Para cuando acabamos con Tomás (asunto en el que no entraré en detalles, puesto que hay cosas que es mejor dejar enterradas para siempre; y éste es una de ellas), todo el mundo había abandonado ya el Jardín del Terror (o, al menos, todos los que todavía podían para cuando desperté a Gaby).
No me sorprendió demasiado descubrir que Tabasco había resultado ser inmune al encantamiento, y simplemente se estaba paseando entre lo que ahora eran espejos rotos y plantas marchitas; confuso y necesitado de explicaciones.
Sonreí y miré a Gaby, como pidiéndole permiso.
Ella se encogió de hombros.
- Si vamos a huir de jefes mafiosos todo-poderosos y este muchacho es lo más parecido a un amigo que tienes, está bastante claro que tendremos que llevarlo con nosotras, ¿no es así?
Varios días pasaron.
Nos encontramos a las puertas de una Feria que parecía mucho más que una humilde feria ambulante en proceso de desmontaje por un equipo que desconocía por completo el hecho de que, para cuando terminaran, su jefa (y la furgoneta personal de la misma; así como dos de los clientes habituales que habían tenido en Chicago aquellas últimas semanas), ya no iban a estar allí.
Aparecí por detrás de Gaby, dándole la mano desde mi posición, dedos entrelazados con una naturalidad que llevaba ansiando ya demasiado tiempo.
- Va a ser duro –dije. –Encontrar un sitio donde poder ser diferentes con normalidad y en donde nuestros jefes, bueno, ex-jefes no nos encuentren…
- Podremos con ello –replicó, con seguridad. –Parece una tontería pero, antes de irnos, eché una última moneda al fonógrafo y…en resumidas cuentas, dijo que podríamos, que hay un sitio para nosotras.
- ¿Y tú le crees?
- Bueno, acertó con todo lo demás, ¿no es así?
Se giró para mirarme juguetona e inclinó la cabeza para besarme; desde el incidente en el Jardín del Terror se había convertido en un más que gustoso hábito entre ambas. Tabasco tardó meros segundos en destruir el momento.
- ¿Va a ser así todo el tiempo?
- Todo no. A no ser que te sigas quejando, amigo.
Me hacía gracia que Gaby llamara amigo a Tabasco; en cualquier otra persona hubiera sonado anticuado y fuera de lugar, pero cuando ella lo decía…parecía correcto.
- ¿Nos vamos ya? –dijo el chico, viendo la batalla perdida.
Gaby se llevó la mano libre al collar, pero ya no era como antes.
Aunque lo seguía llevando puesto la mayor parte del tiempo, ahora al tocarlo no parecía que se estuviera aferrando a una tabla tras un naufragio, sino acariciando con ternura una buena memoria.
Sonreí con calidez ante su gesto involuntario y apreté ligeramente la mano que permanecía en cuasi-simbiosis con la mía.
Ambas asentimos y los tres entramos en la furgoneta.
Ni una sola mirada atrás.
Comments (0)
See all