Cómo podría olvidar el primer día que vi esa esperanza en su mirada, pero esta vez dirigida únicamente a mi persona. Yo aún era una jovencita sin malicia, eso le facilitó las cosas al que ahora era mi esposo. En un principio todo fue amor entre enamorados, pero conforme pasaron los siglos ese amor se convirtió en una rutina diaria.
Y las rutinas acaban con la felicidad de un feliz matrimonio
Casi me sentí morir cuando vi esa felicidad que hace años era por causa mía y de mi compañía, hora reflejados hacia otra persona, hacia otra mujer... que ahora ocupaba el corazón del hombre que yo amaba...
Lo vi irse a trabajar esa mañana con el corazón en el puño de mi mano, con el temor de que al volver me encontrara con él, ahora, amante de otra mujer.
Me dirigí a mis aposentos con los nervios a flor de piel, suplicando a mis presentimientos que esta vez no se cumplieran.
Era incapaz esa mañana de llevar a cabo mis responsabilidades de Diosa del Hogar, teniendo en la mente las odiosas imágenes de "Mi" Dios, "Mi" hombre en los brazos de otra mujer. Siendo feliz a su lado, porque en mis brazos ya no lo era hace mucho tiempo.
Mire por la ventana sintiendo el día gris igual a como estaba mi desolado corazón. En qué momento había fallado yo como esposa, en qué momento le faltó algo a él cómo esposo mío que era, y en qué momento él comenzó a dejar de ser mío para ser de esa odiosa mortal que ahora me arrebataba lo que yo más quería en la vida.
Resople molesta, realmente molesta. Pero con la dignidad de una Diosa, me levanté de la silla con mi orgullo aun intacto siempre con el pensamiento "es solo una aventura, un desliz" y me dirigí a la cocina a preparar la cena para el dios de mis sueños.
Me escondí en los matorrales que había alrededor del castillo de la ninfa que ahora ocupaba mis pensamientos. Una princesa tan hermosa como ella, tan humilde, tan alegre y tan, pero tan...
Pensé que todo esto debió haber pasado en alguna vida, pero esa vez lo había hecho enamorado de la que ahora era mi esposa. Mi hermosa y amorosa esposa Perséfone...
Ahora mismo debía estar preparando la cena, añorando la repentina visita de su esposo, que este la abrazara, la besara y la amara toda la noche sin cansarse, pero como iba a hacer eso si ya mi corazón pertenecía a esa ninfa disfrazada de mortal que enloquecía mis pensamientos y mis razones.
Tal cual lo hicieran las brujas para engatusar a los hombres que se le resistían.
La vi voltearse al sentir la mirada segadora de unos ojos anhelantes de ver ese cuerpo desnudo ser tocado por las aguas cristalinas, que ahora adornaban mágicamente su alrededor.
Cuantos celos sentía ahora de esas simples aguas que tocaban su piel de marfil, esas manos recorriendo sus muslos, y su cuerpo aun virgen, cuando deberían ser las mías las que locas de excitación recorrieran ese cuerpo que enloquecía mi corazón como solo una mujer lo había podido lograr en toda mi existencia y esa mujer se encontraba ahora mismo en nuestro hogar esperando la llegada de su fiel esposo.
Una vez esta termino de bañarse, salió del agua y se vistió con ropas limpias. Al ver que ya no ganaba nada estando ahí, me levante de mi escondite y me dirigí a mi hogar, con mi esposa, comenzando a sentirme como un mal hombre.
Engañaba a mi mujer con una simple mortal, cuando se suponía que tenía en ella, en mi esposa, todo lo que pudiese desear.
Perséfone era bella y hermosa. Una gran mujer, de grandes ojos, y habilidades increíbles. Buena esposa y buena amante. Amorosa cuando se necesitaba, pero persistente en conseguir lo que deseaba a cualquier costo.
Entonces, ¿por qué la atracción hacia esa mortal?
¿Qué parecido tiene tan grande con mi Perséfone que me enloquece tanto... ?
Tal vez la juventud y la inocencia que esta ya no poseía y que yo extrañaba como nada en este mundo.
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