"Viento del este, brisa del mar, están proclamando que habrá novedad…”
--- ¿Qué dices?
Elizabeth se vio arrebatada de su momentánea ensoñación con aquella pregunta que, en voz de Kate, había sonado como una alarma a lo largo del pasillo por donde caminaban.
--- No… nada, nada. Solo notaba que el viento está muy juguetón hoy. ¿Tú que me decías?
---Te preguntaba si habías logrado terminar la tarea de algebra.
---No… aún no…
--- ¡Ay!, ¡tampoco yo!, es que no logro entender. ¿Sabes si de casualidad el maestro nos dará más tiempo antes de entregársela?, sería de gran ayuda… ¡Lizzie!, ¡Despierta!
Lizzie volvió a la realidad con un brusco respingo. Algo a la distancia había captado su atención. Dos figuras caminaban apartadas de la multitud por el camino de entrada al colegio.
--- ¡Ay!---sonrió avergonzada--- Lo siento Katie. Creo que hoy estoy más distraída de lo normal. ¿Me decías?
Kate entornó los ojos con fastidio, pero igual repitió (con renovada energía) sus dudas a Elizabeth, quien ahora, se esforzó en ponerle toda su atención.
Lizzie no creía en fantasmas y era una muchacha más dada a la serenidad que al nerviosismo, pero no podía negar que aquel día, se había despertado un tanto alterada. Había estado bastante fugada, viendo personas extrañas por todas partes. Su paranoia llegó a tal grado, que confundió a su propio primo con el loco del pueblo. Todo se lo debía a cierto incidente ocurrido un par de tardes antes, en el jardín delantero de su casa.
…
Habiendo terminado de cenar, y descubriendo que el clima lo ameritaba, Lizzie había concretado volver hasta el viejo roble del bosquecillo para ver si volvía a encontrarse con “la persona”. Había pasado todo el día torturándose y reclamándose el no haber actuado de la manera socialmente correcta, y fue cuando, tras un angustioso momento en el que hundió la cara en la almohada para tratar así de deshacerse de su vergüenza, llegó a la conjetura de que debía disculparse, y el único sitio probable para explayarse y eximirse era al pie de aquel formidable árbol enorme.
Como era de imaginarse…no hubo suerte, y como el sol ya estaba dando sus últimos ases de luz sobre las copas de los arboles, Lizzie regresó a casa.
---Bueno… al menos tuve la intención… ---se dijo mientras abría la rejita que separaba el interior de su diminuto jardín trasero con el resto de la floresta---Pero…quizá ni siquiera vuelva a ver a la persona. Pensé que sería quien se mudaba al lado…pero no creo…no es posible…no. Seguramente era algún tipo que pretendía hacer senderismo o algo así…si, yo creo que no vendrá más por aquí…
Mientras susurraba esto, decidió no entrar a la casa, sino ir y pasar lo último que quedaba del día sentada en el columpio que colgaba del árbol de cerezo plantado en el jardín delantero, pues el viento era agradable, y los colores del cielo otoñal, francamente divinos. Así que, caminando por el estrecho pasillo que se formaba entre los muros de su casa y la reja oxidada de la casona color ocre, Lizzie cruzó hasta la parte delantera de su propiedad en donde el columpio se balanceaba con pereza, simulando un confianzudo saludo a la chica que incontables veces había ido a terminar sus jornadas balanceándose en el. Sin embargo, Lizzie no llegó a sentarse sobre su columpio en aquel atardecer, pues algo más llamó su atención.
Era extraño… una melodía flotaba en el aire. Algo tenue y melancólico, parecido a un preludio de Chopin. ¿A caso lo estaba imaginando?, nunca había dejado que su imaginación cobrara tal nivel de realismo.
Intrigada, buscó la fuente de la melodía, y percatándose que provenía desde la casa vecina, se agazapó y asomó por uno de los huecos que el tiempo y ella misma habían hecho entre los restos secos de la tupida madre selva que cubrían el cancel de la casona.
La melodía que se escuchaba parecía salir de una de las ventanas de las habitaciones de abajo de la casa, y era tan clara que bien podría haber sido la reproducción de un CD; pero Lizzie había escuchado ya suficientes pianos en la academia de música como para saber distinguir el sonido de uno grabado y otro que se estaba tocando en vivo, y este, sin duda, era el muy limpio sonido de una excelente interpretación del preludio en Mi menor de Chopin, siendo tocada en ese momento sobre un piano real.
El viento dejo de soplar, y la mente de Lizzie se vio cautivada por el sonido de las notas del preludio… amaba las piezas de Chopin.
De repente, la música paró.
El viento comenzó a soplar de nuevo, con un ímpetu renovado, y entonces, Lizzie pudo percibir un fresco aroma a flores de jazmín.
Extrañada por tal suceso (pues no había ningún árbol de jazmín cerca) volteo en dirección a donde provenía el perfume y se descubrió siendo observada.
---Hola.--- le saludó la chica, después de que Lizzie soltara un respingo, pues se encontraba a centímetros de su cara.---Perdón por asustarte. Es que me he metido a tu jardín por equivocación. Venía evaluando como se me veía el cabello, y confundí la entrada de tu cerca con la mía.
Elizabeth apenas y pudo entender bien lo que le decía. Tan solo pudo asentir tontamente. Después, la chica rio.
--- Es que sabes, no me había cortado el cabello así nunca. ¡Me gusta!... ¡Ah!, pero no le dije nada a mi papá y hermano. Espero no se molesten demasiado. En especial papa…
La chica hablaba con tanta familiaridad que a Lizzie comenzaron a entrarle dudas sobre si la conocía o no. Pero nunca la había visto antes.
Era una muchacha muy bonita.
Su rostro era ovalado, y sus facciones tremendamente agraciadas. Tenía el puente de la nariz largo y curveado, como el perfil celestial de las actrices de cine, y su sonrisa era radiante. Parecía que tenía los labios con su propio tinte rojo natural, y la piel como de porcelana. Su cabello era negro, y lo llevaba muy corto, en un corte bob desmechado. Sus manos, con las que se cubrió la sonrisa picaresca, eran pequeñas y de uñas almendradas, como de muñeca, y su voz pronunciaba cada palabra de una manera muy franca y refrescante.
Sin embargo, lo que más llamó la atención de Lizzie fueron sus ojos, pues parecían cambiar de color a cada instante, como si fueran un par de estanques que reflejaran la luz. ¿Eran verdes?... ¿Grises?... ¿Azul cielo?...
--- ¡Giulietta!, ¡Giulietta!... ¿Dovei sei?
--- ¡Oops!, creo que me llaman… a ver qué pasa. Gusto en conocerte, discúlpame por meterme a tu jardín. Espero no te moleste, pues eres muy bonita y me gustaría ser tu amiga. ¡Ciao! ¡A presto!
Y así como apareció, se fue, corriendo para meterse a través de la vieja reja al jardín de la casa de al lado.
Lizzie se quedó tumbada en el césped de su jardín delantero, medio aturdida.
¿Qué rayos había sucedido?... ¿Había conocido a su nueva vecina?... O acaso… ¿A un fantasma?
Sin embargo. para el domingo,a diferencia de su temple, la casona de al lado había vuelto a sumirse en una calma sepulcral. No se había visto transitar a nadie por la periferia de la misma en todo el día, y fue tan solo por la noche, que una sola ventana de la casa se vio iluminada, mientras de nueva cuenta, la lluvia y el viento azotaban y desmarañaban toda la entidad que representaba a Cherry-Fields.
…
La escuela se encontraba especialmente ruidosa aquella mañana, o tal vez eran los oídos de Elizabeth que captaban todo con demasiada nitidez. Todo era risas, saludos y chismes, y de repente, el tosco y molesto sonido de una risotada mordaz le hizo ponerse en guardia.
--- Vaya, vaya, vaya. Pero ¿qué tenemos aquí?
---Willy…--- gruñó ella con hastío.
La fuerte figura de un muchacho de cabello cobrizo y piel bronceada salpicada de pecas se presentó en su camino, bloqueándoles a Kate y ella la entrada a su aula de clases, apoyando la fornida espalda con galbana sobre el marco y estirando un bien trabajado brazo hasta el otro extremo.
---Hola ratoncita. ¿Ya pasaste por la biblioteca hoy?, ¿Qué cursilería sacaste de entre los estantes?--- preguntó con una sonrisa de pendenciero.
Elizabeth adoptó su pose de desafío acostumbrada: levantando el mentón con aristocracia y arqueando las cejas con postín actuado para darle impacto a su media mirada. Había despertado con tendencia a impresionarse, pero no dejaría que el patán de Willy la amedrentara.
---Eso a ti no te concierne…---espetó con ofensa.
--- ¡Uy, uy!, buen léxico Lennox. Me das miedo. Apuesto que así lograras que te den el premio a…
---Déjanos pasar Willy. No seas pesado.---le interrumpió Kate, arrugando la nariz con desagrado.
---Mira Katherine, a ti no te estoy hablan…
---Ya viejo. Déjalas pasar. No seas cansado.
--- ¡Zac!--- chilló Kate, poniéndose repentinamente colorada. Zachary Sprout le devolvió el saludo con una refrescante sonrisa de dientes perfectos. Sus largas pestañas le hicieron sombra en las mejillas al entrecerrar sus ojazos.
---Pasen señoritas.---agregó muy galante, ignorando el resoplido que William le dedicaba.---No dejen que mi amigo las espante. Es un gruñón, pero es bueno.
---Gracias…--- canturreó Kate, derritiéndose como un helado.
---De nada. ¡Lizzie!, ¡luces bien!--- exclamó el chico al pasar Elizabeth a su lado. Ella contesto con una sonrisilla que después transformó a un mohín furibundo, dedicado al pelirrojo.
William Molckobicks y Zac eran amigos desde la infancia. Uno era divertido, amable y muy simpático. El otro tosco, rudo y antisocial. Un par de muchachos que parecían brillar con fulgores opuestos, pero que juntos, hacían buena mancuerna. Conocían a Lizzie desde el preescolar, y tal como pasaba con sus tres amigas, ellos formaban parte del panorama de su vida común.
--- Como desearía que me saludara como a ti Lizzie… ---suspiró Kate, sintiendo envidia de la familiaridad con la que Zac la trataba.
---Buenos días chicas--- saludó Naomi, sentada detrás de su escritorio, mascando chicle con deleite pandillero y no prestando atención a la compañera que casi se da de bruces contra la duela de madera al pasar por el camino obstruido por su enorme maleta color turquesa, lanzada sin cuidado al lado de su silla.
---Naomi, buenos días. ¿Has escuchado lo de Patty Holland?--- preguntó Kate con urgencia, tomando su respectivo asiento, al frente del de su amiga.
Ambas chicas iniciaron a comadrear con tal regodeo sobre el asunto de la desdichada e hinchada Patty, que a Lizzie, en vez de desdeño (pues odiaba el chismorreo) le dio gracia.
--- Y una se pregunta que por que son amigas--- comentó Abi con sarcasmo desde su lugar, justo al frente del escritorio de Elizabeth y al lado del de Kate.
--- Y si.---sonrió Elizabeth, sacando sus útiles de la mochila y guardándolos en el compartimento del escritorio.
Abi y ella comenzaron a mantener su propia conversación sobre el domingo anterior y lo que había pasado en la iglesia, riendo con ganas cuando recordaron la última de las bromas que había pronunciado el pastor durante su predicación. Hablar con Abi era muy agradable, y a Lizzie la calmaba, lo cual, en esos instantes, aprovechó y agradeció muchísimo. Fue entonces cuando timbró la campana y la señora Lennox, quien era la maestra de literatura, entró al aula.
Elizabeth se sentía afortunada de que su madre pudiera ser su maestra, pero no porque la tuviera más mimada que a los demás (la maestra Lennox nunca había mostrado favoritismo en un salón de clases), sino porque en realidad, era una muy buena pedagoga, apasionada por la docencia y el buen arte literario. Ella era la profesora favorita de todos. Se lo había ganado a base de comprensión y rectitud ante sus alumnos, a los cuales, ella amaba con sinceridad.
--- ¡Buenos días Profesora Lennox!---la saludó Zac, sonriéndole con cariño.
--- Buenos días. Buenos días a todos. Hola Willy, Abi. ¡Danny, que bueno que viniste hoy!--- exclamó gustosa la rubia docente al notar con agrado que el último asiento de la segunda fila era ocupado por su acostumbrado habitante, un muchacho de constitución estrecha, cabello negro sedoso y ojos almendrados brillantes del mismo color. Este le devolvió el saludo con una tenue sonrisa. ---Hoy tenemos una actividad algo diferente, como recordarán.---anunció con emoción contenida, una vez que todos habían tomado sus respectivos asientos---Pero antes, debo presentarles a un nuevo compañero. El se mudó a nuestro pueblo la semana pasada, y hoy iniciará a tomar clases junto con ustedes.
El aula se ensordeció con susurros y expresiones de sorpresa en cuanto la profesora terminó de enunciar aquello. Todos se volteaban a ver con asombro, extrañeza o emoción, preguntándose quién sería y de que rábanos se trataba todo aquello.
A Lizzie se le aceleró el corazón. Las miradas de sus tres amigas se giraron rápidamente hacia ella con expectación.
--- ¡Lizzie!, ¿Y si es tu vecino?--- le preguntó Abi.
--- ¡Debe serlo!, ¿Quién más podría ser?---aseveró Naomi, con voz napoleónica.
Kate ahogó uno de sus grititos emocionados, sonriendo de manera teatral.
Lizzie quedó aturdida.
Se escucharon unos pasos. Alguien entro por la puerta, y se puso al frente del salón.
Todos guardaron silencio.
Lizzie alzó la mirada y el viento, proveniente de la ventana, le revolvió el flequillo con travesura.
---Este…---anunció la profesora desde su escritorio--- Es Joshua Bournet. Su nuevo compañero.
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