Paul no se fue a dormir inmediatamente, ciertamente, le aterraba la idea de dormir. Dormir era algo que él no podía controlar y no importaba donde, acababa haciéndolo. Un dia bien podría caerse dormido y ser atropellado por muy bien que supiera hacia donde debía caerse. Dormir traía consigo incertidumbre, ¿se despertaría en la cama? ¿En medio de la calle? ¿El pasillo de su casa o quizás ni siquiera se despertaría? Si se despertaba, ¿volvería a tener un ataque de nuevo y vería aquella sombra a los pies de su cama? Sentía la ansiedad subirle por la boca del estómago cuando llegaba la noche. Pero ponerse nervioso solo provocaría lo que teme así que después de estar una hora sentado solo en el sofá, en la penumbra del salón, tratando de controlar su ansiedad decidió irse a la cama. Con suerte esta noche no recibiría la visita de nada.
Para desgracia de Paul sí que recibió visita, pero fue más leve que la vez anterior, solo había escuchado como si alguien hubiese estado arañando un mueble de madera obsesivamente y su agarrotamiento duró menos tiempo.
Se sintió un poco aliviado.
Para su sorpresa, su hermana aún estaba dormida en la cama, a su lado. No podía ver el reloj desde su lado pero aun era de noche, lo que significa que simplemente se había desvelado de madrugada. Paul se presionó el entrecejo con los dedos y una sensación de resaca se esparció en su cabeza como una ola en la orilla.
«No.
Ni hablar.
No me pienso dormir otra vez»
Se levantó nerviosamente de la cama intentando no despertar a su hermana y fue a mirar el reloj de la cómoda al lado de ella. «Las 4 y 10 de la mañana». Aún quedaba un rato para que ella entrara a trabajar, no podía quitarle horas de sueño. Agarró su móvil y fue a sentarse en el sofá de nuevo, no había mucho que hacer a esa hora a parte de mirar videos de gatitos en su móvil.
Se quedó dormido de nuevo.
Pie apagó la alarma del reloj y se estiró ampliamente en la cama antes de darse cuenta de que lo estaba haciendo demasiado ampliamente, se percató de que su hermano no estaba en la cama y se incorporó apresuradamente. Paul no era sonámbulo pero nunca se sabe que otra cosa podría desarrollar de la nada.
Lo encontró tirado en el sofá de lado, durmiendo, como si se hubiese caído, Pie ya no sabía cuando dormía de verdad o estaba en medio de un ataque aunque tampoco podía hacer mucho en el segundo caso……Esperar.
Unos días pasaron y Paul seguía dándole vueltas al tema, no sabía muy bien cómo contárselo a su hermana aún. Después de haberse pasado en casa sin apenas hacer nada, hoy podría salir de nuevo a pasear con Yaki.
Hoy no tenía sesión, pero caminar un rato porque sí estaba bien también. Era por la tarde, Yaki había tenido solo turno por la mañana así que le escribió por si le apetecía salir a dar una vuelta. En su camino, Yaki dió un bote en el sitio y miró a Paul.
—¡Me acabo de acordar, quería comprar algunas golosinas! —. Cambiaron de rumbo y se dirigieron lentamente al distrito comercial. —Cobré hace poco y quería darme un capricho, jeje.
La paga no era especialmente alta, pero también tenían derecho a usar su dinero en algo que no fueran solo facturas.
Dentro de la tienda, todo estaba lleno de cajones de plástico donde se podían ver bien las golosinas, algunos tarros de piruletas, chupa chups y barras de caramelo. El lugar era estrecho y daba la sensación de que todo se te podía caer encima al mínimo temblor. El olor a azúcar y anís se metía en la nariz y te dejaba un poco extasiado.
Yaki se quedó pensativa, mirando los tarros muy concentrada. Paul se dedicó a mirar todos los colores que habían repartidos por el cuchitril, mareaba un poco. Cruzó la vista por la ventana del escaparate para aliviar un poco sus ojos y se encontró a alguien pasando con una pinta un poco extraña.
¿Había mirado bien?
Una persona un poco extraña de vestimenta había pasado y si no se equivocaba parecía ser una chica.
Se giró para mirar a Yaki que aún miraba fijamente las golosinas mientras el dueño la miraba riéndose.
—Voy a salir un momento —dijo Paul, Yaki le confirmó con un “hmm”, estaba demasiado absorta en sus cálculos.
Le dió tiempo a verla desaparecer por la esquina de la calle. Decidió ir a su encuentro, algo arriesgado siendo él, pero aún así lo hizo. Viéndola por detrás parecía ser una chica, estaba toda vestida de azul y llevaba una boina. Por uno de sus lados sobresalía lo que parecía ser el mango de una pala.
Caminaba un poco agitada con un paso irregular. Le pareció un poco sospechosa, si es que lleva una pala, ¿a dónde va? No llevaba ropa de trabajo.
Estuvo siguiéndola durante unos metros más hasta que se metió entre unos edificios, parecía que había una pequeña explanada de tierra suelta, posiblemente no pasaba mucha gente por ahí. La chica dejó algo en el suelo y comenzó a cavar, se notaba incluso desde lejos que le costaba bastante realizar ese esfuerzo. Paul estaba escondido asomándose desde la pared de uno de los edificios, se dio cuenta de que no podía verle la cara, la chica llevaba puesta una máscara de gas.
Se apoyó de espaldas a la pared, ¿debería irse? ¿Qué estaría enterrando? Cuando se volvió para mirar de nuevo se encontró con la chica de frente.
Ambos se asustaron mucho y gritaron, ella dió un bote hacia atrás y salió corriendo en dirección contraria, mientras que Paul se cayó de espaldas.
La chica se paró a unos metros y se giró, Paul aún estaba tendido en el suelo. Extrañada se acercó a él lentamente y se encontró que estaba rígido en el suelo, no parecía respirar y no se movía, tampoco parpadeaba. Asustada comenzó a zarandearlo, pero no había respuesta.
La chica salió de entre la zona en la que estaban a una parte donde transitaba más gente. — a……………ayuda………! — pero a penas se la escuchaba y la máscara ahogaba más su voz.
Yaki se acercó a ella, —Perdona, no habrás visto a un chico con la piel oscura y una camiseta de rayas, ¡ah! Y con ojeras—. En realidad no había escuchado a la chica, se acercó a ella porque era la única persona que estaba parada en la calle.
La chica asintió con la cabeza, la cogió por la muñeca y la llevó a donde estaba Paul.
—Vaya, se ha desmayado otra vez, menos mal que estabas cerca. No se por que se había ido tan de repente —. La chica pareció aliviarse cuando Yaki comentó que simplemente se había desmayado, debía ser algo normal en él. —Queda bastante lejos de casa como para que lo lleve yo sola, vamos a tener que esperar aquí. A saber cuándo se despertará… —Yaki lo apoyó en la pared del edificio y ella se echó en la pared a esperar. La chica los miraba.
—Gracias por ayudarme — le dijo mirándola.
Se acercó.
—…—. Parecía que quería decirle algo, pero Yaki no podía escucharla así que ambas se acercaron. —……S…v-vivo aquí cerca……quereis…………subir……? —dijo en un hilo de voz.
Yaki se quedó pensativa, es cierto que la había ayudado, pero nada más. No debería fiarse de extraños, aunque esta chica parecía que rondaba su edad. ¿Era siquiera una chica? Pero no podía cargar con Paul hasta casa y tampoco quería dejarlo tirado en el suelo como un saco de cemento. Si era cierto que vivía cerca… Estaría alerta de todos modos.
Yaki aceptó la oferta, la chica parecía bastante aliviada cuando la oyó. —Necesitaría que me ayudaras a llevarlo, sujetalo por los pies — dijo y lo sujetó metiendo los brazos por debajo de las axilas. La chica fue a cogerlo de los tobillos nerviosamente.
El apartamento no estaba muy lejos y llegaron con algo de esfuerzo, tuvieron que pararse un par de veces porque la chica se cansaba.
Era un lugar pequeño, de una sola habitación. Había un escritorio pequeño, una cama, una mesita con una máquina de coser y una pecera de cristal con un pez de goma, también había una gramola pegada a la pared y a su lado una máquina con un tubo de goma, en la esquina había una lámpara de pie con forma de caracola. Dejaron a Paul en la cama y Yaki se sentó en la silla junto a la máquina de coser. La chica se sentó en el escritorio.
—Es un sitio pequeño pero es lindo —dijo mirando al pez de goma moverse torpemente en la pecera. Al no recibir respuesta se giró para mirarla.
La chica estaba enchufando el aparato de al lado de la gramola a la pared, era un poco ruidoso, desenrolló el tubo y le colocó una especie de tapabocas de plástico transparente. Lo dejó sobre sus regazo y se desabrochó la máscara de gas que llevaba dejándola sobre el escritorio y se puso la máscara de plástico cubriendo la boca y la nariz.
Suspiró profundamente.
—A…Así mejor… —dijo con una voz muy suave. Sí que parecía ser una chica, quizás más joven que Paul y ella, tenía su pelo azul recogido en dos coletas bajas y tenía el flequillo muy corto y algo despeinado. Sus ojos eran grandes y redondos de color castaño claro.
Yaki la miró analizando su cara y luego habló. —Tendrías que haberme dicho que tienes problemas para respirar, y yo haciéndote cargar con él.
—No pasa nada…… —sonrió de forma boba arreglándose el flequillo.
Ambas se quedaron en silencio unos minutos hasta que Yaki habló de nuevo. —¿Y…………cómo te llamas? Yo me llamo Yakinduria, pero es muy largo así que puedes llamarme Yaki —sonrió. —Nabel… —. Se podía notar que era una chica bastante tímida.
Nabel le ofreció algo de beber, aunque no tenía mucho donde elegir. Una hora aproximadamente más tarde, Paul se despertó.
Estaba bastante confuso por el cambio de ubicación, se incorporó rápidamente en la cama y se mareó un poco, afortunadamente no se estaba levantando de la cama o se habría caído al suelo.
Yaki se acercó rápidamente a él para preguntarle cómo se encontraba.
Cuando logró enfocar la vista, se quedó mirando a Nabel, le sonaba de algo pero no sabía muy bien de qué. Por su parte, Nabel se encogió en el sitio y fijó la mirada en el borde de la cama.
Yaki le explicó qué había pasado hasta ahora y él exclamó señalando la máscara de gas que había divisado sobre la mesa del escritorio.
—¿E-eres una chica? —preguntó algo avergonzado. —Si…
—B…Bien…perdona que te siguiera pero…¿podrías decirme que estabas haciendo? —hizo un gesto de cavar con las manos. —Oh……¡oh! Estaba…enterrando una rata que me encontré… —. Yaki y Paul se miraron. —¿Estabas enterrando una……rata? —repitió Yaki, incrédula.
—Si, si, me dió penita… —fijó la mirada en sus manos. —Siento haberte asustado… —. Paul negó con la cabeza, fijando la mirada a alguna parte perdida de la habitación. —No pasa nada… —. Yaki miró a uno y después al otro, «una pareja de introvertidos» pensó, esperaba que no entraran en un bucle de pedirse disculpas el uno al otro.
Silencio.
Ninguno habló durante unos segundos, Paul y Nabel miraban espacios vacíos de la habitación mientras que Yaki rotaba la mirada entre la ventana y ellos.
—Bueno, ahora que ya estas despierto creo que deberíamos irnos —dirigió la mirada a la dueña de la casa quien volteó a verla al escucharla. —Te agradezco de nuevo que me hayas ayudado, Nabel —se estaba levantando de su sitio cuando de repente hizo un gesto de haberse acordado de algo.
—¡Casi me olvido! Nabel, ¿tienes transistor? —Yaki sacó un aparato rectangular de su bolso. —Ah, sí sí, tengo —abrió un cajón del escritorio y sacó un aparato de aspecto similar.—No lo uso mucho asi que espero que aun tenga batería… —giró la pequeña llave que tenía detrás el aparato y sonrió al ver cómo se encendía. Pero no le quedaba apenas batería así que ambas se apresuraron nerviosamente a conectarlos mutuamente para reconocer el número de la otra. Nabel miraba su transistor con la sonrisa aún en los labios, mientras que Yaki miraba como Paul se bajaba de la cama.
—¡Así podremos seguir en contacto!
—Lo siento, no traigo el mío conmigo hoy… No esperaba este desvío en mi ruta… jaja… —Paul se rascó la sien un poco avergonzado por ser el único fuera de lugar en ese momento.
—¡N-no pasa nada……la próxima vez que nos veamos! —dijo negando con las manos, quería quitarle importancia al asunto, además ella estaba más que contenta por haber conseguido un contacto. “Por fín voy a poder darle un uso”, pensó.
Nabel se puso de nuevo la máscara de gas y los acompañó hasta fuera de la entrada del edificio para despedirlos. Los tres se despidieron con los brazos hasta que estuvieron lo suficientemente lejos como para dejar de verse entre el vapor de contaminación.
Al final había resultado ser un buen día después de todo, Paul y Yaki hicieron una amiga nueva y Nabel consiguió a sus dos primeros amigos.
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