Caitlyn escuchaba el discurso con mirada hipnotizada. Sus manos juntas sobre las piernas, sentada como estaba en la banca. Mateu alternó con ella, y su mirada se mostró consternada. Como si anticipase algo, respiró profundamente.
"Oye.", murmuró, a la bruja, sentada frente a ellos.
Ella se volvió, con expresión intrigada, y una sonrisa.
"Deshaz la Pócima."
Las sombras comenzaron a rodearlos.
"Oh...", dijo ella, viendo a Caitlyn. Caitlyn se veía a sí misma, dudando de muchas cosas. Una parte de ella quería irse con aquellas personas, como ya anticipaba. Otra parte quería quedarse. Quería permanecer allí. Quería aferrarse a su esperanza.
Agravialle suspiró. Una parte de ella ya no estaba allí. Quienes estaban junto a ella le veían de reojo, pues le notaban desaparecer antes que nadie. Caitlyn abrió más los ojos, ante esto. Pero la mujer no se alarmó. En su lugar, sacó un pequeño frasquito de su ropa, y se lo dió a Caitlyn.
"Bébelo.", le dijo, con firmeza.
Pero ella ya no confiaba. Tenía miedo. Y alternó con Mateu, que le asintió. Y aún así, ella continuó dudando. Tomó las ropas con las manos, temblando visiblemente. Negó, muchas veces. No parecía realmente dispuesta. Mateu suspiró. Agravialle sonrió.
Pero... su decisión pronto sería puesta a prueba. Puesto que el espacio en torno a ella fue volviéndose... Más. Y más oscuro. Tenebroso, y temible. Poco a poco, los rostros fueron deformandose. Ella fue sollozando, mientras veía a la gente que ahora quería perdiendo su humanidad. El discurso terminaba, y ellos pronto no estarían allí.
Detrás de Evergreen, pudo ella ver la nada misma, que venía a llevarselos a todos. Venía, ¡El Olvido, venía...!
... en un ataque de pánico, Caitlyn abrió el frasquito y bebió su contenido. Inmediatamente, apenas lo tragó, sintió ganas de arrojar. Y lo hizo, sin poder contenerse.
"..."
Un ojo... le veía fijamente. Desde su vómito. ...ella alzó la vista, lentamente... Por un segundo, todos le sonrieron, humanos, normales de nuevo. - pero al momento siguiente, todo se volvió polvo, polvo que se llevaba el viento.
Polvo que se escapaba de las manos de Caitlyn, que intentaba contener a sus amigos. La vorágine fue tal que le quitó el aliento, al punto de provocarle caer inconciente.
...
Despertó, quién sabe cuánto tiempo después, con un hombre sosteniéndola.
"¿Caitlyn...? ¿Señorita Caitlyn... está usted bien...?"
Era... uno de sus sirvientes. Parpadeando, ella se vió a sí misma. Comprobó que sus ropas eran las que tenía al principio. Se aferró, a aquel sirviente, y comenzó a sollozar.
"¿Y el pueblo...? ¿Qué ha sido del pueblo...?"
"¿Pueblo...? Señorita Caitlyn, aquí no hay ningún pueblo."
"..."
Caitlyn Saburov volvería a su carro, sentándose en el mismo sitio que al momento de su llegada. Extendió su mano, por fuera de la ventana. Y por un segundo, sintió calidez envolverla.
"¡¿?!", fue entonces, que lo notó.
El Sombreado Gutural... ¡¿Se había ido!? Se había ido con la ciudad, se había ido con todo lo que había dejado atrás. Su corazón se aceleró un poco, y sus ojos volvieron a anegarse. El sol brillaba sobre aquella tierra, que sanaría, para albergar gente una vez más.
El motor encendió, el carro comenzó a vibrar levemente, y se pusieron en marcha. Comenzaron a andar por caminos traicioneros, peligrosos. Caitlyn iba cerrando sus ojos...
"¡Esperen...!"
Los abrió de golpe. Una joven pelicastaña y un joven pelirrojo les agitaban las manos, desde un costado del camino.
Caitlyn ordenó que pararan y, no hizo caso cuando le dijeron que eran extraños, que eran personas raras, que el joven tenía cuernos. Los abrazó, como si fueran sus hermanos. Se les aferró, y ellos se aferraron de regreso. Sonrisas cálidas.
Kanthia no lo sabía. Pero tenía ahora heterocromía, lo que significa, un ojo de color distinto al otro. En este caso, era uno rojizo, el otro pardo. A Caitlyn le parecieron bonitos. A Kanthia, cuando se lo hicieron notar, le parecieron curiosos.
"¿Pero... pero yo...?", se vió a sí misma, parpadeando.
... y encontró, sin sorpresa. Que su cabello, tenía mechones blancos, pálidos, níveos.
"¡Hahaha...! Tengo más estilo así.", bromeó. Ya no era la misma joven tan dolida que había llegado al ahora desaparecido pueblo.
"Vengan conmigo.", dijo Caitlyn. "Puedo llevarles a la ciudad, o pueden vivir conmigo, incluso. Pero, no quisiera dejarles aquí."
Pero, ambos volvieron la vista, rumbo a donde el pueblo alguna vez estuvo. Caitlyn lo entendió, pronto.
"Gauss..."
"Myrla..."
Se aferraron, una vez más. Les sonrió, la joven a ambos. Sus ojos brillosos, les asintió.
"Les estaré esperando."
"¿...?" "¿...?"
"Cuando encuentren lo que buscan, vengan a buscarme a mí. ¿Creen poder hacerlo...?"
Asintieron ambos. Así partieron caminos. El sol brillaba y la luz reinaba en la tierra, tornándose brillosa a través del follaje del bosque, de los árboles a medio despejar. Se despidieron. Y tal era el final y tal vez solo el principio.
Vanaluz es, después de todo, el sitio a donde las historias sin rumbo van a parar. Pero sus historias, ya tenían uno. ¿Tal vez... podrían escapar, de sus garras...?
De un modo u otro. De algo estaban seguros. Y es que...
Cuando los jóvenes llegaron al claro que alguna vez fue el pueblo, y notaron la sombra aguardándoles, como queriendo volver a atraparles, tentándoles con la visión de sus antiguos hermanos y hermanas... Ellos le respondieron con cierta frase, al tiempo que se internaban en el oscuro.
"No hemos nacido en vano."
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