28 de junio de 2011 a las 23:11
Plaf
Plaf
En un pequeño y sucio apartamento, cercano a la zona baja de la ciudad, se escuchaba carne siendo sacudida por los furiosos golpes de un puño cubierto por un guante metálico.
Plaf
Plaf
Plaf
—Por… Favor… Detente.
Un hombre de aspecto demacrado se encuentra tumbado en el suelo, se escapan de sus ojos debido al dolor y sangre chorrea desde su nariz.
Encima de él, se encontraba un joven vestido con un conjunto deportivo de color verde oscuro. Un pañuelo del mismo color cubre su boca y nariz.
—No voy a parar hasta que me digas quien está detrás de lo ocurrido el 21.
Plaf
Plaf
Plaf
—Yo… No lo sé.
Plaf
—¡Mentira! —Respondió furiosamente el chico mientras golpeaba al hombre nuevamente. Este último se rio entre quejidos debido al dolor en su rostro.
—¿Y a ti te llaman héroe? Monstruo.
El rostro del chico se retorció y empezó nuevamente a golpearlo en el rostro.
Plaf
—A…
Plaf
—… Ti…
Plaf
—… Eso…
Plaf
—… No…
Plaf
—… Te…
Plaf
—… ¡IMPORTA!
Plaf
La cara del hombre, que ahora se encontraba inconsciente, estaba cubierta de sangre, al igual que el guante metálico del chico. Este último respiraba agitado. Su vista poco a poco se fue nublando hasta caer completamente en la oscuridad.
Una voz delicada sonaba dentro de esa densa oscuridad. Decía “Sálvame, por favor”.
1 de julio de 2011
Philip abrió lentamente los ojos. Estaba durmiendo en el sofá del living de su apartamento. Llevaba un conjunto deportivo de color verde algo manchado con sangre, al igual que la gruesa pulsera metálica en su muñeca derecha. Con un poco de jaqueca, se levantó y se quitó esa ropa, dejándola tirada por el suelo. Se metió en la ducha y abrió el agua fría.
Al salir miró en el espejo del lavabo su cuerpo repleto moretones y cicatrices que desde hace algunos meses estaba acostumbrado a ver. Su maestro le dijo que eran las secuelas de alguien que busca hacer actos heroicos, aunque estaba seguro de que las peores secuelas eran las psicológicas. Se secó y se dirigió a su habitación, donde lo esperaba su uniforme escolar: Zapatos marrones, camisa blanca, pantalón y chaqueta negros.
Luego de prepararse un café, regresó al living donde prendió el televisor. Allí se mostraban las noticias matutinas:
[“Se registraron decenas de protestas a lo largo de toda la ciudad como respuesta del gobierno central de no intervenir. Cada noche hay uno o varios incidentes relacionados con psychis y/o habilidades especiales.
Mucha gente pone en duda la capacidad del Departamento de Contención de Energía Oscura para frenar esta ola de violencia y evitar una nueva tragedia como la ocurrida el pasado 21 de junio.
El alcalde anunció que a partir de esta noche empieza a regir un toque de queda supervisado en conjunto por el Departamento de Contención de Energía oscura y la policía. El alcalde habría solicitado al gobierno central apoyo de las fuerzas armadas, pero estos rechazaron la solicitud alegando que, según la ley de protección civil de usuarios de la energía oscura, el estado le otorgaba a la ciudad autonomía completa para aceptar la población psychi que quisiese, pero que en caso de emergencia, tenía la responsabilidad de resolver cualquier incidente por su cuenta. Esto ha enfurecido a muchos ciudadanos que se sienten abandonados por el gobierno central y a merced de los extraordinarios poderes psychis. Muchas de las protestas que empezaron, levantan la consigna de la aprobación de la polémica “reforma oscura”, que consiste en un fuerte control de la vida de los psychis, limitando sus libertades individuales”].
Philip suspiró, se levantó del sofá y pulsó el botón de la pulsera metálica en su muñeca derecha. De ella se despegó una pantalla holográfica.
—Las 8:20, voy a llegar tarde.
Tomó su café de un sorbo, agarró su bolso y salió rápidamente de su apartamento.
Trotaba lo más rápido que podía hacia el instituto, sabiendo que si llega tarde el encargado de la clase lo castigaría. Miró la pantalla holográfica que salía de su pulsera y verificó que no llegaría a tiempo. Ya eran las 8:50, faltaban 10 minutos para que él tenga que estar en clase y estaba a 3 kilómetros del instituto.
Una motocicleta que pasaba lentamente, frenó a su lado y el conductor golpeó suavemente la cabeza del distraído chico.
—Auch. Eso dolió, Clara —dijo Philip dándose la vuelta mientras se frotaba el lugar donde había sido golpeado.
El conductor, una chica vestida con el uniforme del mismo instituto al que él asiste, se sacó el casco y lo saludo con la mano. Su cuerpo es delgado, de estatura promedio para una chica de 17 años, ojos marrones, nariz algo ancha y cabello hasta los hombros de color castaño claro, con un mechón atado por una cinta rosada.
—¿Llegando tarde el último día antes de las vacaciones? ¿Acaso quieres volver a enfrentar la furia de George? —dijo Clara con un tono burlesco mientras le daba unos golpecitos al asiento trasero de la moto.
—¿Tienes un casco extra?
—Por supuesto —dijo ella con una pequeña sonrisa.
Philip se subió a la moto luego de que Clara le alcanzara un casco que guardaba bajo el asiento. Ella manejaba rápido. Él sujetó la cintura de Clara para evitar caerse y ella hizo un extraño ruido.
—¿Qué sucede? —preguntó él con su voz adormecida.
—¡Nada! ¿A ti que te sucede? Tu apariencia es bastante mala.
—Me quede jugando videojuegos toda la noche.
Clara tosió y su voz se volvió más seria.
—Si hay algo que te molesta, por favor dímelo. Todos estamos preocupados, desde aquel día tú…
Él miró hacia un costado, los árboles que componen una enorme reserva pasaban con velocidad por sus ojos carentes de emoción.
—No hay de qué preocuparse. Lo prometo.
—Está bien —dijo ella antes de suspirar—. Por cierto, ¿Mañana me acompañarías a llevar algunas donaciones al lugar de siempre? Te invito un café después.
—Me parece bien.
1 de julio de 2011 a las 9:05
Philip y Clara llegaron al campus del instituto. Una zona abierta, rodeada de una reserva. Dentro solo hay tres edificios: el colegio, el gimnasio y una vieja iglesia de arquitectura victoriana. Los otros dos edificios tienen una fachada similar, pero en el interior son más modernos.
Corrieron por el pasillo del colegio, con la suerte de no cruzarse a ningún profesor ni a los encargados. Entraron al salón de la clase 12-B, seguidos por un sacerdote que llevaba un libro.
—Philip Mrown llegando tiempo, que sorpresa. Yo estaba pensando en el castigo tendrías hoy. Supongo que tendrá que esperar para después de las vacaciones.
—Buenos días, George. Me alegra que me tengas tan en cuenta.
—En realidad siempre estoy contando los días que quedan para no tener que verte nunca más. Estas vacaciones van a ser un respiro para mí.
—Vamos George, no seas tímido. Sé que me vas a extrañar.
El sacerdote suspiró profundamente. Philip aprovechó la distracción del hombre y se dirigió a su asiento. A su lado, un chico algo escuálido, con el cabello dorado hasta los hombros y ojeras enormes debajo de unos ojos de color cielo, lo saludó con la mano.
—Hola, Bill. Te ves fatal como siempre.
—Hoy no tienes derecho a decirme eso. ¿Sucedió algo?
Philip hizo una mueca nerviosa. Bill inclinó su cabeza.
—Tú ya sabes. Sigo buscando aunque sea una mínima pista sobre lo que pasó el 21.
—¿Aún no encuentras nada?
Philip muerde su pulgar con frustración. Bill asiente ante esta expresión y le vuelve a hablar.
—Entiendo. Sobre lo que me pediste, encontré algo.
—¡¿En serio?!
Sus ojos recuperan un poco de brillo.
—Tendrás que esperar hasta el almuerzo. Espérame en la cafetería.
—Eh, aunque sea dame un ade…
George, que en ese momento estaba tomando asistencia, se paró frente a clase y dijo con una voz pesada —Su profesor enfermó, por lo que la clase de hoy la dictaré yo. Abran el texto que su profesor les pidió que trajeran, lo leeremos y luego realizaran algunas actividades con él como base.
De fondo se escuchó el lamento de los alumnos. Al hombre no pareció importarle mucho, tomó el libro que había traído, lo abrió por la mitad y empezó a leer.
—“No existe obra de realización humana, que antes no se haya forjado en la mente de una persona, y esta haya transformado su deseo en un acto para su realización, poniendo su voluntad en marcha”.
Mientras George leía, el sueño y el cansancio acumulado en el cuerpo de Philip lo empezaron a acosar. Poco a poco sus ojos se fueron cerrando, pero aun así podía escuchar lo que el sacerdote narraba. Se recostó sobre su escritorio, esperando quedar dormido. George notó esto, pero era habitual en él quedarse dormido durante las clases, castigarlo no servía de nada.
—“Nosotros tenemos tres potencias: memoria, inteligencia y voluntad y las tres intervienen en la formación del acto humano, cuyo antecedente inmediato es el deseo”.
Los ojos de Philip se cerraron, pero la voz de George siguió penetrando su consciencia.
—“El hombre es el auténtico rey de los deseos. El ser humano es un manojo de deseos, además de los deseos básicos que su instinto natural le determina, como a todo animal de la creación, la mente del hombre es una fábrica de deseos, distinta a la de cualquier otro ser”.
Philip apretó los dientes con fuerza. No quería oír más lo que George estaba leyendo. Había algo de ese relato que lo fascinaba y lo molestaba al mismo tiempo.
Bill se preocupó un poco al ver el rostro de su amigo retorciéndose, pero sabiendo un poco del origen de ese comportamiento, decidió dejarlo pasar. Era algo que él debía afrontar por sí mismo.
—“Dice el aforismo: Ser es desear. Podemos asegurar, aunque sea una redundancia, que el principal deseo de todo ser humano, es que se realicen todos sus deseos. El hombre nace vive y muere por sus deseos, por la transformación de todos sus deseos en realidades”.
Philip se tapó los oídos con sus manos y se perdió en su subconsciente.
1 de julio de 2011 a las 12:15
Llegó la hora del almuerzo. Philip se adelantó a la cafetería a esperar a Bill, que tenía algo pendiente en otra clase. Mientras avanzaba por el pasillo, una avalancha de gente lo atropelló. Se trataba de alumnos que corrían para llegar antes a la fila de la cafetería. Fue empujado por la oleada de gente hambrienta contra la pared del pasillo. Apoyó su brazo contra la pared para no ser aplastado. Cuando el retumbar del pasillo terminó, él quedó ahí unos segundos intentando retomar un poco de aire. En ese momento Un hilo de voz muy fino se escuchó debajo de su línea de visión. Cuando miró para abajo vio a un chico menor que él, delgado y de cabello negro. Lo reconoció al instante.
—Hola, Zac —dijo él. Sin moverse ni un centímetro.
—Hmm… Hola —respondió Zac, agachando la cabeza con timidez.
—Déjalo en paz —una voz sonó por detrás. Cuando se dio vuelta para ver quién era, estaba un chico de casi su misma altura, pero con una complexión física más musculosa. Este sujetó su brazo.
Lo conocía muy bien, era el antiguo bully del instituto.
—Buenos días, Ethan. No estoy molestando a tu protegido, solo estaba saludándolo.
—¡Deja de hablar estupideces! Vámonos Zac. No sale nada bueno de juntarse con este sujeto.
—Emmm hmm… Ok —dijo Zac nervioso. Se despidió de Philip con una pequeña reverencia y empezó a caminar al lado de Ethan que ya se alejaba por el largo pasillo.
—¡Espera Ethan!
Philip gritó y el chico le respondió con una voz indiferente sin girarse.
—¿Qué?
—¿Tu padre te ha contado algo sobre el 21 de junio? —Preguntó. Esta vez con una voz seria.
—Al parecer encontraron algo en el cráter, pero no me pudo decir que fue. No hay mucho más que pueda hacer.
—Gracias, eso es suficiente.
Philip empezó a caminar nuevamente hacia la cafetería. Cuando pasó por la esquina del pasillo que dividía las aulas del edificio especial, sintió una mirada que se dirigía hacia su espalda. Se giró y, desde una puerta de un aula a varios metros de él, se veía levemente a una chica de rasgos asiáticos con el pelo muy largo. Ella rápidamente se ocultó al ver que él se dio cuenta de su presencia. La ignoró y continúo su rumbo.
Al llegar a la cafetería buscó los asientos más apartados. Poco después llegó Bill con dos vasos de cartón con café negro.
—Te dije que yo quería capuchino.
—Si no lo quieres puedes dármelo.
Philip suspiró profundamente, tomó el azúcar que estaba en la mesa y le puso una cantidad desmedida al café.
—¿De qué hablabas hoy antes de empezar las clases? —Dijo mientras agitaba el café con una cuchara.
—Algo raro está ocurriendo en la ciudad. Si bien aumentaron los patrullajes de los agentes del departamento de contención, hay algo que me preocupa.
—¿Qué?
—Muchas personas están llegando a la clínica debido a heridas u cosas más graves relacionadas con incidentes o disputas en la zona baja de la ciudad. Y eso solo en nuestra clínica, no quiero ni imaginarme lo que debe estar llegando a los hospitales.
Philip tragó la mitad del café que tenía su vaso, haciendo una mueca extraña debido a lo dulce que estaba.
—Pero nadie habla de eso. Solo se mencionan los casos relacionados con Psychis.
—Exacto y eso aumenta la cantidad de personas a favor de la reforma oscura.
Era muy extraña la dirección en la que todo se estaba dirigiendo. Ya no solo lo que le decía Bill. Para él era algo que sucedía a su alrededor, algo perceptible vaya donde vaya.
—Es como si lo estuvieran haciendo a propósito. ¿Qué decía el informe del departamento de contención sobre lo que pasó el 21?
—Que están seguros de que alguien lo hizo a propósito y poco más.
—Hasta yo puedo llegar a esa conclusión —dijo Philip antes de terminar su café y detenerse un poco a reflexionar. Durante esa pausa recordó algo—. Espera ¿No decía nada sobre algún objeto que encontraron en el cráter?
—No recuerdo haber visto nada sobre eso.
Philip rascó su mejilla. Algo estaba empezando a inquietarlo.
—Ethan me acaba de comentar que su padre, el director de operaciones del departamento, le había dicho que ellos encontraron algo.
—¿Estás insinuando que el departamento de contención está ocultando información?
—Todo esto suena muy raro, pero ellos deben tener la respuesta a lo que pasó en el centro de la ciudad.
Su expresión empezó a volverse cada vez más oscura. Bill, sin perder su rostro inanimado, empezó a caer en el nerviosismo de su amigo.
—Philip, cálmate un poco.
El chico de cabello oscuro apretó sus manos con fuerza.
—Tienes que entenderme. Lo vi, pasó frente a mis ojos. Si no hago nada, no podré vivir en paz nunca más.
Bill cerró los ojos y llevó el café a su boca. Luego de saborear la amargura de la bebida, habló con su calma habitual.
—¿Y qué harás ahora que sabes esto?
—¿No tienes alguna forma de averiguar qué es lo que esconden? Revisar sus servidores, los reportes clasificados, algo por el estilo.
—Podría, pero es muy arriesgado. Si me descubren sería acusado de traición.
—Entonces lo averiguaré a mi modo.
Bill bastante nervioso tomó otro sorbo del vaso.
—Ugh. Ya está frío —dijo él con desagrado mientras levantaba el vaso hacia Philip—. Te deseo suerte.
Comments (0)
See all