Capítulo 1: El reino conquistador.
Primera parte: Un reino nacido lejos de casa.
Dicen que después de la tormenta viene la calma, pero no siempre es así. Cuentan, que este mundo no tiene fin, mas sin embargo, parece repetirse entre los mares. Otros, celebran que el “Sacro Imperio Teocrático de los Priores de Vale”, aquel que gobernó hace un tiempo en 6 continentes, haya caído después de 1000 años de dominio en su momento.
Aun así, cada nación que conformaba el Sacro Imperio heredó su fe y su cultura, inclusive, en los lugares más recónditos de ese gran imperio. El Santo Resplandor divino llegó hasta los cuatro puntos cardinales del mundo para brillar con fuerza entre las tinieblas, entre el bien y el mal, lo perfecto y lo defectuoso.
¿Cómo se puede negar la majestuosidad y gloria del señor de Omnipotente Resplandor, que iluminó a su pueblo para hacerlo regir sobre los demás pueblos del mundo?
¿Quién más, sino el magnánimo señor Omnipotente lleno de gloria y poder, para dar el primer puesto a su pueblo entre todos los demás?
No cabe duda que las sagradas escrituras describen como fue que nuestro único Dios derrotó a los falsos dioses hace más de 1200 años, y desde entonces, el pueblo que sigue la fe del Omnipotente Resplandor, ha llegado a casi todos los rincones del mundo conocido y ha colaborado en eliminar la barbarie e ignorancia de los paganos:
En el año cero de nuestro señor, el dragón rojo, cuyo nombre era Redhorn batió sus alas en el aire. Un solo golpe de sus alas podía destruir una ciudad completa. Nuestro señor, el omnipotente resplandor bajó desde el cielo en su carruaje dorado y exclamó: “Quieto, engendro ¿Por qué destruyes a mi pueblo?”. El dragón, sin entender prosiguió atacando, “¿Acaso ellos merecen vivir?” dijo Redhorn. El omnipotente resplandor le miró con abnegación e infinita misericordia, “Oh, Redhorn, como desobedeciste mis mandatos te quemarás con tu mismo fuego, y vivirás bajo tierra para siempre”. Y así fue.