UNA SONRISA DESLUMBRANTE.
Escuché una tribu a lo lejos,
Danzan al fuego de una hoguera,
Nunca podrás escapar de lo que somos,
Susurraron mil voces mi nombre.
Paula Canyul.
El cuervo me observaba.
Sí, ese cuervo no dejaba de mirarme fijamente.
— ¿Tú eres su amo? — titubee un poco ya que no estaba segura de terminar la frase.
Dios estaba hablando con animales, animales que hablaban del infierno y me preguntaban qué golosinas eran mejores.
¿Este era un buen momento para empezar a rezar y cargar una cruz en el bolsillo?
O era demasiado tarde para arrepentirme por pensar cosas desagradables de Dios.
Podrían juzgarme no lo creo yo nunca había recibido ayuda divina.
— Sí, este es mi amo y tú también debes decirle amo. ¿Dime qué entendiste? — me dijo Kelpie mientras se sentaba a mi lado, me observaba expectante.
— Le tengo que decir amo a esa cosa. — conteste sin pensar.
— ¡¡Vaya!! Eres la humana más malagradecida y grosera que he visto. — voltee a ver a kelpie.
me mostraba unos dientes afilados.
Grrrr
— Debes decirle amo humana, mi amo fue quien te salvó y curó tus heridas. — sus ojos brillaban con un destello rojo y dorado.
— Me dijiste que me cuidarías y me estás asustando. — me levanté lentamente al notar que el cachorro no dejaba de gruñir.
— Vamos kelpie tranquilo. — le dijo el cuervo y así sin más el perro se volvió a sentar.
— Pensé que los perros comen pájaros. — Solté de nuevo.
Al parecer hoy me faltaba un filtro para mi cerebro ya que no estaba procesando lo que salía de mi boca.
— Quiero mantener a Kelpie a raya y no me estas ayudando. — me contestó molesto.
—Lo siento. — dije mirando al cachorro que volvía a mostrarme los dientes.
Toc toc
Alguien tocó la puerta antes de abrirla lentamente.
— Sabía que te encontraría aquí, pero dime con quién estabas hablando. — Eduardo se acercó a mí sin dejar de mirar alrededor.
— No hablaba con nadie. — contesté sin mirarlo, el cuervo lo miraba fijamente antes de salir por la ventana, el cachorro se quedó a mi lado.
— A veces hablo solo y creo que está bien, no tienes que sentirte avergonzada. —
— Vaya día, se que no me lo vas a decir, pero cómo fue que sus heridas desaparecieron no te enojes conmigo, pero esas heridas estaban ahí yo las vi. — desvié la mirada hacia la ventana
— No se de que estas hablando yo no vi nada. —no quise contestar tan bruscamente aun así lo hice para mandar la indirecta, no debes entrometerte en lo que no conoces.
— Tranquila solo no creí ver algo así, pero por más que lo pienso sé que las vi claramente.
— Por favor solo déjalo pasar. — conteste mirándolo a los ojos.
No quería que indagara en mi vida y se viera envuelto en lo que sea que me pasaba.
El viento soplaba fuerte tras la ventana por donde aquel cuervo había desaparecido, pensé por un momento que él insistiría, pero se acercó a la ventana y la cerró de golpe.
— Pronto será invierno, debes traer ropa más gruesa o podrías enfermarte. — cambio de tema entendiendo mi indirecta.
— podemos ir a la cafetería por algo caliente. — me ofreció su mano, me negué a tomarla.
— No creo que deba salir en este momento, los policías y periodistas que están fuera creen que soy una salvaje. —
— Una salvaje adorable— me dijo y de repente abrió grandes los ojos y sus mejillas se colorearon de un rojo intenso.
Era como si él no estuviera seguro de lo que había dicho.
— No quise decir eso, bueno quiero decir si te ves adorable pero no quería decirlo, sa-sa-sabes es mejor que no me hagas caso. — me dijo agarrando su camisa y tratando de aflojar un poco, como si el aire le faltara.
Mis mejillas también enrojecieron, pero por una razón diferente.
Me había olvidado de kelpie y él estaba a punto de orinar sus zapatos, como un cachorro travieso estaba levantando su pata trasera listo para hacer el tiro de gracia.
— ¡¡¡No lo hagas!!! — grité sin pensar me arrodille para cogerlo en brazos.
Eduardo asustado se echó atrás tropezando con la esquina de un pupitre, cayendo de espaldas con un sonido sordo, un gemido de dolor se escapó de sus labios.
Traté de acercarme para levantarlo, pero una voz me lo impidió.
— Aléjate de mi hijo. — Una voz femenina y temblorosa se dirigía a mi.
Al darme la vuelta, la madre de Eduardo se apresuraba a él, me veía con una mueca de desagrado.
En esta situación se veía como si yo lo hubiera empujado.
— Yo no. — quise defenderme, no quería más malentendidos.
— Mamá estoy bien, le estaba mostrando a Yuli un truco, me resbale y caí no la culpes. —
Me defendió Eduardo quien se levantaba y con una sonrisa brillante trataba de convencer a su madre quien me observaba con desconfianza.
— No tienes que mentir hijo escuche su voz gritándote. — le dijo en reproche
— Es que quise mostrarle que podía levantarme sobre mis manos y avanzar por un metro pero me caí madre, por eso ella me gritó que no lo hiciera.
— Yuli es una buena chica y es la chica con mejores notas de la escuela, no me malinterpretes madre no quiero mentirte, solo que la gente suele juzgarla sin conocerla.
— Está bien, me disculpo por gritarte. — me dijo la señora más tranquila
Me ofreció una sonrisa pequeña mientras me ofrecía su mano.
— Soy Rosaly. — no quería tomar su mano, pero sabía que si me negaba ella podría malinterpretar o pensar que era una maleducada.
Con mi mano temblorosa tome la suya, trate de aguantar el jadeo de sorpresa por todos los recuerdos dolorosos que tenía y los recientes pensamientos ella me veía como un peligro para su hijo, a pesar de su sonrisa yo no le agradaba y deseaba que me alejara de su familia.
La solté rápidamente.
— Creo que debes irte— me dirigí a Eduardo.
No quería meterlo en problemas y su madre se veía todo menos simpática, él frunció el ceño a su madre, mirándola con reproche por la mirada que ella me ofrecía.
— Está bien, siento haberte asustado con mi caída. — me dio una sonrisa que hizo cosquillas en mi estómago, su sonrisa de dientes blancos y perfectos era hermosa.
Ahora entendía por qué Miranda había sido tan posesiva con él y alejaba a cualquier chica que se acercara, era un chico hermoso, pero no solo era hermoso su amabilidad y madurez lo hacía más atractivo que los otros chicos que eran como un par de gorilas maleducados a su lado.
Le devolví la sonrisa y me despedí de ambos, estaba lista para ir en busca de mi padre, pero él y el abogado se asomaron por la puerta.
— Es hora de irnos Yulianne. — Mi padre me llamó.
— gracias por venir por mí. — les dije
Pero mi mirada se dirigió a kelpie, le hice un movimiento de cabeza esperando que entendiera que debía seguirme, no quería que se quedara aquí haciendo travesuras.
Asintió y con paso perezoso me siguió.
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