar en código. Que las cameras in casita, que los 5 minutos del reloj perdidos, que los suits blah.. blah… que de una buena vez vengan los hombres de negro y me tiren las lucecitas del olvido y ya que se termine todo este corso.
Mi chica estaba trabajando así que fui a la cocina a leer la carta y a ver si Bery quería charlar de cosas vagas. ¡Me había preparado mate! Esta señora era un amor. Ella, con su cafecito con crema. Solía hablar mucho con un café entre las manos, pero esta vez sonrió cortito, se levantó y puso la máquina de pan a andar. La máquina de pan es muy escandalosa.
-Por fin se fue ese pesado, se iban a congelar en la entrada. Ven, toma un mate.
Me acercó el mate y un sobre. Un sobre más, ¿entienden? Ahí vamos otra vez a jugar a los detectives. El sobre tenía pasaportes, cédulas, plata en efectivo de varios lugares que no identifiqué, chips de celular y tarjetas de regalo por valor de 100 dólares. Entre todo serían cerca de 2 000 euros.
-Qué tiempo loco, uno no sabe cuándo debe tomar su mochila negra y salir corriendo. Es bueno que te haya traído una carta el señor ese, así no se pierde la comunicación. No la botes, consérvala.
Claramente estaba hablando de su sobre. Antes de irse para dejarme espacio (como si quisiera tener espacio sentada en la cocina al lado de una máquina ruidosa), tocó el libro de mandalas y asintió.
Amada compañera de conspiraciones,
con gran tristeza, la semana pasada me enteré que Kirschy renunció a la fuerza para ir a cuidar a su madre en su pueblo natal por motivos de salud de público conocimiento.
Ante tal suceso y sobre la base de la larga y estrecha historia de nuestra infancia, me puse a la tarea de brindarles ayuda de manera presencial.
Cuando llegué al hogar que tantos buenos recuerdos guardaba, la madre se encontraba sola, por gracia de la buena fortuna con una salud óptima, pero no tenía noticias de su hija.
Dadas las circunstancias poco fortuitas en las que me encuentro con cinco minutos mudos de mi vida, la misteriosa ausencia de mi colega y amiga, me veo en la posición incómoda de retirarme para dejar mi existencia a resguardo y así evitar más imprevistos.
Así como la mía, aprecio tu vida y deseo que todos tus planes lleguen a buen puerto.
Antes de convertir el sobre en cenizas, retira el amuleto. Me ha acompañado desde mi niñez. Hoy mi sexto sentido me dice que debo entregártela. No contiene radiactividad, pero no es un metal que la química conozca. Espero algún día, si conservo mi vida, relatarte las circunstancias extraordinarias en las cuales di con ella.
Quizás te sea de ayuda en un futuro.
Mi más sincero cariño
Mulder
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