--- ¡Zac!---exhaló Elizabeth, tratando de mantener su respiración tranquila, ayudándose con la mano sobre el área del esternón--- ¡Qué zopenco eres!---soltó después, brindándole un puñetazo en el hombro al chico que ahora, en lugar de tener el rostro contrariado, sonreía con descaro--- ¡Menso!--- concluyó, no pudiendo evitar que la risa tonta de Zac le dieran ganas de reír también.
--- No te enojes Liz. ¡Mira!, hasta dejaste caer tu sombrero.--- le indicó este, apuntando hacia el suelo, en donde, a causa del sobresalto de su dueña, el sombrero cordobés había dado a parar. Joshua, quien había recuperado el aliento un poco después de que Zac comenzara a reírse, fue hasta ese punto y lo recogió.
---Aquí tienes Lizzie…---dijo, ofreciendo el sombrero color coñac a su dueña, la cual lo recibió con voz conmovida.
---Gracias Josh… ¿Te das cuenta?, se puede ser amable--- espetó la chica, insistiendo en reclamarle a Zac su fechoría.--- ¿Ya le pediste disculpas?, a él también lo asustaste. ¿Para qué gritas tan feo?
---Pues para asustarlos---respondió Zac, emulando a la torpeza con su voz.
---Tonto…---le ofreció Lizzie con desprecio juguetón, volviendo a colocarse el sombrero en la cabeza. Zac, quien ya había optado por dejar de reír, adquirió un poco más de seriedad en su semblante y brindó a Joshua sus disculpas con ayuda de una leve inclinación de cabeza.
---Perdona, solo quería divertirme. Y gracias por recoger su sombrero, eso es tener finura.
---No hay problema---respondió Josh, esbozando una media sonrisa y encogiéndose de hombros.
---No, en verdad. Se nota que eres decente con las chicas. Eso está cool.
Josh volvió a levantar los hombros. Los halagos nunca habían sido algo grato para él; el haberlos recibido de manera constante de parte de extraños desde su infancia los había convertido en algo que más que gusto, le ocasionaban incomodidad, por eso, así como había hecho con la admiración de Lizzie momentos atrás, decidió jugar al esquivo y desviar la atención hacia otro tema, o en este caso, personaje.
--- ¿Quién es el loco Christian entonces?... ¿Es algo así como un cuento o leyenda?
---Ahhhhhh…---entonó Zac, encontrando su mirada con la de Elizabeth---Se podría decir que es ambas cosas…---agregó, sonriéndose con misterio.---Si quieres, podemos contarte…
Al decir esto, él y Lizzie se dedicaron sonrisas rebosantes de complicidad.
---Pero deberíamos buscar un lugar más tranquilo para hacerlo. Aquí, el ruido de los carros no lo dejará escuchar bien.---puntualizó Elizabeth, haciendo un mohín de desdén hacia el motociclista que se disponía a atravesar la avenida con toda la pompa de su ruidoso medio de transporte.
---Tienes razón. ¿Vas hacia tu casa?, podemos llegar por el parque, te acompaño y le contamos la historia en el camino.---sugirió Zac--- ¿Por dónde vives?...---preguntó después, dirigiéndose a Josh.
---Al lado de mi casa.---se adelantó a contestar Elizabeth.
--- ¡No!, ¿en serio?---exclamó atónito el chico, pasándose la mano por el cabello --- ¿En la casona de Jonah? Oye, ¿no se te ha aparecido el fantasmilla?
--- ¿Cuál?--- cuestionó Joshua.
--- ¡Hey!, una historia a la vez; no vaya a ser que lo mareemos con tanto relato.---intervino Lizzie, jugando a ser la madre regañona de Zac.
---Vale---le contestó el muchacho, girando los ojos con tedio fingido--- ¡venga ya!, ¡vámonos!...
Y exclamando esto, Lizzie, Josh y Zachary Sprout se pusieron en marcha, dirigiéndose hacia el parque, el cual no quedaba muy lejos de donde estaban.
---Préstame tu sombrero Liz…
Lizzie permitió que Zac le sacara el sombrero sin inmutarse, y cuando este le preguntó cómo es que lucía con el puesto, ella le contestó con un guiño y chasquido de lengua aprobatorios. Josh no podía estar muy seguro, pero le daba la impresión de que esos dos eran cercanos. Había algo en su forma de interactuar que detonaba mutua confianza, si no es que afecto.
En Cherry-Fields existían múltiples parquecitos y áreas verdes, pero “El Parque central” o “Parque japonés” como le llamaba la mayoría de su habitantes, era el más grande y frecuentado, sobre todo en la época en que se efectuaban los festivales de primavera, o las ferias de invierno, sin olvidarse de la temporada de teatro al aire abierto, llevada a cabo durante el verano. Era un parque muy bello para admirar e idílico para pasear, pues sus monumentos, puentes y estanques, siempre se encontraban en buenas condiciones, así como sus árboles, arbustos y áreas de césped, los cuales reflejaban con espléndida certeza la paleta de colores acorde a la estación que se estuviera viviendo. En esa tarde, los rojos y amarillos, junto con los verde olivo y sepias del otoño se entremezclaban y abrazaban a los últimos rayos de luz de aquella tarde que todavía alcanzaban a alumbrar ciertas áreas despejadas del sendero adoquinado por donde Lizzie, Zac y Josh caminaban. Aún podían verse varias personas paseando, o recogiendo sus mantas de picnic para emprender el camino de vuelta a sus casas. Varios niños gritaban y corrían, ignorando los llamados de sus padres para que ya dejaran de jugar al soccer, o se bajaran de los columpios o su bicicleta, y uno que otro perro corría al lado de su dueño con la lengua de fuera y el rabo bien erguido, brincando y ladrando a causa de la alegría que le causaba el haber tenido un buen paseo vespertino.
Josh contemplaba todo aquello mientras caminaba al lado de sus compañeros, cargando su bolsa de papel con la baguette y los cinco panes regalados en un brazo, apreciando cada escena con cierto sentimiento de calidez en la mente. Era un buen lugar para vivir este tal Cherry-Fields, o al menos, eso le estaba demostrando hasta ahora, y aunque no era ni la mitad de regio que las otras ciudades en las que había vivido, había cierto encanto en su sencillez y armonía.
Inspiró hondo y percibió el aroma dulzón del pasto húmedo que había anteriormente sido calentado por el calor de una placida tarde estival y escuchó con gusto como el crujir de las hojas secas, dispuestas a sus pies, se elevaba cada vez que daba un nuevo paso hacia el camino de vuelta a “La casa”… ¿podría algún día llamarla simplemente “casa”?...lo más probable era que si… pero… ¿Cuánto tardaría esta vez?... ¿Cuánto tiempo pasaría antes de poder sentirse cómodo otra vez?...adquirir una rutina, acostumbrarse a los nuevos caminos y veredas, o al menos, para que su nueva habitación dejara de oler a humedad y abandono. Ansiaba el familiarizarse con su nuevo ambiente lo antes posible, y a la vez… lo rechazaba. ¿Por qué habría de querer acostumbrarse a vivir en un nuevo lugar si lo que en realidad quería era no haber dejado su antiguo hogar?...era injusto…no quería olvidar. Si llegaba a gustarle vivir en Cherry-Fields… ¿tendría que despedirse para siempre de lo que había dejado atrás?...familia…comodidad…amigos.
--- ¿Ya probaste las galletas Josh?
La sonrisa de Lizzie le hizo volver al momento; había sido encantadora, al igual que la de la tarde anterior, cuando, después de varios minutos de timidez, la había dejado salir, acompañada por una risa que sonó como un sinfín de bien acompasados arpegios sobre el teclado de un piano.
--- ¡Uy!, ¿Son la de nuez con azúcar glass?... tienes que probarlas Dude, están riquísimas--- le dijo Zac desde el otro costado, al lado de Elizabeth. --- ¿Me convidas?--- le cuestionó a esta, haciendo ademán de meter los dedos al paquetito que ella ya había abierto.
Imitándoles, Josh jaló del listón rojo y metió los dedos por la abertura de la bolsita que aún mantenía apretada en el puño, tomó una galleta que se asemejaba a una media esfera pequeña, y le dio un mordisco. El bocadito de harina y nueces se le desmoronó en la boca casi como agua, y el dulzor del azúcar glass le invadió los sentidos con sorpresa.
--- ¿Están buenas ah?---le dijo Elizabeth, sonriendo con algo de travesura.
---Mucho…---confirmó Josh, pasándose la lengua por los labios para terminar de saborear el dulzor del azúcar--- Nunca había probado galletas así…están muy ricas.---admitió, sintiéndose embelesado por el sabor a nuez y vainilla de las pastitas.
---Si, lo sé. Son deliciosas.---secundó la chica, dándole un mordisco a la que acababa de sacar del costalito transparente.
--- ¡Todo un manjar!---declaró Zac, robándole la ultima galleta del paquete a su compañera --- Pero oye… hay que contarte la historia del loquito…---recordó, hablando con la boca llena--- ¿Por qué no nos sentamos en los escalones de ahí y te la decimos?---sugirió después de chuparse el azúcar sobrante del pulgar con delicia.
Joshua se acuclilló para dejar la bolsa de papel estraza con el pan adentro recargada sobre el borde entre un escalón y el barandal de la pequeña escalinata que se anteponía a la plataforma en donde se erigía la figura de piedra de una dama. Tenía labrada una corona de naturaleza silvestre en la cabeza y una cesta llena de frutos y flores en las manos, la cual exponía a manera de ofrecimiento para todo aquel que alzara la vista y la contemplara, disfrutando de su elegancia tallada en cantera gris.
---Creo que es Deméter… ¿o era la representación de la cosecha de cerezas?... ¡Ash!, no recuerdo.
Josh sonrió para demostrar la gracia que le había causado el comentario informativo pero no tan preciso que Lizzie le había otorgando.
---Es muy bella…---dijo después, volviendo a posar la atención en el fino trabajo que se había efectuado en los pliegues del ropaje.
---Si…---confirmó Elizabeth, perdiéndose de igual manera en admirar a la dama de piedra.
--- ¿Qué miran?--- preguntó Zac, sacándolos de su arrobamiento.
---La estatua.---le comunicó Lizzie.
--- ¡Ah sí!, es mi novia.
Josh no pudo evitar reírse ante tal afirmación y Lizzie le dedicó un “sonso” a Zac, quien parecía estar orgulloso de haber logrado que ambos chicos se desconcertaran.
---En fin… la historia, ¿quieres oírla?---le interrogó Zac, arqueando sus gruesas cejas con astucia.
---Claro.--- contestó Joshua, imprimiendo intrepidez en las suyas.
--- ¿Estas lista Lizzie?
Elizabeth volteó su cabeza hacia Zac, y levantando el mentón de forma aristocrática, le dedicó una sonrisa coqueta para después enunciar un:
---Por supuesto que sí.
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