--- ¿Te molesta si me voy sola?... hoy es el tercer martes del mes, y eso significa…
---Posibles nuevos volúmenes de tus mangas favoritos en “La guarida del comic”…
---Si…
Sophie arqueó una sonrisilla emocionada ante la probabilidad de poder gastar sus ahorros del mes pasado en al menos un nuevo volumen de comics japoneses y Lizzie, no negándole su esperanza, le brindo una despedida al estilo de un viejo caballero, ladeándose el ala de su sombrero cordobés, que resultaba ser su favorito por el momento.
---Hasta luego cocodrilo--- entonó su hermana, alzando la mano con elegancia mientras dirigía sus pasos hacia el interior del centro del pueblo.
---No te pases de caimán---le contestó Lizzie, disponiéndose a salir de él.
Así Elizabeth, tomando su propio paso y ritmo, sacó sus auriculares del bolsillo de su pantalón desgastado, y disponiéndose a escuchar un poco de música, retomó el ya conocido camino de vuelta a su casa. No había terminado de recorrer toda la cuadra cuando, en una esquina, al otro lado de la calle, pudo reconocer la figura de alguien que, para su propia sorpresa, le causo mucha alegría encontrar.
--- ¡Josh!
El chico, que momentos antes se apreciaba un tanto desorientado, volteó al instante y sonrió con una mezcla de sorpresa y alivio. Lizzie se apresuró a cruzar la calle y acercarse hacía él.
--- ¡Hola!---canturreó una vez que estuvieron frente a frente--- ¿Qué haces por aquí?, ¿Vas a algún sitio?
---En realidad...estoy un poco extraviado…---dijo el muchacho, mostrándose tímido; acto seguido, se sacó un pedazo de papel del bolsillo de la chaqueta azul estilo militar que Lizzie le había visto usar el día anterior y lo desdobló para leer lo que tenía escrito--- ¿Sabes de algún lugar donde pueda conseguir buen pan?
La sonrisa pícara de Lizzie no se hizo esperar y, arqueando la ceja en un gesto audaz, le dedicó a Joshua un muy confiado:
---Claro que sí.
…
--- ¡Bienvenidos!... ¡Ah!, eres tu Lizzie, ¿Cómo has estado?
Las salutaciones llegaron desde detrás del mostrador de la panadería en cuanto la campanita colgada del marco de la puerta tintineó, anunciando la llegada de nuevos clientes. Lizzie las contestó con alegre familiaridad, e informó a la muchacha que hacía de dependiente que todo iba bien.
---Me alegro mucho, bonita… Pero dime… ¿Quién es tu acompañante?
La pregunta fue lanzada cuando Josh entraba al local; llevaba aún la nota de papel en la mano y observaba todo su alrededor con actitud un tanto inspectora. Parecía estar sorprendido de lo que se encontraba detrás del pequeño rectángulo que hacía de entrada. Por fuera, el establecimiento era de color azul, pero por dentro, el aura de los colores cálidos iluminaba todo con una atmósfera casi nostálgica, llena de tibieza. El aroma del pan recién hecho inundaba el ambiente y los bollos, pastes y demás productos se exhibían sobre sus charolas empapeladas, encaramadas en los estantes de madera, invitando a cualquiera que los observara a que se los comieran de un bocado. Los muros color amarillo colonial estaban decorados por múltiples pequeños cuadros con ilustraciones de las calles y cafeterías de Paris, Ciudad de México y Madrid. Un letrero con la palabra “Bienvenido” colgaba de la puerta y se mostraba a través del cristal biselado, el mismo tipo de cristal por el que se podía observar los pasteles y tartas expuestos en la vitrina del mostrador, tan llena de delicias que casi parecía una ilustración.
---El es…mi nuevo vecino…---contestó Elizabeth, a quien la dependienta había obligado a hablar en susurro, pues se había acercado demasiado al rostro, haciendo que el sombrero se le ladeara hacia un lado.
--- ¡Uuuuy!, con que tu nuevo vecino eh, ¿Y cómo se llama?
---Josh…
---Hum, hum…---entonó la chica, con actitud y miradas sugestivas.--- ¿Y ya son amigos?
---Pues…---Lizzie comenzaba a sentirse incomoda, lo cual, le ocasionaba arrugar la nariz. No le gustaba cuando la gente hacía preguntas que implicaban algo más que simple interés. Además, aún no sabía si era correcto catalogar a Josh de amigo.---No lo sé…
No es que ella no quisiera entablar amistad con el muchacho; de hecho, resultaba todo lo contrario: Lizzie quería poder llamar a Josh su amigo, pero, apenas y había pasado una noche y una mañana desde que se habían presentado formalmente, y a pesar de que hasta entonces, todo indicaba que le agradaba, Lizzie no sabía si Josh estaría de acuerdo con el nombramiento.
¿Le habría causado tan buena impresión como él a ella?
…Aún no lo sabía…
---Pues, si yo fuera tú, me lo haría amigo de inmediato. Está l i i i n n d o o… tiene ojos de gatito…
Elizabeth observó con mirada entornada y los labios apretados a la panadera, quien había vuelto a su sitio inicial, detrás de la caja registradora.
---Eres terrible Mariana…---musitó, arqueando la cejas y recibiendo una risilla traviesa de parte de la mencionada.
--- ¡Ay Lizzie!, sabes que lo soy… así fue como conseguí que Jean se fijara en mi. ¡Y bueno!--- exclamó, acompañando otra risita con una palmada de sus dinámicas manos.--- ¿En qué puedo servirles?
Mariana León era la hija más joven de la familia. Tenía diecinueve años, y no hacía mucho, había quedado comprometida con su novio francés Jean Belmont, al cual, le encantaba hornear, por lo cual, había sido adoptado por la familia de panaderos sin nada más que un tremendo gusto y mucha ilusión.
Era una muchacha alta y alegre, de piel color canela y ojos redondos color oscuro. Su rostro era agradable y su sonrisa aún más. Su cabello, al igual que su voz, era suave y oscuro, pero su entusiasmo parecía hacer vibrar a cualquiera que intercambiara unas palabras con ella. En cierta forma, su personalidad se asemejaba al delantal que estaba usando, el cual, entremezclaba el radiante color amarillo y el sereno blanco en líneas verticales, adornado por sencillos holanes hechos de la misma tela. En el peto de enfrente llevaba el logo de la panadería bordado: tres macarones acompañados por el nombre escrito en caligrafía cursiva.
--- ¿Me podrías dar tres bolsitas de las galletas de nuez que me gustan?
--- ¿Besos de ángel?
---Si, esas, y… ¿tú que llevarás Josh?
Josh se acercó al mostrador después de que Elizabeth le arrojara la pregunta y la panadera le brindó una bonita sonrisa como saludo, a la cual, el chico contestó con un muy educado “buenas tardes”.
--- Baguette. ¿Tienen?
--- ¡Por supuesto!---declaró Mariana--- Están justo detrás de ti; puedes tomar los que quieras por ti mismo---agregó con una sonrisa que más que amable, ya rayaba en la travesura.
--- ¡Ah, claro!, gracias… llevaré solo uno.
---De acuerdo. Galletas y baguette… ¿algo más?--- afinó la joven dependienta, arqueando las cejas en un gesto que se asemejaba al glissando de su voz. Parecía estarse divirtiendo; Lizzie, quien ya la conocía bastante, podía notarlo en la manera en que se marcaban sus hoyuelos en las mejillas, apretadas por el esfuerzo que hacía para no reírse.
---…Eres terrible…---volvió a musitarle al tiempo que esbozaba una sonrisa exagerada a la que Mariana solo contestó con un guiño. Josh, a quien obviamente podía apreciársele en estado de confusión, carraspeó desde su punto en el mostrador y se atrevió a hablar de nuevo:
---Mi hermana me pidió que comprara algún pastel o dulce para el postre…pero no se que llevar.
---Lo que tú quier…
--- ¿Qué le gusta?--- preguntó Elizabeth, interrumpiendo la cantarina frase de la panadera que, para ese punto, ya comenzaba a parecer disco rayado. Mariana tan solo sonrió divertida.
---Chocolate. Cualquier cosa que tenga mucho chocolate le encanta.---contestó el chico.
---Entonces, ¿podrías darnos algo con mucho chocolate…por favor?--- demandó Lizzie, imitando el falsete con el que la joven León había estado hablando.
--- ¡Claro que puedo!---sonrió Mariana, canturreando como una paloma--- Tenemos croissants rellenos de crema de avellanas y chocolate, o muffins de chocolate con trocitos de cereza y chispas. También horneamos una deliciosa tarta de pasta de nuez, sin olvidar las napolitanas de chocolate o las clásicas galletas de choco-chips (también las tengo con chispas de menta). Hay berlinesas y bretzels de chocolate. O si buscan un sabor menos europeo, también hay conchas de chocolate de mesa y polvorones de amaranto con mazapán y cacao en polvo. ¿Cuál les doy?
Josh no supo que contestar y Mariana se sonrió divertida.
--- El que te guste más a ti---intervino Lizzie, quien no por dar respuesta estaba menos mareada que su compañero con tal catálogo de opciones.
La panadera se cubrió los labios con el índice en un gesto que indicaba un proceso de elección y, dejando que un poco más de su picardía se le asomara por la mirada, soltó una risilla pudo haberse apreciado como ronroneo.
--- Esperen aquí…---les dijo a su par de jóvenes clientes, quienes la observaban consternados---Ya sé que voy a darles. Y entonces, se metió a la trastienda, balanceando sus caderas al andar. Joshua se sorprendió de ver la longitud de los tacones que usaba. Con razón se apreciaba alta.
---Yo no sé cómo es que puede caminar. Supongo que es algo así como un súper poder entre las mujeres latinas, usar tacones como si fueran sneakers.--- comentó Elizabeth, entendiendo la expresión que tenía Josh en el rostro.
Mariana se había salido con la suya y había logrado causar desconcierto en ambos; lo sabía y sonreía en silencio desde la trastienda, escogiendo con detalle cinco de sus mejores creaciones panaderas para ofrecérselas a modo de tratado de paz por haber sido utilizados como la diversión de su tarde.
--- Aquí tienen, cinco de los mejores panes de muerto con relleno de chocolate que tenemos en este establecimiento. La casa invita.
Lizzie y Josh trataron de objetar ante el detalle pero, antes de que pudiera refutar más, Mariana se acercó y con la más fresca de sus sonrisas indicó que era un regalo de bienvenida para “El muchacho con ojos de gatito”.
--- ¡Muchas gracias!---expresaron ambos chicos, fascinados por tal acto.
Después de pagar los otros artículos y despedirse de Mariana, los chicos salieron del establecimiento, y el gentil sol de la tarde les calentó el rostro.
--- Ella es muy amable.---dijo Josh, conforme la puerta se cerraba.
--- ¡Si!, es muy buena persona, aunque tiene la penosa tendencia de divertirse con la vergüenza de los demás.--- le informó Elizabeth, haciendo mímica de estarle confesando un oscuro secreto.
---Entiendo... ---susurró el chico, quedándose pensativo---…¿En verdad tengo ojos de gato?
Lizzie sonrió y encogió de hombros.
---La verdad no lo había pensado…pero…si, creo que si.
Josh entrecerró la mirada y frunció el entrecejo.
--- ¿No te agrada?, ¡Oh!, no hagas caso entonces; Mariana suele ofrecer adjetivos extraños como cumplidos. Una vez me dijo que mi voz era como el atardecer.
--- ¿Atardecer?...
---O sea que la tranquiliza… a veces dice cosas muy raras. Pero espera a que pruebes el pan y las galletas, ¡son realmente deliciosas!
Diciendo esto, Lizzie le ofreció a Josh una de las tres bolsitas de celofán transparente cargada de pequeñas galletas espolvoreadas tan blancas como la nieve.
--- ¿Para mí?---preguntó sorprendido, a lo que Lizzie contestó con una afirmación de cabeza--- ¿Es por lo de la otra tarde?, recuerda que ayer dijimos que quedábamos a mano.---quiso recordarle Josh, acentuando su oración con las cejas encaradas.
---Si, lo sé---afirmó Elizabeth---Pero tu tranquilo, que estas galletas están libres de sentimiento de culpa. Son solo un regalo.
Josh alargó la mano y tomando el paquetito atado con un listón rojo, brindó a Lizzie una sonrisa que combinó con la serenidad de su agradecimiento, entonado justo antes de que la campana del reloj de la estación comenzara a tañer. Inmediatamente después, el sonido de una armónica se elevó de entre el ruido citadino y, contestando al repiqueteo de la campana, captó la atención de ambos.
---Thomas…--- dijo Lizzie con voz asemejándose al sonido de la añoranza.
--- ¿Quién?---intervino Josh con menos ensoñación.
---Thomas. Es…algo así como el trovador del pueblo. Le gusta ir de allá para acá con su guitarra y otros instrumentos, cantando canciones que él mismo compone. Por lo general hablan de cosas que pasan o pasaron en el pueblo.
--- ¿En serio?, ¡eso es genial!
--- ¿Verdad?---sonrió Lizzie---Es bastante cool ¿no?... cantar sobre lo que te rodea. Hacer poemas de la gente y los días comunes… no lo sé...de alguna forma... hace que se conviertan en algo más...te ayuda a disfrutarlos... Lo siento--- se interrumpió apenada---ya estoy divagando.
---No te preocupes…---le contestó Josh y Lizzie no pudo más que brindarle una sonrisa. Él persistía en ser tan gentil.
---La Mayor…---susurró Joshua un segundo después.
--- ¡Wooow!, ¿sabes en que tono está la canción con solo escuchar?... ¡Qué genial!--- musitó Lizzie, rebosante de admiración.
---Si…bueno… es que…ya sabes… solo lo sé.
Josh se había puesto nervioso, y Lizzie no supo explicarse porque; reconocer la tonalidad de una pieza musical con solo oír los primeros acordes era una capacidad que ella consideraba loable, pero parecía ser algo fastidioso para Josh.
Thomas comenzó a cantar. Su voz era tenue, pero carrasposa y sabía manejarla a su antojo y conveniencia. Su guitarra era vieja, pero, al igual que él, sabía desempeñar muy bien su trabajo. El poema que entonaban, era la historia de un pobre diablo, que una vez había amado con fervor a una mujer, pero que, al ella ser visitada por la muerte, su mente había quedado a manos del desasosiego.
Tribulado se encuentra aquel pobre hombre
Sin pierna, sin ojo ni a quien amar.
Y si alguna vez dudas de su existencia
Allá en el castillo lo podrás hallar.
Sus manos gastadas, nudosas se hicieron
El arte que hacían, no lo hicieron más.
Fútil juguetero, sin alma ni andar
Te encierras con rabia tras el alfeizar
Aquel que fue amado ya no lo es más
Ya loco lo llaman
No puede amar...
Una y otra vez repitió el estribillo de su canción, y la melodía juguetona pero nostálgica llenó los alrededores de la estación con persistente y acompasada sonoridad.
--- ¿De quién habla?--- quiso saber Josh, redirigiendo la mirada hacia Lizzie. Esta dio un vistazo a su compañero y soltó su respuesta; sin embargo, tuvo que repetirla, pues notó que no la había entendido.
---El loco Christian…---volvió a decir, hablando con más pausa y volumen esta vez.
--- ¿Quién es El loco Christian?--- volvió a inquirir el chico con fascinación y ansiedad.
--- ¡¿CÓMO QUE NO SABES QUIEN ES EL LOCO CHRISTIAN?!
Tanto Lizzie como Josh dieron un respingo y al darse la vuelta, asemejándose a un par de gatos espantados, se encontraron con el rostro incrédulo de uno de sus compañeros de clase.
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