El castillo de los magos se encontraba en una ubicación tan secreta que incluso los Magos más longevos no podían decir o saber con exactitud donde quedaba, solo sabían que el castillo les permitía su ingreso a los miembros más importantes y sobresalientes dentro de su Sociedad, siendo este el privilegio que Renetiel Suryarum poseía. Sus motivos para ir a donde se encontraba el Sacerdote, la figura más poderosa dentro del mundo de los Magos, eran más que justificables y aceptables: el mundo de los Hombres se iría a la guerra a menos que se cortara de raíz la causa del conflicto, la separación ideológica entre la Unión Soviética y los Estados Unidos.
Para los Magos, Los Humanos solo eran juguetes que no valían nada y a la larga podrían traerles problemas si no se los tenia bien controlados. Sin embargo esos juguetes aparte de darles diversión también les daban muchos más beneficios de lo que ellos pensaban que tendrían en un primer momento. Antes de que los Humanos inventaran la televisión era muy común que los Magos se aburrieran un poco al no tener otro medio de entretenimiento que no fueran sus libros de magia, lo mismo se podía decir del Cine y de la Radio. Las armas Nucleares no podían dañar a los Magos; pero si a los Humanos, si los hombres desaparecían ¿Qué harían los Magos sin sus juguetes divertidos? ¿Esperar a que las cucarachas evolucionaran para poder dominarlas? Eso tomaba mucho tiempo y era tan molesto esperar, mejor salvar a su medio de entretenimiento antes que esperar a que uno nuevo apareciera.
Renetiel se acercó al enorme Castillo y gritó
- ¡Mi nombre es Renetiel Suryarum y provengo de la ciudad de Londres en Inglaterra, vengo en mi propio nombre para hablar con el Mago Mayor sobre algo urgente!
Las puertas del castillo de los magos se abrieron permitiendo a Renetiel entrar al mismo para poder dar su única solución al conflicto venidero de los Humanos.
Las escaleras era lo único que le molestaba a Reteniel cada vez que debía de presentarse ante el gran Castillo Mágico, eran varias y el consejo se encontraba en el último piso. Casi jadeando, llegó al final de la escalera solo para encontrar una puerta, una que no usaría ni de broma porque era una trampa mágica que tenían preparada para aquellos que pudiesen entrar al Castillo Mágico sin ser invitados y sin pertenecer a su Sociedad. Si Renetiel entraba por esa puerta solo caería en un bucle infinito donde debería de ir al Castillo una y otra vez para tratar de salvar a la raza Humana de sus propias estupideces. Renetiel no tenía todo el día para jugar al peregrino olvidadizo.
Sus ojos se volvieron rojos, señal de que usaría sus poderes mágicos, y con un conjuro dado en su idioma natural, una mescla entre el Latín y el Celta, pudo hacer desaparecer un muro que se encontraba al costado de la puerta trampa revelando una escalera más que Renetiel, con un suspiro, tuvo que subir para encontrarse en la parte superior del Castillo donde todo el consejo Mágico lo esperaban.
Al llegar a donde ellos estaban, Renetiel, se puso de rodillas sintiendo un gran alivio en sus piernas debido a que estas le dolían por haber subido tantas escaleras. Alzando su voz para que ellos pudieran escucharlo, dijo:
- Gran Consejo, he venido ante ustedes con intenciones de pedirles que me concedan un favor para poder salvar a la raza humana- los murmullos de aquel enorme consejo de nueve ancianos que vestían con sotanas de diversos colores, no se hicieron esperar
- ¿Qué tipo de favor joven Renetiel?- le preguntó el Mago Mayor, un hombre de unos posibles cuatrocientos mil años de edad que llevaba una túnica blanca
- Como ustedes sabrán, la raza humana está cerca de su inevitable destrucción. Sus armas atómicas junto a su infinita estupidez están a punto de ser usadas en combate amenazando con despoblar a todo el mundo- le contestó Renetiel manteniendo su cabeza baja al dirigirse ante el Mago Mayor
- Una terrible situación sin lugar a dudas- afirmó el Mago de túnicas violetas, uno de los más jóvenes dentro de ese consejo- hemos querido evitar el conflicto de muchas maneras ; pero la naturaleza salvaje de los Humanos siempre ha sido un problema tras otro a la hora de tratar de tranquilizarlos, son muy ingeniosos; pero también muy inestables
- Les dimos la pólvora para que jugaran con ella- contó el Mago de túnicas doradas- para que pudieran crear hermosos fuegos multicolores en el cielo y ellos la usaron para crear armas potentes para matarse entre ellos, los cañones junto a las pistolas son sus creaciones, no las nuestras
- Les dimos el conocimiento de la civilización y ellos lo usaron para someter a otros- afirmó el Mago de túnicas verdes- fue después de que Roma intentase destruir a nuestros cultos en las islas británicas que decidimos actuar
- ¡Y reducirlos a ellos junto a su ego a cenizas!- exclamó el Mago de túnicas Rojas con una expresión de alegría malsana- aun recuerdo con cierta satisfacción el oír a esos engreídos gritar y llorar por sus vidas cuando los Godos les ganaron gracias a nuestros hechizos mágicos
- Si no fuera por nosotros Renetiel, esos primates salvajes ya se hubiesen extinguido en la Edad Media- finalizó el Mago de túnicas azules
- Por esa razón te preguntamos- le habló el Mago de túnicas negras- ¿Por qué razón deberíamos de salvar el culo de esos miserables suicidas otra vez? Desde mi humilde opinión, ellos no valen la pena
- La razón es simple gran consejo- les contestó Renetiel alzando su cabeza para que el Mago Mayor pudiera verlo a los ojos- porque sin los Humanos, nosotros nos aburriríamos, mucho
Sonriendo, el Mago Mayor asintió con su cabeza y se acarició su larga barba blanca
- Por favor, Renetiel, continua- le pidió el Mago Mayor dando inicio al plan de aquel joven Mago
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