En una habitación no muy amplia, de altos muros color salmón, en la que se situaba una simple mesa de madera con intenciones de escritorio, unas cuantas repisas atestadas de encuadernados y un atril, se encontraban dos personas.
Una tocaba… y la otra escuchaba.
Repentinamente, el sonido que reinaba en el cuarto, producto de la fricción del arco de la ejecutante contra las cuerdas de un violín añejado, fue rotundamente cortado por la intromisión de una pregunta con tono intimidante. La chica quien había estado interpretando la pieza, separó el arco de las cuerdas y volvió la mirada hacia la de su profesora, quien la observaba con aterradora expectación emanándole de los ojos color ocre.
---... ¿Qué cosa maestra?---preguntó después de revisar el papel sobre el atril, sin poder descubrir cual había sido la causa de la interrupción.
Los ojos de la maestra se giraron con fastidio.
--- ¡Ahí!, ¡Ahí niña!, en el compás cincuenta y siete… ---le indicó la mujer, mostrando impaciencia---Hay escrito un Sol sostenido, y tú has tocado Sol natural…
Los ojos de la muchacha se posaron rápidamente sobre el lugar indicado y captaron el error.
--- ¡Oh!...---exclamó con suavidad---Si, es cierto… lo siento…---se disculpó, dejando que una dulce pero apenada sonrisa apareciera en su rostro.
La mirada de la maestra se vio de nuevo invadida por un gesto de exuberante fastidio.
---Es el problema con ustedes los alumnos--- dijo con aires de haber llegado a una conclusión ineludible--- No saben leer, solo ven las notas en el papel y tocan sin tener en cuenta lo que realmente se encuentra escrito en la partitura.
La muchacha brindo algo más de pena a su sonrisa, y bajo la mirada en espera de la siguiente orden de la profesora:
--- Toma de nuevo ese pasaje, desde dos compases atrás, donde comienza la frase…
La maestra tarareó con impecable afinación el segmento de notas al cual se había referido, y presurosa, la chica colocó su violín en alto. Posó el arco sobre las cuerdas, y entonces, la habitación volvió a llenarse por el inconfundible sonido de las notas del concierto #1 para violín en La menor de Johann Sebastian Bach.
Con sonido dulce, no muy cargado, la chica tocó el resto del concierto sin cometer equivocación… o al menos, ninguna que valiera la pena como para interrumpirle. Separó el arco de las cuerdas y desencajó el violín de su cuello al dar la última nota escrita, dando tiempo, con actitud y mirada expectante, a que la profesora dictara su veredicto. Esta tenía la cabeza gacha, el cuerpo perezosamente recargado sobre el respaldo de la silla, y en su boca se dibujaba cierta línea insípida, pero lo dijo… no con mucha emoción ni festejo, pero lo dijo…
---Bastante bien…
El rostro de la muchacha se vio ahora iluminado por un gesto de deslumbrante alegría, el cual apresuró a tratar de opacar ante la fiera mirada de acero dorado de la maestra.
---Pero necesitas trabajarlo. Ese concierto debe ser más agresivo, con más presencia ---espetó con furiosa autoridad la docente--- no puedes tocarlo tan suave y dulcecito como pretendes hacerlo.
---Si maestra---contestó la chica sin poder ocultar su alegría.
---Y quiero que te lo aprendas de memoria, ya fue bastante tiempo de leídas.
---Si maestra--- volvió a decir la chica.
La docente dirigió una última mirada petrificante hacia su alumna. El aleteo de el pajarillo que se había asomado a presenciar la clase rompió con la afonía.
---Ya puedes irte. Guarda tus cosas y adiós.
La chica se apresuró a obedecerle, depositando con delicadeza al querido instrumento en el interior de su estuche, y guardando el encuadernado color lila dentro de otro apartado, se hecho el violín al hombro y dirigió hacia la puerta para abrirla.
---Adiós maestra Hayes, nos vemos el lunes.
---Adiós niña, no llegues tarde…
Una ultima afirmación con la cabeza y la chica cerró la puerta, dejando tras de si a la maestra y su humor de los mil rayos. Corrió por el largo pasillo, y bajo las escaleras con gran rapidez, procurando no tomarse del barandal de madera podrida que estaba a punto de desmoronarse. Pasó por los salones de piano y guitarra y se encontró con el obstáculo que personificaba su maestro de solfeo, anteponiéndose a la entrada.
--- ¡Hey! ¿A dónde va tan deprisa?--- expresó este al ser habilidosamente esquivado por la chica.
--- ¡A casa!--- le contestó esta sin dejar de avanzar hacia la puerta.
---Que le vaya bien… salúdeme a su hermana.
--- ¡Si!--- exclamó mientras se alejaba por la banqueta.
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