El Strigiursa agitó sus garras delanteras, cortando el suelo frente a él y creando una lluvia de piedras y desechos. Íthil agitó su varita gritando [Ferrum Secare], cortando como si fuera una espada afilada los desechos frente a él con su varita, mientras Jacob, protegido por Mina, aprovechó su posición y preparó un par especial de chakrams. Saltando por encima de ella, arrojó sus chakrams; estos se separaron al vuelo en decenas de navajas que descarnaron la cara y las plumas de los hombros, varias escamas y un ojo con una lluvia de fragmentos metálicos. Rugiendo y medio ciego, el Strigiursa tambaleó mientras cubría su cara entre sus alas. En ese instante, Mina tomó la oportunidad, arrojándose mientras una flama roja engullía su cuerpo, convirtiéndose en un dragón con largas garras como espadas frontales y tacleando con toda su potencia al Strigiursa, atravesándole los hombros y anclándolo al piso. En ese momento, Íthil susurró Movimiento Óseo, creando un grupo de estacas con los restos animales de alrededor que se elevaron sobre el Strigiursa. Este inmediatamente sintió el ataque inminente de Íthil. Juntando todas sus fuerzas en una desesperada maniobra, erizó sus plumas y concentró todas sus fuerzas en sus patas traseras, dando un salto al aire. El Strigiursa y Mina se elevaron casi 3 metros en el aire, arrojando a Mina sobre Íthil, para después arremeter con sus garras frontales y asestar tres golpes al pecho de Mina, que la dejaron sin aire e inmóvil por el dolor por un momento. Los ojos de Jacob se tornaron rojos y una línea fina de energía rojiza envolvió su cuerpo; esta incrementó notablemente sus habilidades físicas, dándole por un momento una ráfaga de velocidad. Se impulsó para tomar las cuerdas, y apoyándose en un árbol cercano derribó al Strigiursa al piso de un tirón, deteniendo sus movimientos y dejándolo inmovilizado por un momento. —Sigo preguntando qué hace esta cosa tan abajo de las montañas y por qué es tan delgado —preguntó Íthil, tratando de tomar aliento. —Tal vez esté hambriento, pero no sé por qué no devoró todos estos animales —Jacob dijo mientras veía animales y ganado mutilado, pero no devorado. Mina, aún transformada, despertó en ese momento y con furia atravesó un charco grande abriendo las aguas a ambos lados mientras corría. Aquella bestia, al ver esto, inexplicablemente gritó de pánico mientras corría y elevaba el vuelo en dirección opuesta. Con la cobertura de la noche, el equipo perdió de vista otra vez al Strigiursa, pero esta vez ya estaba malherida. Por los siguientes minutos siguieron entre la nieve cortante a la criatura. El hilo suave de sangre emitía un vapor fácilmente distinguible entre esta y, alumbrados por la lámpara de aceite de Jacob, seguían aquel hilo rojo en la nieve blanca. —Oigan, ¿no les parece extraño? Está muy delgado, estos animales deberían parecer rollos de masa —Mina dijo mientras caminaban. —Sí, lo noté varias veces, además su comportamiento es muy errático, no nos está cazando, solo nos está atacando —dijo Jacob, alumbrando la nieve. —Los Strigiursa son muy especializados en comer venados y animales medianos, no debería ser tan agresivo con la gente —Mina les dijo mientras llegaban a una sección inclinada del bosque. —Y a pesar de ser tan agresivo, así como así le tuvo miedo a Mina —Jacob respondió. El grupo bajaba por un sendero. —No tiene sentido —dijo Jacob mientras alumbraba la entrada a una caverna; el rastro los llevaba hasta ahí. Íthil, por su lado, dijo en voz baja: —Luna negra de Nerak, dale a este pequeño una noche más—. Los restos de un pequeño tejón tomaron forma de entre la tierra y nieve; un fulgor verde suave llenó su cuerpo, emitiendo un suave brillo fantasmal. Aquel animalillo volteó a ver a Íthil como esperando órdenes. Íthil acarició su cabeza un poco y le dijo firmemente: —Sigue el rastro, amigo, llévanos hasta allá —Ya pasaban de las 3 a.m. para este momento y el punto más frío de la noche se dejaba sentir. Los huesos dolían y el ejercicio y sudor solo los fatigaban aún más. Si esta confrontación proseguía, no durarían más y lo sabían. —¿Por qué no hicimos eso desde el principio? —preguntó indignada Mina. —Bien, casi siempre los animales resucitados son un poco menos hábiles. En este caso, hay un buen rastro que seguir —Íthil dijo, quitado de la pena. Media hora pasó. El tejón ya estaba llegando a sus últimos momentos. Íthil sentía la fatiga de su invocación como si algo de sí lo abandonara, mientras la luz opaca y esmeralda de la magia negra abandonaba el cuerpo del tejón como dejando migajas la luz. Finalmente, al cabo de unos minutos, alcanzó el descanso. Esta vez, Íthil enterró propiamente al pequeño mientras recitaba sus agradecimientos. Mina miraba fijamente el final de la cueva; ahí se encontraba una salida a un prado descongelado y delante de ella, cinco crías de Strigiursa cadavéricas y congeladas. Y al lado, junto a estas, derrotado y moribundo, estaba su objetivo. Violentos espasmos curvaban y rompían su espalda hacia atrás; un horrible y espumoso vómito cubría el pico de este mientras el ojo destruido del animal colgaba punzante y macabro. El grupo contuvo sus entrañas; el deseo de terminar con el sufrimiento del animal los urgía a darle el golpe final. Íthil levantó su varita, pero Jacob lo detuvo apresurado. —¡ESPERA, NO! —gritó Jacob, urgiendo a Íthil a detenerse. —¿Qué pasa, enano? ¿No ves cómo está? ¡Se acabó! —dijo Íthil. —Tal vez, pero míralo, no es normal. Nuestros ataques no lo derrotaron, algo lo está destruyendo... Tan pronto dijo eso Jacob, Mina tacleó a Íthil, apartándolo del camino. La bestia ciceante y torcida se arrojaba torpemente tratando de asesinarlos, mientras un sonoro gorgoteo húmedo y constante que emitía del animal inquietaba a los aventureros. El miedo los comenzaba a asediar. La criatura se alzó amenazante y, en sus dos patas traseras, fácilmente llegaba a los 7 metros de alto. Aquella torre de músculos y garras se inmovilizó frente a ellos como esperando el desenlace. —Entonces, ¿qué hacemos? —Íthil preguntó. —No lo mutilemos, vamos a quemarlo. Tengo sospechas de algo malo con este animal —dijo Jacob mientras Íthil y Mina se miraron. —Muy bien, ok —dijeron mientras le lanzaban sus últimos frascos con aceite. Jacob arrojó su lámpara. El Strigiursa se incendió con el aceite como un montón de hojas secas. Erguida y amenazante, la criatura los observaba fijamente sin moverse ni gritar, mientras era consumida lentamente, como resignada. En el último momento, sus cuencas vacías se dirigieron a los restos de sus crías, observándolos con ojos que ya no estaban ahí. Jacob dijo en voz baja: –[Tallwor]– mientras todos presenciaban cómo aquella criatura se consumía. El espectáculo fue algo impactante que los dejó sin dormir varios días.
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