El clima se había tornado un tanto más gris y sombrío. En el cielo se avistaban perfectas masas de nubarrones color grisáceo, y el viento de otoño, anteriormente calmo y reconfortante, ahora soplaba con algo más de capricho. Se avistaban tiempos de tormenta.
Kate ya había ordenado su acostumbrada taza de té tipo shai y muffin de naranja con arándanos cuando, desde detrás de la portada de su edición #38 de “Linda Cereza”, pudo vislumbrar la silueta de un chico acercándose al mostrador. Desde que entró por la puerta del establecimiento, pudo reconocerle. Y cómo no, si lo conocía desde que ambos eran unos chiquillos, pero, razón con más peso era esta: que tal chico, al cual galardonaban con el título de “Capitán del equipo de Volley ball” de la escuela, la traía, completa e irremediablemente, loca. Despistadamente, desvió la mirada hacia otro lado cuando sintió el inminente peligro de ser sorprendida en el acto de contemplarle. La punta de sus largas y tupidas pestañas chocó contra el filo de su flequillo al retornar la mirada casi inmediatamente después, y entonces una pícara sonrisilla iluminó su rostro. ¡Él era tan guapo!, con sus piernas delgadas, su piel color oliva y su cabello negro que contrastaba con el avellana de sus ojos.
--- ¿Y ya tienes planeada la luna de miel?
Kate se vio escandalizada, la curvatura de su sonrisa se abrió en una “O” perfecta de gruesos labios color frambuesa. Las facciones de su rostro de ángulos marcados se tornaron a la preocupación.
--- ¡Abi!, ¡Cállate!--- dijo con la voz ahogada, sonrojándose como una de las cerezas de su revista, la cual, azotó contra la mesa--- ¡Te va a oír!---agregó, propinándole un apático manotazo al antebrazo de su amiga.
Abi sonrió por detrás del humo de su taza de té verde. Sus ojos redondos color gris brillaron con travesura mientras se apartaba un fino y largo mechón de cabello castaño de su bonita cara. Dio un sorbo a su bebida e inmediatamente después, frunció las cejas con dolor.
--- ¡Lo ves!--- volvió a vociferar Kate, con su característica voz de corneta--- ¡Por andar de chistosa con tu amiga!--- sentenció, haciendo que los múltiples brazaletes de su muñeca tintinearan con vigor al apuntar el castigado rostro de su compañera.
---…Está ardiendo…--- susurró Abi, agitando la mano frente a su boca.
Kate le ofreció una servilleta, mientras gesticulaba exageradamente con rostro y manos su ansiedad.
A causa de sus actitudes y forma de hablar, a Kate se le podía catalogar fácilmente como una “Chica Fresa” pues abría demasiado la boca al sorprenderse, se escandalizaba con facilidad; su mano se cubría los labios de forma atónita con frecuencia, y la emoción le invadía sin dificultad, pero, más que serlo por pretensión, o mala crianza, a Kate parecía venirle más como un asunto de simple naturalidad. Abi en cambio, era más sobria. Más madura y práctica, con tendencia a veces en parecer antipática; sin embargo, su sonrisa era ingeniosa, como la de una bromista, sus conversaciones brillantes, como de maestra, y el corazón lo tenía sincero, como el de una gran colega, una que siempre se preocupaba por aquellas a las que había designado como amigas.
Kate la seguía asistiendo con algarabía, cuando un fuerte golpe, seguido de un sinfín de exclamaciones ruidosas se alzó por encima de todo el atenuado barullo del establecimiento. El chico que despachaba detrás de la barra del café (un muchacho fornido, de cabello color cobre y rostro salpicado de pecas) había chocado contra algo y tirado un vaso de cristal muy pesado. Justo en ese instante, la puerta del local volvía a abrirse, y una chica, bajita y rubia, entró para inmediatamente comenzar a reprender al muchacho con un comentario sarcástico.
--- ¡Vaya!, si es el señorito “mata vajillas”… ¿Qué haces… armando de las tuyas de nuevo?
---Mira pollito…---comenzó a decir el muchacho, dibujando una media sonrisa con la boca---Más vale que comiences a considerar buscarte una lista de insultos nuevos… “mata vajillas” no es nada original…
El rostro de la muchacha se encendió con indignación contenida, entornado los ojos hasta casi convertirlos en dos simples líneas, después hizo una mueca horrorosa y se dirigió con rabia hacia la mesa de la ventana.
---Es un tonto--- comentó Kate, girando los ojos con fastidio mientras la rubia tomaba asiento a su lado.
---Dilo con más fuerza, para que se entere.
---Y de paso haces que Zac volteé hacia acá---comentó Abi con ronquera, dándole otro sorbo a su té, a pesar de.
Kate abrió la boca para reclamar tal comentario, que pudo haber llegado hasta los oídos del mencionado, pero la recién llegada la interrumpió.
--- ¿Y Lizzie?, ¿No ha llegado verdad?
Abi negó con la cabeza y la rubia hizo un mohín de desaprobación.
---Ya sabía…---dijo con desencanto resignado---Siempre llega tarde. ¡Ni siquiera toma en cuenta que esta es una reunión de estudio!
--- Sabes que mencionó que llegaría un poco tarde, Naomi--- le recordó Abi, asemejándose a una madre.---Y no nos hemos reunido para estudiar. Solo nos organizaremos con la tarea que nos dejaron para hacer en equipo.
--- Si Nao…No te molestes…---apoyó Kate, mirando a su amiga con indulgencia.
Naomi arqueó las cejas en un gesto orgulloso. Se soltó la rubia cabellera, que llevaba en una coleta alta. Su cabello, que apenas le llegaba a la altura del mentón, le enmarcó el rostro con sedosa suavidad.
---Pues debería apurarse---dijo, haciendo como si se mirara las uñas---está a punto de llover.
Un relámpago alumbró el cielo, apoyando al comentario de la chica, y le siguió un rugido atroz.
Kate se cubrió los oídos mientras chillaba, y a Abi casi le se le cae la taza de las manos del susto. Justo en ese momento la puerta de la entrada volvió a moverse, y entonces, la apurada figura de Lizzie, con su cabello danzándole sobre los hombros, se adentró al afamado café-bar “Piqué-niqué” de la calle Grecia. Llevaba puesta una capa roja tejida, cubriendo lo que parecía, una deformidad en su espalda. El bulto le hacía que la prenda se le ajustara en los brazos, y ocasionaba que Elizabeth se inclinara en una posición que le exigía caminar encorvada. Avanzó hacia la mesa de la ventana, dando pasitos de puntitas, cuidando de no chocar contra nada y volteando hacia el piso.
--- ¿Pero…que…?
El trío de chicas comenzó a reírse. La querida Lizzie, siempre con esa tendencia a hacer cosas ridículas pero adorables. Solo por eso, Naomi decidió no reclamarle nada, y con una sonrisa, recibió a su amiga, indicándole que se sentara al lado de Abi.
--- ¡Hola chicas!---saludó Elizabeth, tomando asiento con torpeza, pues no se había deshecho del bulto.
--- ¡Lizzie querida!--- entonó Kate, aturdiendo a Naomi.
---Katie… no grites…
---Deja…---Abi procuraba no reírse---deja te ayudo Lizzie.
Hábilmente, la chica desabotonó la prenda, y entonces Elizabeth pudo liberarse de su improvisada camisa de fuerza.
--- ¡Gracias!---dijo, y se apuró a quitarse el estuche del violín de encima--- Tuve que ponerme la capa arriba. No quería que se mojara si empezaba a llover.
--- ¿Fuiste a música?--- preguntó Naomi, a quien aparentemente, el mal humor le había vuelto. Su voz había tomado un tono molesto.
Lizzie le observó confundida.
---Si…tengo clases por la tarde toda la semana. ---contestó con suspicaz dulzura.---Hoy tuvimos ensayo seccional de cuerdas para la orquesta---agregó, tratando de sonar menos incomoda---El director me dijo que tal vez me daría la parte del solo de la pieza que ensayamos.
--- ¡Hey!, ¡Genial!--- le felicitó Abi.
---No lo sé…---Lizzie bajó la mirada---No soy tan buena… él piensa que toco bien pero…aún me falta…
--- ¡Ash!--- siseó Naomi con impaciencia--- ¡Tú siempre con esas cosas Elizabeth!, ¿Por qué no admites que si tocas y ya?
Abi y Kate intercambiaron miradas ceñudas. Lizzie pudo haber contestado, pero se mordió los labios, y decidió no hablar. Cuando Naomi se ponía en plan “te voy a corregir la mente” no entendía razones, pues, por alguna razón, se sentía con la responsabilidad de dar “consejos de vida” que, a lo contrario de su concepto, realmente nadie requería. A pesar de eso, Lizzie la quería, pues era una amiga fiel; alegre cuando se lo proponía, y con muchos rasgos de carácter que se podían admirar, como su corazón para defender a los desprotegidos, y ese ímpetu de siempre buscar mejorar. A pesar de ser mandona, Naomi lograba ganarse el cariño de quien con ella convivía.
Un camarero llegó a la mesa donde las cuatro chicas se sentaban, y dejó tres humeantes tazas y un platón con cuatro muffins de muy buena pinta. Cada uno iba destinado a una de las chicas: el de vainilla con chispas de chocolate era para Naomi, mientras que el de naranja y arándanos iba reservado a Kate. El de avena y miel pertenecía a Abi, y el de fresas y almendras era el favorito de Lizzie. Cada uno era muy diferente entre sí, pero juntos, formaban un muy buen cuadro para exponer en cualquier libro de repostería.
Las riñas se esfumaron en el momento.
---Bien…--- dijo Naomi, con una nueva sonrisa que le quedaba mejor a su semblante--- ¡Al ataque!
--- ¡Que comience la reunión!---agregó Kate con alegría.
Lizzie aspiró con fuerza el aroma que salía de la taza con su bebida favorita. Té de canela con leche y sonrió con delicia. Se peinó un rizo rebelde, poniéndolo detrás de su oreja, y dio el primer sorbo. A su lado, Abi saboreaba del primer bocado de su pastelillo, sacudiéndose después las migajas que le habían quedado en sus labios en forma de corazón. Naomi había comenzado a disfrutar de su taza de capuchino caliente, dejando que la espuma le invadiera la punta de su pequeña nariz, mientras Kate… bueno… no paraba de hablar. Sus hermosos ojos oscuros parecían cambiar constantemente de tamaño con cada nueva frase que enunciaba, explicándole a sus amigas algo sobre no se qué mancha repulsiva en la pared de su baño. Fue con ese tema de entrada que todas comenzaron a conversar. Los diferentes timbres de voces se entremezclaban y preguntaban cosas con la familiaridad que debían tener cuatro chicas que habían sido amigas desde el preescolar.
Convenían en cuál sería la mejor manera de repartirse el trabajo para hacer la tarea correspondiente a la clase de deportes (una maqueta que fuera una réplica de un campo de futbol real) cuando Lizzie soltó un gritito ahogado.
--- ¿Qué pasa Lizzie querida?--- quiso saber Kate, brindándole una mirada de cejas extrañadas.
--- ¡Casi lo olvido!
--- ¿Qué cosa?--- preguntó Naomi, sonriendo de repente, pues adivinaba que se avecinaba una gran novedad.
---La casa de al lado… alguien se muda.
Naomi y Abi entonaron a coro:
“¡¿La casa embrujada?!
--- ¿Cuál casa embrujada?---preguntó Kate, muy consternada.
Abi y Naomi la observaron incrédulas.
--- ¡Ay Katie!, ¿No te sabes los chismes?--- preguntó la segunda.
--- ¡No!--- exclamó Kate, cada vez más preocupada.
--- ¡Ay!, ¡No puede ser!--- exclamó la rubia, suspicaz.
---Deberías contarle la historia entonces--- le indicó Abi a Elizabeth, con un golpecito en el hombro.
Lizzie arqueó las cejas con astucia. Amaba poder contar una buena historia.
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