"¡ATENCIÓN! ¡ATENCIÓN!
¡NUESTRA PRECIOSA PRINCESA ALYSSA DE DRIA CONTRAERÁ MATRIMONIO CON EL PRÍNCIPE ALUCARD DE CLENMETT!
Una fuente confiable del palacio nos reveló que se hablan planes de matrimonio dentro de la familia real, para unir a ambos reinos vecinos. Nos relataron que el Rey Ben y el Rey..."
Alyssa arrancó el papel, y lo guardó en su bolsa.
Miró hacia todos lados, y echó a andar hacia el palacio, hecha una furia, siendo seguida por Garald.
Sus pasos eran fuertes y rápidos.
Los guardias se quitaron de su camino al verla pasar, y agradeció que nadie tratara de entablar una conversación, porque estaba segura que no podría responderles con educación.
Entró de golpe en la habitación de su hermano, que se hallaba pintando, y al escucharla, se sobresaltó asustado.
—¡Por los dioses, Alyssa! ¿Qué te ocurre? —reaccionó Adrian un segundo después, con enfado.
Alyssa cerró la puerta de golpe, se acercó adonde estaba su hermano menor, y estampó el papel contra la mesa.
—Dime que no es cierto—exigió Alyssa, con voz dura.
Adrian tomó el papel en sus manos, y leyó.
—Oh.
—¿Cómo que ¿"Oh", Adrian? ¿Es en serio? Porque te aseguro que no es gracioso enterarse de algo como esto por los tablones de la ciudad.
—Escucha, lo que dice aquí es algo sacado de contexto—trató de explicar, por lo que Alyssa se cruzó de brazos, esperando—. Padre estaba hablando con su consejero, y Lucio le dijo que esta podría ser una opción viable para crear una alianza entre ambos reinos.
—¿Y padre aceptó algo como eso? —preguntó, indignada.
—Dijo que lo pensaría—Adrian se encogió de hombros—. Yo le dije que era una pésima idea.
—Porque lo es—alguien más entró a la habitación, pero Alyssa ni siquiera le echó un vistazo a la puerta. Sabía que era Bastian. De seguro alguien le había dicho sobre su pésimo estado de ánimo y que necesitarían un mediador por si se metía en una pelea con Adrian—. Más te vale dejarle en claro que no aceptaré esto.
—¿Qué ocurre aquí? —preguntó su hermano mayor, un poco extrañado, mientras Adrian aprovechaba la intervención para guardar sus materiales.
—Tu padre está loco—le dijo Alyssa, enfadada—. ¡Quieren que me case con Alucard! —exclamó, como si esa fuera la idea más bizarra que podría existir jamás. Miró de nuevo a su hermano menor—. ¿Por qué no tratan de casarte a ti con él, si eres el heredero? —las palabras parecieron quemar su garganta mientras las decía. Reconocer el hecho nunca era agradable.
Adrian balbuceó, por lo que Bastian intervino.
—Alyssa, tranquilízate. Pronto cumplirás los 19 años, es natural que padre quiera que te cases con alguien conveniente.
—¡Tú cumplirás 21 años en días, Bastian! Y no te han casado con nadie—Alyssa se cruzó de brazos, y se dio cuenta muy tarde el error que había cometido.
—Y sabes muy bien por qué—respondió Bastian, con voz sombría—. Sé que Adrian hará lo posible para que padre considere otra alternativa—miró a su hermano, que estaba escondiendo sus materiales de pintura en un compartimiento en el suelo—. ¿Verdad, Adrian?
El mencionado se levantó, en silencio y limpió sus manos, antes de pronunciar palabra.
—Haré lo mejor que pueda —dijo, con sinceridad—, pero sabes que...—comenzó a sacudir su cabeza, y la princesa lanzó un respiro exasperada.
—No aceptaré esto. No me importa lo que padre quiera—Alyssa se llevó la mano a la cintura—. Y dile a Lucio que querer unir a los reinos por medio de un matrimonio es un caso perdido. Clenmett jamás aceptará algo así. No caerían tan bajo. Solo hacen alianza con reinos que proponen buenos negocios. Dria será el hazmerreír si le propone algo así—se dio la vuelta, y salió de la habitación.
La princesa Alyssa no era una tonta. Ella no terminaría siendo la reina consorte de otro reino. Jamás se rebajaría a algo como eso.
Entró en su habitación, y se quitó la capa que había estado utilizando.
Se suponía que debía haber estado en sus clases de costura, pero se las había saltado para ir a pasear por la ciudad cuando vio aquella falsa noticia.
Se miró en el espejo, y por un segundo se odió profundamente a sí misma. Un segundo. Luego lo dejó, y admiró su propio reflejo.
Ella había sido consciente de sí misma desde que era una niña. Sabía que jamás podría aspirar a tomar el trono solo por ser mujer. Y lo detestaba.
Su padre siempre la había hecho a un lado por ese aspecto, y jamás la habían tomado en cuenta más allá de la "hija a la que casarían en el futuro".
Cuando era pequeña ninguno de esos aspectos le había molestado. Estaba feliz con ser la pequeña y perfecta princesa que todos esperaban que fuera.
Ni siquiera le gustaba pasar tanto tiempo con sus hermanos, porque le habían metido en la cabeza que lo que ellos hacían era "muy poco femenino" y no le convenía pasar el rato con ellos. Hasta que un día, cuando tenía unos siete años, se coló en uno de sus entrenamientos de espada.
Se había enamorado en aquel instante. Ella también había deseado empuñar una espada y poder blandirla de ese modo, pero no era tan ilusa como para creer que, si lo pedía, la dejarían hacerlo. Sabía, muy dentro de sí, que la simple mención de su deseo podría ser peligroso.
Así que había convencido a su hermano mayor, luego de perseguirlo de arriba abajo por todos lados, que le enseñara a blandir la espada a escondidas de todos.
De esa manera se había dado cuenta que todo lo que creía saber de sus hermanos no eran más que las mentiras que le habían dicho a lo largo de los años.
Todavía recordaba los comentarios de algunos, diciendo que su hermano mayor era una anomalía entre su gente, por el simple hecho de no poder canalizar la magia y utilizarla. Incluso había escuchado a otros diciendo que Adrian era el adecuado para el trono de Dria.
El primer error que cometió fue creer en esas palabras, pero no se atormentaba mucho con eso. Había sido una niña, y una muy influenciable. Alyssa agradecía haberse dado cuenta pronto que todo aquello en lo que había creído, estaba muy lejos de la realidad.
La princesa jamás se había cuestionado el por qué ella no había sido considerada para tomar el trono, hasta el día en que Adrian le hizo una pregunta que pareció perforarle el corazón al darse cuenta de lo que estaba ocurriendo.
—Yo no sirvo para esto —había dicho Adrian, molesto—. ¿Por qué no eres tú la heredera al trono? —aunque Alyssa sabía que él no tenía intención de hacerle daño alguno, la princesa lo había sentido como un balde de agua fría que la paralizó de pies a cabeza.
Aquella pregunta rondó en su cabeza por más tiempo del necesario, así que acudió con la única persona que podría aclararle sus dudas.
Todavía recordaba la tristeza en la sonrisa que su madre le había brindado, y en la manera en que había acariciado su cabello, antes de decirle:
—Jamás dejarán que una mujer tome el trono.
A Alyssa no le había agradado aquella respuesta, pero le dio sentido a muchas cosas que jamás había comprendido del todo: el aparente rechazo de su padre, el por qué la habían mantenido alejada de sus hermanos en su infancia, por qué todo lo que ella tenía que hacer era tan diferente a lo que ellos hacían.
Si bien la ausencia de su padre la mayor parte de su vida no había sido solo dirigida hacia ella, la hizo darse cuenta que él era prácticamente un desconocido para ella y Bastian.
Tal vez esa había sido la razón por la que había decidido ser mejor. Más fuerte, más astuta, más perfecta.
Ella era el vivo retrato de su madre: con cabellos rubios casi blancos, alta, rasgos refinados, pero con los ojos azules de su padre. La única otra diferencia con su madre, era su elemento. Alyssa sentía mucha más unidad con el agua, mientras que su madre poseía afinidad con el viento. Sin embargo, su carácter era una mezcla. Poseía la astucia de su madre, pero la explosividad de su padre, lo cual no era un aspecto que adorara de sí misma, pero había aprendido a aceptarlo y vivir con ello.
El Reino entero hablaba de ella como la "princesa más encantadora", la princesa que todos querrían de hija, amiga, hermana, esposa. La más elegante, la más sensata, la que conocía su lugar.
Aprovechó ese amor que la gente tanto le profesaba para conocer a los ciudadanos de su Reino. Había usado ese amor para conocer sus necesidades y quejas. Había utilizado ese amor para beneficiarse a sí misma y a sus hermanos.
Deseaba tanto una oportunidad para siquiera ser una ficha en el tablero de juegos de su padre, que haría lo que fuese para pertenecer.
Menos ser parte de un matrimonio concertado.
Alyssa se conocía lo bastante bien para saber que nada bueno saldría de ahí. Creció para ser una dama a los ojos de todos, pero su lugar no era ese. Ella quería el trono y poder darle una mejor vida a su gente.
Su determinación era fuerte. Podría aguantar un poco más hasta tener una oportunidad.
¿Cuándo y cuál sería esa oportunidad? Alyssa no lo sabía. Pero estaba dispuesta a esperarlo.
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