Caminaron por el vasto desierto debajo del ardiente sol durante horas. William sudaba a mares; pero no deseaba mostrar su cansancio para no irritar a su inesperado compañero de viaje. Aquel sujeto, en cambio, no sudaba una gota ni olía mal siquiera. Durante la mayor parte del trayecto ambos estuvieron callados, William no deseaba hacer otra pregunta sin antes ver el terreno en el que se encontraba, debía ser una época o un lugar determinado de la historia, no podía estar en una era desconocida para la humanidad ¿O sí?
Ambos se detuvieron al oír un sonido que parecía ser los cascos de un caballo corriendo a gran velocidad. El sonido aumento al acercarse a ellos delatando que eran dos Caballos los que se aproximaban a ellos.
- Me parece que tendremos compañía- supuso William esbozando una sonrisa de alivio
- Si- le respondió Arkanzoal con un tono tenebroso- dígame doctor Tyler ¿Usted sabe hablar lenguas antiguas?
- Muy pocas- le respondió William sintiéndose un poco avergonzado
- Pues espero que los jinetes que se acercan a nosotros hablen algunas de esas lenguas que usted conoce o de lo contrario prepárese a pelear- le advirtió Arkanzoal manteniendo una pose amenazadora
- No creo que sea necesario Arkanzoal- le respondió William con un tono despreocupado- no creo que ellos deseen dañarnos sin motivo alguno
- Personas que visten raro y hablan otra lengua en posibles tiempos de guerra- le respondió con sarcasmo Arkanzoal- si, es claro que no tendrán motivos para querer cortarnos la cabeza
- Estoy seguro de que exageras Arkanzoal- le respondió molesto William ante las paranoias sin sentido de aquel guerrero águila- las personas no son tan irracionales como tú piensas
- Probémoslo- le respondió Arkanzoal cruzándose de brazos viendo hacia el horizonte- allí están y, por sus ropas, parece que pertenecen al imperio Bizantino
William dio vuelta su cabeza hacia el horizonte y los vio en la parte superior de una enorme duna. Las suposiciones de Arkanzoal eran ciertas, aquellos dos hombres tenían armaduras de metal con relucientes cotas de malla junto a rojas vestiduras con la figura de un pescado en sus pectorales, sus rostros estaban tapados por unas mascaras medievales. Claramente aquellos dos soldados eran las unidades de caballería bizantina conocidas como: Los Catafractas
- Muy bien Arkanzoal, observa como una persona civilizada les habla a estos señores- le respondió William esbozando una sonrisa y dirigiendose a donde los Catafractas se encontraban. Manteniendo su agradable sonrisa los saludó- señores, buenos días
Los Catafractas se miraron entre ellos y hablaron en otra lengua, su tono mostraba sorpresa y miedo. Tras una pequeña discusión inentendible, uno de ellos desenvainó su espada mientras su compañero apuntó con su lanza al cuello de William
- ¡Esperen, vengo en son de paz!- exclamó William tratando, con mucha dificultad, de mantener su sonrisa; pero los gritos amenazadores e inentendibles de los Catafractas le hacían imposible el mantener la calma
El Catafracta que sostenía la lanza intentó arremeter contra William; pero un sonido de disparo se escuchó y aquel hombre cayó al suelo muerto. El otro soldado miró de donde había provenido tal hechicería y vio al demonio con cara de ave apuntándolo con una especie de arma desconocida.
Se bajó del caballo dispuesto a pelear contra su oponente mientras William intentaba convencerlo de que aquello fue un accidente. El Catafracta blandió su espada dispuesto a matar a aquel hechicero del demonio; pero, cuando iba a atacarlo, se escuchó nuevamente el tronido de aquella arma desconocida y aquel jinete cayó muerto al suelo con una herida de bala en el pecho.
William vio con ira a Arkanzoal quien tenía una nueve milímetros en su mano, furioso por lo sucedido le gritó algo que debía ser obvio para aquel guerrero águila, o quizás no.
- ¡¿Acaso eres un Jodido idiota?! ¡Acabas de alterar la historia conocida!
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