Zeyer había recuperado las fuerzas y Alice lo bajó del nido. Desde allí arriba pudo ver que no muy lejos había un poblado y el chico pensó en acercarse y probar de ganar algo de dinero.
- Antes de nada, tenemos que mirar que hacemos con tu tamaño. Cada día estas más grande. – se cruzó de brazos. -usar magia para volverte del tamaño de un águila pinta caro.
- Creo que es normal, mi crecimiento acelerado, pasé mucho tiempo en un espacio reducido, así que mi cuerpo tiene que apurarse en recobrar su tamaño correspondiente. - le respondió Alice con dificultades para llegar al suelo. – En cuanto a la magia, puedes usarla, yo te cederé la energía que necesites. Para eso es el lazo que nos une. Nos hará compartir muchas cosas.
- Supongo que por eso no he leído nada de Cadenzas que sean Magus, eso les permitiría magia infinita casi sin costos.
- He dicho para usarla para encogerme, para el resto, haz como siempre. -protestó
- De acuerdo. Ahora tengo que pensar como era lo de encoger cosas…
Tras un rato de Zeyer probándolo, por fin dio con el correcto y la inmensa Alice se volvió del tamaño de un águila normal, posándose en el hombro del joven. Empezó su camino por el bosque en dirección al pueblo, aunque desde el nido parecía que estuviera más cerca.
- Un poco más, ya casi has llegado- bajaba Alice del cielo, para seguir guiando a Zeyer por el camino correcto.
- Para ti es muy fácil, vuelas un poco y te sientas ahí mientras yo camino- protestó el joven mientras palmeaba la cabeza del águila.
Antes de que llegara el medio día pudo alcanzar el pueblo. No era muy grande, unas diez casas o así contó Zeyer mientras buscaba a alguien para preguntar. Había algunos niños correteando entre los caminos. No tardaron mucho en ver una construcción que parecía una posada, allí en la puerta estaba sentado un anciano.
- Buenos días- saludó Zeyer mientras subía las escaleras para llegar a la puerta.
No hubo respuesta, parecía dormido. La puerta estaba semiabierta, lentamente abrió y entró.
- ¿Hola? – Volvió a probar.
- ¡Buenas! ¿En qué podemos ayudarle? -Le respondió una mujer que se encontraba detrás de un mostrador.
- Me gustaría saber dónde me encuentro. - se acercó.
- Este es el pueblo de Vica, en las tierras del Noble Filim. La Segunda Capital no queda muy lejos de aquí. -Le indicó.
- ¿Sabría si por aquí necesitan alguien para trabajar? Da igual en qué, me desempeño bien en cualquier labor. - le preguntó mientras sentía como la mujer le observaba de arriba abajo.
Zeyer aun llevaba la ropa que se puso el día en que se quemó la casa de Aster, era ropa muy normal, nada llamativa, pero estaba algo sucia y llevaba a Alice en su hombro.
- ¿De dónde has salido tú? – se inclinó en el mostrador. - ¿Está vivo o disecado? - estiró la mano hacia el pájaro.
Alice, que había permanecido inmóvil desde que llegó al pueblo, sacudió las alas para evitar ser tocada, asustando a la mujer. Se rio.
- Actualmente no estamos buscando a nadie. Pero, si consigues cazar lo que sea que se haya metido en el tejado de mi posada te invito a comer.
- ¡Hecho! -no dudó.
- ¡MIRRA! ¡BAJA! -gritó de pronto la mujer hacia unas escaleras.
- ¡VOY! -le respondieron.
Tras un traqueteo, bajó atareada una joven cargada con sabanas.
- ¿Sí, madre?
- Acompaña a este joven a la guardilla. Se ha ofrecido a pillar lo que sea que haya ahí arriba.
- ¡Genial! Sígueme- se dio la vuelta.
Zeyer no pudo ver nada de la joven que lo guiaba excepto la espalda. Iba tan cargada que el joven pasaba pena de que se cayera por el peso. Cuando llegaron al segundo piso le indicó un pequeño cuadrado en el techo que daba entrada a la guardilla.
- Un momento, voy por la escalera.
La chica giró la esquina dejándolo allí esperando.
- ¿Me lo podré comer?
- ¿El qué?
- Lo que encontremos ahí arriba. Han dicho que nos invitan a comer.
- Por mi vale, no creo que vayan a decir nada. Seguro es una rata o algo así.
- ¡Tenga! – llegó de nuevo la muchacha esta vez ella sola con la escalera.
- Gracias.
La joven quedó mirando como Zeyer colocaba la escalera y subía por ella para abrir la guardilla. Como tenía una especie de ventana había luz en el interior. El joven primero comprobó que el suelo podía con su peso, no parecía haber problema.
- ¿Quieres subir? – se asomó el joven.
- No, no hace falta. Yo espero aquí- le respondió con una sonrisa.
- Vale
Volvió a su trabajo. La zona estaba vacía, pero parecía en buen estado, como si la hubieran preparado para habitarla. Las maderas estaban recién pintadas, pero había arañazos en algunas zonas. Entonces escuchó ruiditos de pasos de animal. Miró hacia Alice que señalaba el techo. En la vigueta había un nido de ardilla, con sus crías en ella.
- ¿Cómo ha llegado hasta ahí?
- Creo que tiene que ver como aquella ventana. Las ramas han roto el cristal y entran hacia dentro. Una ardilla podría subir y llegar hasta aquí caminando. ¿Qué hacemos? ¿Me las cómo?
Zeyer suspiró y se fue hacia la salida, para ver si estaba Mirra en el pasillo aún.
- ¿Qué has encontrado? Dime que solo era una rata- juntaba las manos, impaciente por respuestas.
- Una familia de ardillas. Por lo visto, el árbol que hay al lado ha roto la ventana de la guardilla, y han aprovecho para subir y hacer el nido aquí arriba, más protegidos. ¿Qué queréis que haga con ellas? – se quedó junto a la escalera.
- ¡MAMÁ! – chilló, asustando a Zeyer.
- ¡QUÉ! -se oyó
- ¡ERAN ARDILLAS! ¿QUE HACEMOS? EL ÁRBOL HA ROTO LA VENTANA.
- ¡QUE SE ENCARGUE EL MUCHACHO SI QUIERE COMER!
- ¡VALE! - acabó de gritar- Pues eso dice mi madre. Haz como quieras pero que no vuelvan a entrar.
Algo aturdido por los gritos fue a quitar el nido de la vigueta. En el momento que se acercó, los dos animales que allí había salieron corriendo, huyendo por la ventana. El nido había quedado vacío.
- Llegamos tarde, ya eran adultas, a lo mejor el problema se hubiera solucionado solo si hubieran esperado un poco.
- Ya, pero esas cosas no se saben.
Zeyer se acercó a la ventana rota. El viento soplaba fuerte y las ramas amenazaban con romper más el cristal. Comprobó que no había nadie abajo y con un gesto de mano cortó las ramas que alcanzaban el edificio.
- Toma, pon el nido en alguna rama, por si acaso.
Alice salió por la abertura del cristal y voló hasta la rama más cercana para colocarlo como pudo. Las vistas desde allí eran preciosas, aunque el sol ya se encontraba en lo más alto y molestaba a la vista. Terminado eso, volvieron a bajar las escaleras y cerrar la puerta.
- Listo, pero mejor llamar a alguien por lo del cristal- sugirió Zeyer
- Bueno, será lo mejor, para que no entre otros bichos. - agarró la escalera- Si bajas por las escaleras volverás a la recepción. La taberna está a la derecha, mi padre ya está avisado.
El chico asintió y se marchó siguiendo las indicaciones. La taberna compartía la recepción de la posada y a su vez tenía una puerta propia que daba a la calle. Las mesas estaban ocupadas, a lo mejor eso explicaba porque no se encontró a nadie por fuera. Fue hasta la barra donde un hombre de piel tostada lo atendió con una sonrisa.
- Ya me comentó mi esposa que te has hecho cargo de la guardilla. Ahora te traigo la comida del día -le dijo a modo de saludo.
Zeyer se sentó y observó a su alrededor, el lugar era agradable y animado, no era un ambiente pesado y todos comían y charlaban a gusto.
- Aquí tienes ¡Que aproveche! -dijo de pronto el hombre dejando el plato de comida en frente junto un vaso de agua.
- Gracias.
Mientras el joven disfrutaba de la comida elaborada y sazonada, que compartía con Alice, pudo escuchar, en una mesa cercana, la conversación de un grupo de hombres.
- Tenemos que hacer algo pronto o esa alimaña nos dejará sin alimento para el invierno.
- Además, de cada vez está más cerca del pueblo.
- El otro día, el señor Diquen dijo que el muro de su huerto había sido destruido y la mitad de la cosecha destrozada.
- Ofrezcamos una recompensa monetaria, así algún cazador se digne a eliminarla como toca. -y de golpe el grupo se giró para mirar a uno de ellos en concreto.
- Ya os he dicho que le di, cayó en una trampa, le clavé toda la estaca y se marchó tan pancho. Yo me salvé de milagro.
- Que la Diosa Inga se apiade de nosotros- susurró el más anciano.
Zeyer había acabado de comer y se acercaba a la mesa con tranquilidad.
- Si ofrecéis una recompensa yo os traeré a esa bestia- dijo con el tono más seguro que pudo.
No solo aquellos hombres se giraron para examinar el delgado joven, sino toda la taberna se sintió atraído por aquella frase. El grupo de la mesa empezó a reír.
- Muchacho no te emociones, que cazar una ardilla no es lo mismo que intentar matar un oso- añadió la dueña de la posada que acababa de apoyarse en la barra.
Aquel comentario hizo que todo el local empezara a reír. Zeyer apretó los puños mientras intentaba recomponerse de las burlas que escuchaba.
- A cambio de la recompensa os traeré al oso. ¿Hay trato?
La voz seria y contundente del joven hizo que al final todos se callaran. Zeyer estiró la mano como cerrando un pacto verbal.
- De acuerdo. Si lo matas y traes el cuerpo te pagaremos. – uno de aquellos hombres le estrechó la mano con tanta fuerza que los nudillos del muchacho empezaban a blanquecer mientras intentaba aguantar el dolor con una mueca que emulaba una sonrisa- E intenta que no te maten en el intento.
Aquella última frase volvió a desencadenar las risas. Cuando Zeyer se libró del apretón partió de inmediato hacia el bosque. Pasó por delante de la puerta de la posada donde se cruzó con Mirra.
- He oído que vas a cazar al oso ¿Piensas ir desarmado? – bajó hasta la calle- no es mucho, pero llévatela.
- Eh, no sé qué decir. Gracias. - el joven aceptó la daga que la chica le ofrecía. - aunque yo tenía otra idea en mente.
- Ya hay muchos heridos por culpa de ese animal, daños económicos, pero ninguna muerte. No seas la primera. Tómatelo enserio. -dicho aquello volvió a entrar en el edificio.
El muchacho guardó la daga mientras observaba que el anciano que estaba antes en la puerta ya no estaba. Ya en el bosque, Alice le preguntó por su plan.
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