Los días se sucedieron en una imposible combinación de lentitud y velocidad astronómica; con horas que parecían semanas enteras en las que, mientras continuaba con las indagaciones para las que en verdad había ido allí, no podía evitar mirar a través del rabillo del ojo a mis alrededores, esperando casi animalmente que uno de aquellos subordinados cuyos rasgos jamás era incapaz de recordar a posteriori apareciera para hacerme saber que Julian había decidido que requería de mi presencia; ya fuera por entretenimiento, con alguna ridícula excusa que yo estaba más que dispuesta a pasar por justificada necesidad o, tal y como había sucedido en una ocasión más, una situación similar a la del Carrusel.
Al rememorar aquel momento mi vista se desvió hacia la pista de coches de choque. Ahora estaba formada en su totalidad por motos de choque; tras el incidente la previa noche que había llevado a tener que…deshabilitar unos coches cuyos colores recordaban más de lo que me gustaba admitir a algunos visitantes especialmente mal educados que había visto entrando a la Feria a lo largo de aquellos días…
…pero jamás saliendo de la misma.
Hice una mueca; no era algo que me incumbiese en lo más mínimo y, si hay algún tipo de ser superior a nosotres, bien sabe este individuo que mi jefa hace cosas bastante más escabrosas que hacer desaparecer a unas cuantas personas en clara necesidad de aprender modales básicos.
Volví a traer al frente de mi mente a Gaby o, mejor dicho, dejé que mis pensamientos se derivaran hacia ella de forma natural. No era estúpida: sabía que me ocultaba algo y que, incluso si genuinamente disfrutaba de mi compañía tanto como de la del dichoso collar sin el que todavía no la había visto, iba a acabar utilizándome de alguna manera. Lo más probable, después de todo, era que ya lo estuviera haciendo.
Pero me daba igual; nunca había sido nada salvo un recurso. Ser, por una vez, un recurso con nombre propio era ya una mejora mucho mayor de la que hubiera esperado menos de un mes antes.
El grito triunfal de una joven cuyo pelo era un arcoíris desordenado que acababa de ganar en el puesto de rifles me devolvió al presente, haciéndome soltar un gañido de frustración conmigo misma: había perdido la noción del tiempo y el espacio totalmente (de nuevo). En el tiempo que había pasado inconsciente en mi despertar, el objetivo había desaparecido fuera de mi campo de visión, sin la menor indicación de a dónde podría haber ido.
-Ey, Pat, tranquila. Sea lo que sea que te atormente, estoy completamente segura de que conseguirás no sólo solucionarlo, sino mejorarlo con respecto a lo originariamente planeado, ¿no es así?
Me giré y allí estaba, una leve sonrisa escapó de mis controlados labios mientras permitía a mis ojos beber la imagen de Julian, cuya iluminación era digna de un cuadro bien exhibido.
Se había cortado el pelo a lo garçon tras el incidente de la noche anterior, que lo había dejado plagado de una sustancia que prefiero creer era grasa de los engranajes de los autos de choque; hoy acompañado de pendientes que, de no ser por su intenso color azul zafiro, hubieran pasado desapercibidos por su pequeño tamaño. Llevaba un conjunto americana-pantalón formal; ambos de un tono rosa oscuro y débil, que conjuntaba a la perfección con la camisa azul pálido y corbata negra con discretos bordados dorados ligeramente desabrochada.
Su sonrisa era de una tonalidad roja más intensa que la sangre proveniente de una herida recientemente provocada y, a pesar de su calidez y la genuina felicidad que transmitía, tenía un toque artificial que hacía a las comisuras de sus labios sentirse falsas, como moldeadas para aquella posición.
Algo similar ocurría con su postura: salvo la mano que se entretenía en acariciar de forma esporádica el collar; todo parecía ensayado, aprendido.
Durante un momento, me sentí frustrada, pues la había visto en sus momentos de guardia más baja; cuando una risa demasiado aguda escapaba de sus cuerdas vocales; cuando olvidaba una buena postura en la silla y podías entrever una de sus rodillas en postura casi acrobática; cuando hacía una referencia que yo no entendía y su ceño se fruncía casi cómicamente mientras trataba de buscar la mejor estrategia para conseguir ayudarme a descubrir de qué hablaba sin llegar a tratar el tema como tal puesto que el mismo se solía alejar mucho de quién se suponía la mujer DEBÍA SER…
En esos momentos, quería gritarle. Decirle que Gaby Julian era bastante por quién era, que no necesita ser la Gaby Julian que todos veían, que aquella Gaby Julian ni siquiera tenía por qué existir si así lo deseaba.
Por supuesto, no lo hice. Nunca he sido más que una espectadora, y es difícil perder las costumbres; de ahí lo complicado que nos resulta siempre saber con seguridad si éstas caen en la categoría de buenas, malas o cualquier clase de mezcla de las anteriores clasificaciones.
En su lugar, contesté a su afirmación.
-Espero que tengas razón…Yo… ¿Quieres compañía para comer?
No sabía la hora que era, pero el olor de los perritos calientes baratos me estaba empezando a resultar apetecible; lo cual quería decir que, fuera el momento temporal real que fuera, mi cuerpo había declarado que, para él, era La Comida.
Ella negó con una mano mientras posaba la otra sobre mi hombro. Un escalofrío me recorrió entera; ¿cómo podía una extremidad que parecía perpetuamente fría transmitirme tanto calor?
-Lo siento, sería maravilloso pasar ese rato juntas, ¿no es así? Pero… -su expresión se nubló durante un instante, mostrando una irritación que conocía muy bien de mi propio reflejo cada vez que un espejo me pillaba en mitad de un pensamiento dedicado a mis superiores. –Digamos que tengo una reunión de trabajo. Sin embargo…esta tarde…te alojas aquí…
Me adelanté a que pudiera empezar la pregunta, intentando ocultar mi nerviosismo tras una actitud juguetona que no estaba nada habituada a usar.
-Sí, así es. Pero ya lo sabías. Sí, puedes venir. Pero mándame a Tabasco quince minutos antes; soy un desastre y no quiero que veas mi cuarto de hotel en toda su gloria de habitación de adolescente ochentera.
Ante esto, su mirada se ensombreció, y no pude evitar fijarme que sus caricias constantes al collar se convirtieron en un férreo enganche al mismo con tres de los dedos de la mano que había utilizado para negar la invitación a comer en mi compañía.
Quise preguntar. No, necesité preguntar pero, de nuevo, no lo hice.
Me odié por ello, reprochándome internamente con suficiente intensidad durante el suficiente tiempo para que ella se recompusiera completamente, añadiendo con su perfecta sonrisa un comentario divertido pero que, a pesar de su aparente banalidad y aleatoriedad, fue tan personal y una demostración tan profunda de su atención a todo cuánto le había contado en los días anteriores que he decido no compartirlo.
Una memoria que guardar muy dentro de mí incluso en los días más oscuros por venir, sean éstos cuáles sean.
Gaby volvió a marcharse; quedando de ella a mi lado sólo su aroma.
Un aroma en el que verdad y pretensión se entrelazaban hasta volverse indistinguibles.
Tabasco apareció aquella tarde, pasadas las siete, siendo mi entusiasmo tal que hasta le permití algunas preguntas algo indiscretas sobre mi trabajo, recompensadas con respuestas casi totalmente sinceras por mi parte antes de inquirirle qué mensaje traía de Julian.
El chiquillo hizo una mueca mientras se apartaba algo incómodo unos rizos de la cara.
-Al final no va a poder venir…Seguía con sus… ¿Jefes? No sé, daban miedo; no parecen el tipo de gente que se dedica a las ferias.
“Porque no lo son, sólo son gente a la que se le da muy bien las tapaderas; pero ojalá nunca descubras nada más allá de eso, little one[1]” pensé, componiendo una mueca de comprensión.
-Vale, gracias… -iba a despedirle con su propina extra pero, dándome cuanta no por primera vez de lo casi enfermizamente fino de su figura infantil, cambié de idea. -¿Quieres cenar conmigo?
La compañía del niño, tras acostumbrarte al constante bombardeo de preguntas indiscriminadas, era bastante más agradable de lo previsto.
Justo antes de marcharse –aparentemente, en su vida había adultos; de lo que no había eran adultos responsables para controlar sus idas y venidas-, me miró una última vez y, por un momento, pareció mucho mayor; casi más incluso que yo.
-Pat…sé que te gusta Gaby…la Señorita Julian. Pero…no es justo que siempre dejes las cosas a medias porque ella te lo pida. Sólo…haz lo tuyo también, ¿vale? Igual hasta es bueno para ella
Sus palabras tuvieron un impacto mucho mayor de lo que él mismo podía llegar a imaginar.
Más incluso de lo que yo llegaba a discernir en aquel preciso instante.
Sin embargo, por el momento, simplemente le sonreí, agradecida y, tras un par de bebidas que por razones evidentes no había sacado mientras Tabasco aún estaba en la habitación de hotel/casa temporal, decidí que el chico tenía razón.
Al día siguiente le daría un empujón a mis informes sobre Tomás.
Tampoco pasaría nada si un día mi mente no giraba en torno a Gaby Julian, ¿no es así?
[1] Literalmente sería chiquitín o algo similar, pero yo me lo imagino más como pequeñajo.
Comments (0)
See all