Sus ojos eran azul celeste y su piel suave como una caricia hecha en completa confianza.
Confía en mí. Le susurró con su voz de contralto, casi cantando incluso fuera del escenario, mientras su mano rozaba la mejilla de la chica enferma.
Siempre; quiso replicar, pero no pudo; nunca tenía boca en sus sueños.
Sus ojos eran azul celeste y su nariz tan pequeña que había tenido que desistir de usar gafas de cualquier tipo.
Confía en mí. Su voz era semi-cantarina, ¿por qué era semi-cantarina? La situación era demasiado seria para montarse un musical…
Espera…
Quiso preguntar, pero no pudo; nunca tenía boca en sus sueños.
Sus ojos eran azul celeste y sus uñas estaban mordidas con tanta precisión que serían la envidia de más de una manicura casera.
Confía en mí. Su voz sonaba lejana, como si se estuviera alejando de la cama de su novia; aunque ésta la veía claramente, junto a ella.
¿Por qué te estás yendo?; la pregunta era tan intensa en su cerebro que debería haberse oído en el exterior, haber evitado que las palabras de la mujer de ojos celestes fueran cada vez menos audibles, pero no pudieron; nunca tenía boca en sus sueños.
Sus ojos eran azul celeste y su pelo consistía en una cascada de rizos con una habilidad antinatural para no convertirse en una maraña enredada cada mañana.
Confía en mí. Su voz no sonó como una voz real, sino como una grabación de tan baja calidad que los matices humanos se habían perdido, sustituidos por una impersonalidad que sentó a su interlocutora como un puñal emergiendo del centro de su corazón.
Se sintió profundamente frustrada.
Yo no soy la que necesita que alguien se preocupe; te pasa algo. DIME QUE TE PASA; todo lo que quería la chica postrada era gritar aquello, culminando con el nombre de su amada, pero no pudo; nunca tenía boca en sus sueños.
Sus ojos eran azul marino y la chica sabía que deberían transmitirle más de lo que en aquellos momentos estaban haciendo.
Le tocó la cara de forma brusca; nunca había sido muy buena con sus caricias, pero era algo que ella siempre le había perdonado.
Confía en mí. Su voz de soprano desentonada, pero no por ello menos dulce, reverberó por toda la sala.
Sí, y lo hacía…sólo que… ¿Dónde estaban los sentimientos hacia ella? ¿Por qué sólo había…indiferencia?
Sería la medicación, seguro que era la medicación…
Así lo hago; replicó, justo antes de pedir un vaso de agua.
Siempre tenía la boca seca al despertar.
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