Elizabeth se vio sorprendida por el efecto que su reciente descubrimiento le causó a sus sentidos, y sin querer hacerlo, dejó que la manzana se le escapara de la boca al articular una mueca de anonadado asombro en su rostro. El fruto cayó y resonó contra la maleza seca de detrás del muro con sordo crujir, y los siguientes instantes fueron una entremezcla de pavor y reproche, en los que se reprendía a ella misma por ser tan poco sigilosa y se apresuraba a elevar de nuevo su tórax, para así quedar cubierta de nuevo por el follaje dorado del roble, antes de que el rostro de la persona se encontrara con el suyo.
--- ¡Rayos!--- masculló la chica al momento de dejar caer la manzana e inmediatamente elevarse hacia la rama.
--- ¿Eh?... ¿Qué?--- enunció una voz allá abajo.
Lizzie sintió que moría, advirtiendo como se iba el calor a sus mejillas.
---… ¿Hay alguien ahí?...
Se mordió el labio con demasiada fuerza, tanta que se causó daño, cosa que le hizo soltar otra exclamación chillona. Se tapó la boca inmediatamente después
---… ¿Hola?...---la voz insistió.
¿Debería contestar a aquellas preguntas desde su alta localización en aquel roble?, ¿Qué sucedería entonces?... ¿La juzgarían de fisgona?, ¿Rara?... ¿Inapropiada?
…No quería averiguarlo.
Supo entonces Lizzie, que no había tiempo que perder. Tenía que bajar de ese roble, tomar sus zapatos, y salir corriendo con todas su fuerzas hasta salir del bosque. Así que, tan veloz como su desdichada coordinación se lo permitió, Lizzie bajó del árbol, y, sin olvidarse de sus zapatos, salió disparada a esconderse tras la protección de la maleza otoñal de la arboleda.
Lamentablemente, todo aquello no fue efectuado con mucho silencio y cautela, y el chico de abajo pudo percibirla.
--- ¡Oye!, ¡Espera!
No podía ser cierto, ¡La estaba siguiendo!... iba tras ella.
Qué vergüenza… y todo por andar de curiosa, espiando con una mala imitación de contorsionista, desde las alturas.
Bien y sabiamente decía el dicho popular, el cual Lizzie se repitió con jadeante y angustioso reproche:
“La curiosidad mató al gato”
--- ¡Espera!--- llamaba la voz a sus espaldas.
Las ramas se interponían, y el terreno se tornaba un tanto confuso, pero Elizabeth supo cómo controlar aquello. No la alcanzaría. Ella conocía mejor el paisaje, y el terreno. Se sabía de memoria el paraje. Ese era su bosquecito, y nadie podría alcanzarla mientras corría por él.
Saltando, y zigzagueando velozmente, Lizzie cruzó la pequeña campiña con una agilidad que ni siquiera ella, era consciente que poseía. Subió por veredas truncadas por ramas, esquivó agujeros que se habían formado por lo húmedo de la tierra, brincoteó encima de las rocas del pequeño arroyo, e incluso salto de lado a lado la pequeña zanja que separaba parte del terreno. Los pies desnudos se le hundían en la tierra blanda y pegajosa del bosquecillo a cada salto que daba, y el cabello se le pegaba a la cara sudorosa, pero Lizzie, no se detuvo. Ahora lo disfrutaba. El estar esquivando la persecución de alguien le resultaba extrañamente divertido.
Por fin salió a terreno despejado. El sinuoso, angosto, pero bien definido sendero que ascendía a la parte trasera de su casa apareció ante ella, y Elizabeth, al fin pudo respirar.
--- ¡Oye!, ¡espera!
Aún iba tras ella.
Velozmente, Lizzie se ocultó tras un árbol, una desnuda benjamina que estaba comenzando a tomar bastante tamaño. El corazón le aporraba las costillas con fuerza, y sintió un leve ardor en los tobillos, pero, a muy duras penas, la chica pudo silenciar su jadeo, y se quedó tan quieta como una estatua detrás del tronco.
El inconfundible sonido de alguien emergiendo de la floresta vino después. También jadeaba, y por lo desacompasado de sus pasos contra las hojas, Lizzie adivinó que se tambaleaba un poco.
---…Espera…--- jadeó la voz, necesitada de aliento.
Lizzie sintió algo de pena al escuchar aquella petición. ¿Debería salir desde detrás de la benjamina y presentarse?
…Tendría que dar explicaciones. ¿Qué iba a decir?, ¿Qué había practicado un mal espionaje y que en lugar de disculparse había incurrido a la fuga por temor a ser juzgada?
…Patético. Pero era lo más correcto de hacer. Así pues, contando para darse valor a sí misma, Elizabeth salió desde su escondite un poco más frenéticamente de lo que hubiera querido, encontrándose con una inesperada situación.
Ya nadie la esperaba.
Para su sorpresa, suspiró aliviada. Había logrado esquivar al extraño con éxito y no tendría que apenarse más de la cuenta.
¿Quién sería?...
Revisó sus cargas en ambas manos. El libro en una, los botines y calcetines en otra. ¡Qué hábil era!, merecía reconocerse a sí misma, pues además de esquivar a un extraño con éxito, no había olvidado nada.
La voz de su mamá vino después.
--- ¡Beth!
Las piernas de Elizabeth sintieron el cansancio, y volteando hacia abajo, la chica pudo distinguir el rojo que le emanaba de uno de los tobillos. Luego, recordó el mordisco en el labio inferior que se había auto-proferido. Lo buscó con la lengua y otra punzada le hizo gesticular con dolor.
--- ¡Beth!
La voz de su madre era dulce, pero ya se le oía apresurada, así que, sintiéndose un tanto ridícula, pero aún eufórica por la carrera de allá atrás, Lizzie se apresuró a llegar a casa.
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