Las campanas la despertaron bruscamente, una joven de cabello negro y ojos azules se cayó de la cama debido al susto que tuvo cuando oyó las campanas, sin embargo el caerse de la cama no era lo malo en esa situación, lo malo era que estaba en una cucheta siendo la parte alta donde ella dormía. Debajo de su cama, su pequeña hermana comenzó a reírse al ver como Jazmín Oliveiro se había dado un buen golpe… otra vez
- ¡Oh, ya cállate!- le pidió con un quejido Jazmin a su hermanita mientras se sobaba la cabeza con una mano y la cintura con la otra- a ti te pasaría lo mismo si durmieses en la parte de arriba
- No lo creo- rió su pequeña hermanita levantándose de la cama- yo no soy tan asustadiza como tú, hermana
De unos catorce años, la pequeña Silvina Oliveiro era similar a su hermana en cuanto a cabello negro se trataba; pero sus ojos eran verdes, ambas hermanas vivían en una pequeña casa en las afueras del pueblo, siendo vecinas de Irene. Su madre había muerto unos años atrás por lo que Jazmín, siendo la hermana mayor, era quien se ocupaba de criar a la pequeña Silvina. Aquello podría haber sido un infierno para Jazmín de no ser por algo que ella solía emplear de forma natural y para nada forzada o complicada: su sentido del humor.
Jazmín solía ser una gran bromista que intentaba, bajo todos los medios, hacer que su pequeña hermana tuviese una sonrisa en el rostro, que ella viese la belleza de vivir en lugar de sumirse en la depresión de una vida donde su madre estaba muerta y nadie sabía el paradero de su padre. Teniendo dieciocho años Jazmín solía alegrar las mañanas de Silvina cantándole, haciéndole bromas o solo jugar con ella; sin embargo esta mañana las risas de su hermanita no fueron debido a algo gracioso que Jazmín hiciese a propósito. Con un quejido Jazmín se acercó a la ventana para decir:
- Al parecer Tirinas se ha entusiasmado mucho con las campanas, sería capaz de despertar a nuestro santo padre con esas campanadas
- Hermanas, no digas esas cosas- la regañó Silvina con severidad, Jazmín la vio sorprendida; pero Silvina sonrió y le dijo- sabes que ni un terremoto despertaría a ese viejo dormilón
Jazmín continuó viéndola sorprendida solo para echar a reír debido a la divertida broma de su hermanita a la cual amaba como si fuese su propia hija.
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