1 de julio de 2011 a las 22:39
Llegó, junto con la noche, una intensa baja de la temperatura. El viento era muy fuerte, pero eso para él era algo positivo.
El vigilante justiciero bautizado como “Zero” volaba entre los edificios. Estaba vestido con un conjunto deportivo de color verde oscuro, junto con un pañuelo del mismo color que tapa su rostro, unos anteojos negros y un guante metálico. Su identidad secreta es Philip Mrown II, hijo de un empresario de importancia a nivel mundial.
Él sabía con claridad hacia donde se dirigía. Ayudado por los propulsores debajo de sus zapatillas blancas y por el GPS instalado en esos anteojos, llegó a la azotea de un edificio frente a la sede del departamento de contención de energía oscura. Debido al toque de queda no quedaba ni un civil en la calle, pero tampoco había muchos agentes especiales del departamento.
—Entrar va a ser fácil, el verdadero problema va a ser dentro —dijo Philip hablando consigo mismo.
En ese momento todos los agentes en el exterior empezaron a correr hacia el edificio de la sede. Philip se extrañó de la situación, algo no parecía estar bien. Se acercó un poco para ver más de cerca la situación, pero en ese momento fue arrastrado por la fuerza de una onda expansiva que lo lanzó varios metros hacia atrás.
La sede del departamento de contención explotó.
Philip se levantó y se dirigió hacia el lugar de la explosión. Enormes escombros cayeron, se cortó la electricidad en la zona y había mucho humo y cenizas.
—¿Qué pasó aquí…?
Un ruido proveniente de varios escombros apilados al centro de lo que era el edificio hizo que él se escondiera detrás de un pilar caído. Él teorizó que sería el culpable de la explosión, por lo que se quedó a observar.
Varios pedazos enormes de concreto se levantaron varios metros por el aire, del espacio que ocupaban salió una chica. Philip quedó en shock al verla. Vestida con un largo qipao rojo de bordado dorado, estaba la chica que lo observaba en el colegio durante la hora del almuerzo. La chica de rasgos asiáticos, con el cabello largo y grueso que en ese momento estaba erizado. En su mano izquierda apretaba con fuerza una esfera negra, en su mano derecha había una piedra brillante de color morado. La chica observó la gema con detenimiento.
—Así que está es la apariencia final de una piedra Eyre —dijo ella, riéndose de forma retorcida.
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