Parte 1
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Los parpados del chico pesaban mucho.
—Oiii ¿Estás bien?
—…
Una voz femenina llegó a sus oídos, pero no podía responderle.
—Fue un… Duro. Espero que no…
“¿Qué está pasando?”
La consciencia del chico se volvió a apagar.
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Los ojos de Philip se abrieron lentamente, pero aún seguía sin poder ver nada. De inmediato sintió jaqueca y náuseas. No podía recordar nada más allá de la pelea que tuvo con Willo y se sorprendió de todavía estar con vida.
“¿Dó…nde estoy?”
Sintió un dolor agudo en la cabeza y, cuando quiso sujetarla para ver si podía mitigarlo un poco, escuchó un ruido metalice y sus brazos no se movieron.
“¿Qué?”
Cadenas sujetaban con fuerza sus piernas y brazos a ambos lados de su cuerpo, hecho de esta forma seguramente para que no pudiese activar el guante de elemento 347. En sus pies no se encontraban las zapatillas con propulsores y estaba sentado sobre una dura silla de metal, que no iba a poder romper independientemente de la fuerza que haga.
Completamente inmovilizado y sin capacidad de poder escapar. Intentó gritar, pero una soga cubría su boca, impidiéndoselo.
—Oh, despertaste. Ya estaba empezando a preocuparme, no quiero tener que mover un bulto a escondidas por ahí.
La humedad en el lugar era muy alta y se escuchaba el sonido de goteras. Luz se filtró por una pequeña ventana rectangular en la parte superior de la pared en frente de él.
La sala estaba llena de cajas y herramientas, se encontraba en el sótano de alguna casa de una zona residencial y en la esquina de ese pequeño sótano se encontraba la persona a la que pertenecía la voz que se dirigió hacia él.
—¡Hey! Me encontraste.
Vestida con ropa casual que le iba algo grande, se encontraba Willo. Estaba comiendo una galleta mientras lo observaba.
Él hizo unos ruidos extraños al intentar comunicarse con ella.
—Oh, cierto. Tienes eso aun en la boca.
Willo terminó de comer su galleta, tomó un cuchillo que estaba a su lado y se levantó para ir junto a Philip. Se puso a su costado, acercando tanto el cuchillo como su rostro hacia él, susurrándole de forma suave y seductora mientras pasaba el cuchillo lentamente por su pecho
—Te voy a sacar eso si prometes no gritar ¿Si? No quiero manchar de sangre el sótano de mi casa.
Philip asintió y ella cortó la soga de su boca. En ese momento…
—¡AYU…!
Él intentó gritar, pero ella colocó el cuchillo en su boca. La mirada de Willo se oscureció.
—Ten cuidado con lo que intentas hacer, pedazo de mierda. No estás vivo porque yo quiera.
Ella retiró el cuchillo y él, luego de toser un poco, respondió con una voz agotada.
—¿Entonces por qué estoy vivo?
Willo se para frente a Philip y levanta su mentón para mirarlo por encima del hombro, con desprecio.
—Hmph. Agradécele a tu amigo rubio. Él me rogó que te deje vivo a toda costa y, como le debía un favor, accedí.
“Bill ¿Eh?”
—¿Hace mucho conoces a Bill?
—Poco más de medio año. Él me ha estado ayudando para obtener las piedras Eyre.
—Ah, entiendo.
“No es momento de pensar en lo que ha hecho Bill, no tiene sentido”
—¿Quieres la piedra, cierto? Lo siento, no pienso entregarla ni a ti ni a nadie más.
El rostro de Willo se tensó para luego mostrar una mueca irónica.
—¿Así que vas a forzarme a usar métodos sucios, eh?
—¿Acaso vas a matarme para quitarme la piedra? ¿Bill se decepcionará mucho, no?
—No es necesario matarte tan rápido, tengo unos métodos antes de llegar a eso.
Ella abraza a Philip por la espalda. Él siente una fuerte presión viniendo de ella, una presión que va moviéndose por todo su cuerpo hasta terminar en sus manos. Allí aparecen dos esferas negras.
“Estas cadenas, esta silla. Mierda”
Willo susurra coquetamente a su oído.
—Nee. No quieres que empiece a hacerte cosquillas, ¿Verdad?
Él pudo ver las intenciones detrás de esa sonrisa maliciosa. Su cuerpo tembló ligeramente.
—No te entregaré esta piedra.
—Eres bastante valiente.
Una pausa. Ella se dio la vuelta, sentándose sobre las piernas de él y recostando la cabeza sobre su pecho.
La actitud impredecible de Willo puso a Philip en jaque. Independiente del camino que él tome, no sabía que reacción podría provenir de esta chica. Confrontarla quizás podía hacer que revele información, aunque ese camino sin duda era el más doloroso.
—AAAAAAAAAGHH.
Electricidad recorriendo todo su cuerpo. Energía oscura invadiendo su sangre. Maldad acumulándose en su sello.
—Por favor, Philip. Dime tu deseo.
La consciencia del chico empezó a desvanecerse, mezclándose con un recuerdo suyo. Uno en el que oía palabras muy parecidas.
¿Acaso Willo las dijo o solo fue una alucinación?
Todo se volvió oscuridad.
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—Philip, ¿Cuál es tu deseo?
—¿Eh?
Era una soleada mañana de verano. Un chico de aproximadamente 15 años acompañaba a una chica, un poco mayor que él, a un gran río de agua cristalina que se encontraba a unos cien de kilómetros de la ciudad. Allí planeaban pasar todo el día.
Al chico lo sorprendió, no la pregunta, sino la forma en que la chica la hizo. Ella no solía dirigirse hacia él de esa forma.
—¿A qué te refieres?
—Se me vino ese pensamiento a la cabeza, que hermoso es tener un sueño y avanzar para poder cumplirlo. Algo tan maravilloso que podría considerarse una fantasía.
El chico miró hacia el frente y bajó la cabeza, con un rostro serio. Él estaba pensando con sinceridad, no se tomó como un juego las palabras de su amiga.
—Yo…
La chica inclinó la cabeza al notar lo dubitativo que estaba el chico.
—Yo no tengo un sueño.
Él no quería volver a mirar a la cara de la chica, se sentía avergonzado.
Al mirar de reojo pudo ver como ella sonreía.
—Entiendo. En ese caso…
Él fue levantando poco a poco su cabeza.
—¿Te puedo dar mi sueño?
La sonrisa de la chica se volvió algo sombría.
Parte 2
Philip empezó a toser muy fuerte. Podía sentir su interior revolviéndose y ardiendo. Náuseas, dolor, ardor, quemazón. Podría arrancarse la piel con las uñas si tuviera la oportunidad.
—¿Ya lo entiendes, no? Entrégame la piedra y regresa a tu vida de miserable burgués. No quieres ir más adentro de la oscuridad. Ese es el lugar al que pertenecemos los demonios.
—…
—Ve. Levanta la cabeza y regresa con tu familia. Lo único que has hecho es acabar con un demonio que podía aportar a la destrucción de todo este mundo.
—Willo…
Ella levantó su torso y se separó del pecho de Philip. Apoyó sus manos en él, en los cuales ya no se encontraban las esferas negras. Sus ojos no tenían color.
—Entrégame la piedra.
—No. Si no cumplo mi deseo, nada de todo lo que pasó hasta ahora valdrá la pena. No podré evitar otro 21 de junio. No obtendré mi libertad.
Ella cerró sus puños, arañando el pecho de Philip.
—¿Por qué? ¿Por qué eres así?
Ella volvió a acercarse a Philip, esta vez para tocar el sello en su brazo.
—No me dejas otra opción.
Otra vez la energía oscura empezó a recorrer el cuerpo de Philip. Escupió sangre y empezó a convulsionar.
Pronto su cuerpo se detuvo. Sus ojos permanecieron cerrados.
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—¿Eh? ¿Qué?
—Es algo que no puedo cumplir, varias cosas lo impiden, pero es algo que no quiero dejar atrás por más que sea imposible para mí hacerlo realidad.
El chico tragó saliva, sentía una profunda curiosidad sobre donde quería ella llevar la conversación.
—¿De qué se trata?
La sonrisa de la chica se hizo más grande pero luego desapareció. Bajó la mirada con una expresión melancólica.
—¿Qué opinas tú de los psychis?
El chico sostuvo su mentón, tratando de pensar, pero no tardó mucho en responder.
—No tengo una opinión definida sobre ellos. Conozco a varios que son muy buenas personas, pero también sé que existen otros causando bastantes problemas alrededor del mundo.
—Exacto. De eso se trata. No es que ellos sean malos o buenos por el simple hecho de ser psychis, así como también sucede con los humanos. Se trata de los individuos. Si todos entendieran eso, todos podrían vivir mejor.
—Pienso lo mismo, aunque entiendo a los que odian a los psychis. Si bien los malos son individuos aislados que no representan a todos, un psychi malo puede hacer un daño mucho mayor que un humano malo. Es normal que exista tanto miedo y recelo, no sabemos los límites de la energía oscura.
—Eso es cierto.
La expresión de la chica se oscureció, pero apretó sus manos y dientes y continuó hablando.
—Aun así yo quiero terminar con el odio, con el miedo. Eliminar todas las barreras que separan humanos de psychis, humanos de humanos y psychis de psychis. No digo algo utópico dónde no suceda nada malo, pero si un mundo donde todos puedan convivir sin miedo ni desprecio al otro.
El chico no pudo ocultar su sorpresa. Algo dentro de él había cambiado gracias a esas palabras.
La chica susurró algo…
Parte 3
—Ese es mi deseo
Philip, con unos ojos desprovistos de todo color y una voz carente de emociones, habló.
—¿De qué mierda estás hablando? —Frente a él, la chica de largo cabello negro y ojos rasgados respondió con un aura de hostilidad—. ¿Qué clase de deseo es ese?
—El mío, el que voy a lograr gracias a las piedras Eyre. Y ni tú ni nadie me va a detener. Es por eso que no te entregaré la piedra.
Philip cambió su expresión y miró fijamente a los ojos de la chica con una profunda determinación. Para él no había segunda opción, ya había decidido obtener las tres piedras. No podía retroceder, la chica frente a él era un obstáculo diminuto al lado de su fuerza de voluntad.
Pero había algo que obviamente tenía que tener en cuenta, él está encadenado no podía escapar de sus garras. Si decía algo fuera de lugar, podía morir. El primer paso era evitar eso.
—Entonces no queda otra opción.
La cabeza de la chica cayó, sus manos empezaron a temblar. Era una advertencia de lo que estaba por hacer. Él la interrumpió hablando muy bajo.
—Espera un segundo.
—¿Qué?
Philip hizo un “shhh” para evitar que Willo siguiese gritando. Empezó a mirar al techo del sótano que queda exactamente debajo de la sala principal de la casa.
—¿Hay alguien ahora mismo en este lugar? ¿Algún familiar? —susurró él
—No. Mi padre… No está y mi madre está en un hospital. No tengo más familiares.
—Entonces, ¿Nadie tiene acceso a la casa?
—Te acabo de decir que no.
Un poco de enojo se filtró a través del nerviosismo de Willo. Él no dejó de mirar hacia arriba.
—Entonces alguien entró a la casa.
—¿Qué? No quieras engañarme para salirte con la tuya. O me entregas la piedra o estás muerto.
Esta vez ella susurró esas palabras.
—Son varios. Diría que unos seis. ¿Te aseguraste en todo momento de que nadie te seguía?
—Cuando te traje sí, pero después he salido un par de veces a hacer algunas compras y…
—Entonces es eso. Tú nunca ocultaste tu identidad en combate y con solo encontrarte por la calle podían rastrearte hasta aquí. O incluso sin eso, con solo encontrar tu nombre y buscar tu dirección bastaba.
—Ugh. No te creo. Estás jugando conmigo.
—Está bien, no me creas, pero ambos moriremos aquí. O si por casualidad tú logras escapar de alguna forma, perderás mi piedra. Tienes que liberarme, escapemos los dos juntos.
—¿Eh? ¿Qué dices?
La cara de Willo se retorció. Ella estaba muy nerviosa para pensar con claridad, Philip aprovecha esta debilidad suya para romper su defensa emocional. Ella no quiere matar a Philip para no decepcionar a Bill, pero si Philip dice la verdad, ambos podrían morir o ella perder la piedra. Tiene pocas opciones y eso la pone aún más nerviosa.
—Están dirigiéndose poco a poco hacia aquí. Apuesto a que son Brotherhood RG.
—Ah.
—¿Eres estúpida? Reacciona de una maldita vez y libérame, debemos huir en este instante. A ninguno de nosotros nos conviene una pelea en un espacio tan estrecho contra estos tipos.
Tap
Un ruido seco se escuchó sobre ellos. Philip miró a Willo a los ojos, con firmeza. Ella apretó su sien con el dedo índice, intentando mitigar su jaqueca.
—¡Está bien, lo haré!
Sujetó con ambas manos los dos extremos de la cadena y un flujo de poder oscuro salió de sus palmas. La cadena fue resquebrajándose poco a poco hasta romperse del todo. Philip liberó sus brazos y se levantó de la silla de metal. Sacó un pañuelo de uno de sus bolsillos y con él tapó su boca y nariz. Desplegó su guante de elemento 347 y se dirigió a Willo.
—Tenemos veinte segundos, ¿Puedes disparar un poco de tu poder hacia esa ventana del frente?
—¿Cómo?
—¡Solo hazlo!
—O-ok.
Una esfera oscura apareció en la mano derecha de Willo y de ella salió disparado un rayo oscuro.
Philip apuntó hacia el mismo lugar donde se dirigía el rayo, imitando a una pistola con sus dedos. El guante de metal plateado brillante se iluminó y una fina línea de luz fue disparada hacia la energía oscura en la ventana.
BOOM
Ya era de noche, probablemente después del comienzo del toque de queda. La pequeña explosión reveló que por encima de ellos se encontraba el patio de la casa a unos pocos metros de la acera, donde por suerte no había ningún transeúnte.
—¿Mis propulsores? —preguntó Philip.
Willo apuntó a unas cajas que se encontraban a un costado, Philip se acercó, encontró las zapatillas blancas. Se las puso y se acercó al cráter que antes era el patio de la casa de Willo.
—Vámonos de aquí.
—S-sí.
Philip activó los propulsores de sus zapatos y ambos salieron volando de la casa.
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