ARGUMENTO 2
CAPÍTULO 6.1 | MENSAJERO
“Luego de ese suceso terrible que yo mismo provoqué, lo mínimo que podía hacer era encargarme de su hija, sin embargo, no fui capaz de permanecer a su lado como lo habría hecho un padre ordinario, todo en esa niña me hacía pensar en ella, su voz, su rostro e incluso su mirar me hacían recordar el gran error que cometí al abandonar al amor de mi vida”
- ¿¡Maestro Kurai!?- Así me llamaba ella.
-Buenas noches, pequeña Miila. Perdón por llegar de pronto-.
-No, no se preocupe, usted puede venir cuando deseé-. Me respondió apresurándose a preparar un par de sábanas y ropa limpia para mi estancia.
Miila era la última en la línea familiar de los Kuroi, la familia a la cual serví desde que tenía unos 15 años, su abuelo me nombró su tutor hasta que cumpliese la mayoría de edad al morir sus padres, todos sus bienes estaban a mi cargo y como su representante me correspondía lidiar con los acuerdos comerciales que su abuelo dejó respecto a las tierras que estaba vendiendo para que Everlight se expandiera alrededor de la mansión.
-La nueva industria solicita esta área- Dijo el alcalde señalando un mapa de la ciudad - ¿Qué opina sobre la oferta, señor Kurai? -
-Se acerca demasiado a los límites del bosque. Lo siento, tendrá que elegir otro sitio o rodearlo, mi amo fue muy claro con sus antecesores y conmigo sobre la importancia de no tocar esas tierras-
-Pero ¡Señor Kurai, sea razonable! ¡Llegará un punto en el que ese bosque tendrá que desaparecer, la ciudad sigue creciendo y pronto no quedará nadie de los Kuroi, podemos reubicar a la señorita Miila sin problemas en alguna de las áreas residenciales donde no le faltará nada! - Me insistió.
Fruncí el ceño, la osadía de mencionar el fin de la familia a la que sirvo me tomó por sorpresa y me enfureció - ¡No metas a la joven Miila en esto! ¡El bosque está prohibido para tus clientes y para cualquiera, es el área sagrada de nuestra familia! ¡No está en venta ni un metro cuadrado de esa tierra! - Gruñí golpeando la mesa con el puño para retirarme de la oficina del alcalde.
El alcalde encogió los hombros y cerró los ojos, intimidado por mi voz, casi rogando me pidió responderle en persona a los clientes que habían solicitado la compra, accedí de inmediato, no había nada que considerar, la mañana siguiente me presentaría para responder de la misma manera a esos insistentes inversionistas.
Me sentía fatigado, lo cansado del viaje y la mezcla de emociones luego de haberme molestado tanto me habían agotado, tomando mi maleta abordé un taxi que me dejó en la entrada del parque de diversiones que apenas rozaba los límites del bosque, hacía sólo seis meses que había estado en la ceremonia de inauguración del parque junto a la señorita Miila, la ciudad de verdad estaba creciendo muy rápido.
Cómo siempre, la joven me recibió con atenciones, me veía como una figura de autoridad, no estaba seguro de si eso era lo que quería que sintiera al respecto, pero era lo que había cegado luego de haberla criado casi a la distancia, para ella no era un tutor ni un mayordomo, era más bien un maestro y para mí, ella creía ser parte de los alumnos que veía en las escuelas durante mis viajes como profesor sustituto.
De camino a la mansión, mientras divagaba, detecté energía mágica en los alrededores, a lo lejos vi a un hombre que se mostraba curioso frente a la entrada del bosque. El bosque emanaba un ambiente de misterio que nadie se atrevía a atravesar, a excepción de él que no parecía ser afectado por la barrera que rodeaba el área.
-¡Intruso!- Mi grito se volvió un voraz gruñido, me abalancé sobre él en mi forma de bestia antes de que pudiera atacarme con su magia, librándonos uno de otro en cuestión de segundos ya que ambos nos alejamos de golpe.
-No hay duda, ese hombre tiene poderes espirituales y mágicos, debo apresurarme a despertar a Miila antes de que ese hombre la encuentre-
Me dirigí rápido hasta la mansión de Miila. Cuando me preguntó el motivo de mi visita, le dije de manera breve que todo era cuestión de trabajo y ella no tenía por qué preocuparse y aunque no le mentí del todo, ahora existía un segundo motivo por el cuál me encontraba en Everlight.
Ya en mi habitación, saqué de mi equipaje un collar de ónix, un amuleto utilizado por mi especie, los hombres lobo, este collar le daría a Miila la fuerza necesaria para huir si necesitaba hacerlo o de pelear si es que así lo decidía.
Me quedé pensando. Cuando su abuelo aún vivía, me comentó acerca de como el poder de Miila estaba dormido, para protegerla de ser blanco de los hombres lagarto, pero ahora con ese hombre aquí, era cuestión de tiempo para que enfrentara su destino, debía ser despertada a la primer señal de peligro a su alrededor.
Escribí una breve nota y me dirigí a la habitación de Miila, era de madrugada, la luz de la luna me había vuelto a mi verdadera forma y bañaba la cama de la joven Kuroi, como si todo se hubiese preparado para su despertar esta noche.
“¿Crees en los fantasmas del pasado?” decía la nota que dejé en su escritorio junto al collar de ónix, esperando que ella lo encontrara al día siguiente.
La familia Kuroi resurgirá un día a través de Miila, era algo que sucedería tarde o temprano, sin embargo, no me sentía del todo bien siendo yo el que la llevara a este límite, pero confiaba en ella, su mirada era la misma de su madre y su fuerza seguro le ayudarían a cumplir con su misión.
Tomando mi maleta nuevamente, decidí dejar que las cosas siguieran su curso, caminé por el bosque en mi verdadera forma hasta llegar a la estatua alada, la figura no había presentado ningún cambio desde que los 11 candados murieron, sin embargo, de pronto, el suelo se cimbró por unos segundos y un gran rugido se escuchó a lo lejos.
-Miila despertó- Murmuré mirando en dirección a la mansión.
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