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Cuentos De Khuarhya

— El pueblo sin mujeres — (parte 1)

— El pueblo sin mujeres — (parte 1)

Oct 04, 2021

El pueblo sin mujeres

Aquella reunión, efectivamente, carecía en su totalidad de jovencitas. Mina volteó una y otra vez, abrumada por la situación, mientras Jacob, pensativo, contaba las parejas mayores para hacerse de una idea de la cantidad de familias en el área. Íthil, por su parte, frotaba con su mano su frente derecha, irritado, y finalmente dijo:

—¿Tienen alguna idea de quién es? ¿Hay algún grupo de esclavistas o incursiones de bandidos por aquí? —

—Hace algunos años los hubo, pero no más, nosotros resolvimos eso —forzando una sonrisa, Regis miraba un espacio de ladrillos ennegrecidos en la plaza central, denotando una justicia culposa de hace años.

—Entiendo, ¿alguna pista o algún patrón a rastrear? —preguntó Íthil.

—Pues para empezar, las jovencitas no desaparecen así como así, primero pasan por un periodo de embelesamiento, poco a poco pasan más tiempo en los bosques... a lo largo de 3 o 4 semanas se hacen cada vez más y más atractivas para, una noche, simplemente desaparecer —dijo Raya.

Muchos de los integrantes del pueblo callaron mientras que algunas madres y padres sollozaban.

—Esto no nos da mucho en qué trabajar —murmuró Mina a los otros dos.

Repentinamente, el pueblo los empezaba a saturar con preguntas y pedidos de sus desaparecidos.

—Compañeros, por favor, con calma, los aventureros deben estar cansados por el momento. Por favor, aventureros, tomen esta noche para descansar, si tienen alguna duda pueden preguntar a cualquiera de nosotros o a los integrantes del pueblo, ¡esto es para todos! —Miró firmemente al resto del pueblo.

—¡A descansar! —Merril exclamó firmemente, aunque parecía no tener el mismo liderazgo era igual de respetada.

—Bueno, parece que tendremos una noche de calma antes de la tempestad —refunfuñó Íthil.

—¿Qué pasa, Jacob? —preguntó Mina.

Jacob miraba fijamente al final de la calle principal del pueblo. Sus oídos se enmudecían mientras sentía como si fuera arrastrado a través de esta y hacia el bosque. Un viejo camino cerrado lo llamaba, ilusorios movimientos y bailes macabros entre las ramas temblaban movidos por la luz contrastante del pueblo y sus faroles de aceite, arrastrado cada vez más, por un momento casi desaparece totalmente en la negrura palpitante del bosque.

—¡OWW! Lo siento, me distraje, ¿qué pasó? —dijo Jacob que no respondió hasta que Mina golpeó su cabeza.

—Vamos a dormir, enano, tenemos trabajo mañana —Íthil y Mina juntaban sus pertenencias mientras el pueblo se retiraba a descansar.

—Mmm, saben… me gustaría acompañar al señor Raya en la patrulla de la noche —dijo Jacob de manera atenta.

—No veo el problema, amiguito, pero debes saber que el bosque es tenebroso en las noches, no quieres estar ahí, créeme —respondió risueño Raya.

—Bien, ¿necesitarás apoyo? —preguntó Mina que tomaba la maleta de Jacob con ella.

—No, no… pero déjame sacar mi cuerda de fibras de Jassubiana de la bolsa —Jacob esculcaba entre el bolsillo procurando de ella una cuerda de fibras naturales y varios bastones de madera blanca finamente tallados.

—¿Jassubiana? —Mina veía intrigada la cuerda plateada que parecía más bien un hilo muy grueso.

—Sí, sí… es para prever algunas cosas —Jacob tomó 3 carretes.

—Ok, si pasa alguna cosa nos despiertas, enano —Íthil burlón tomó sus pertenencias mientras se retiraban, en dirección a la casa desocupada al centro del pueblo.

El pueblo se conformaba agrupado hexagonalmente, con las ventanas de la fila interna de casas mirando al centro. Las chimeneas alineadas en los callejones le permitían al pueblo mantener calor en el frío y húmedo bosque. Jacob acompañó al viejo Raya en el camino de la guardia nocturna; este le platicaba a Jacob las desventuras y vivencias del pueblo de cuando la mina de carbón aún estaba activa y, mientras charlaban, Jacob clavaba bastones de madera por cada uno de los portales externos del pueblo.

Ya se levantaba el sol entre la niebla y los retorcidos follajes. Pequeños rayos de luz que atravesaban el follaje echaban atrás la niebla y la humedad. Para esta hora, la gran mayoría de gente del pueblo ya estaba terminando sus tareas matutinas y la patrulla nocturna de Raya y Jacob ya tenía 4 horas de haberse retirado a dormir.

—Bien, Jacob, ¿qué descubriste? —Mina tomaba leche de cabra y un panecillo revolcado en la yema recién cocida de un huevo.

—Pues parece que el pueblo realmente no tiene nombre —tanto Íthil como Mina se detuvieron.

—¡Espera! ¿Nos equivocamos de lugar? —Íthil golpeó su frente con su mano.

—No, realmente sí es Theos, pero no es el nombre del pueblo, es el nombre de la mina —Jacob corrigió mientras una señora le traía huevos fritos, pan y leche.

—¡Oh... oh...! Bien, no me asustes, enano —Íthil volvió a descansar mientras sacaba un mapa del lugar y se hacía una idea de dónde podrían estar las jovencitas.

—Entonces este pueblo es lo último de la antigua población de la mina —dijo Mina mientras tomaba un tercer par de huevos y otros dos panes.

—¿Hay un registro de algún tipo? —Íthil miró, cuestionando a Jacob que finalizaba su desayuno.

—En la casa de la Señora Merril está el registro de nacimientos y muertes desde hace 89 años, parece que la mina fue un foco primario de bullicio en la zona hasta que dejó de producir carbón y Arqueoreliquias hace 80 años. Desde entonces ha estado abandonada. ¿Te interesa ir a explorarla? —Jacob preguntó mientras anudaba su corbatín rojo vino y alistaba su cabello.

—Mmm, si es posible, me gustaría evadir esa zona por si hay derrumbes o algo así, ¿entonces vamos a ver a Merril? —Íthil tomó su Klauvra y ajustó el cinturón de su gastado uniforme militar.

—Sí, parece es la médica general y partera o al menos eso me dijo Raya —Jacob dijo mientras salían de la casa. Afuera, un montón de chicos correteaba algunas cabras y gallinas de regreso a sus corrales.

—¿Alguna noticia sobre los hermanos? —preguntó Mina.

—Parece que estuvieron haciendo poco, fuera de tomarse casi toda la cava de vinos y jamones de Raya —Jacob dijo riendo.

—Yo lo hubiera hecho, pero al final nadie en el pueblo sabe de ellos desde hace un año —Íthil les dijo mientras caminaban por la calle.

—El señor Raya no dijo mucho, solo dijo que un día en una de las pocas patrullas salieron y que los vieron en el viejo camino a la mina; desde ese momento les perdieron la pista por completo. La gente ha estado nerviosa, están evitando la mina y el camino a toda costa, incluso los chicos no van —Jacob y los otros daban vuelta sobre la calle mientras una pareja los interceptó y les daba un retrato de su hija para buscarla.

—Esperemos hayan huido… aunque no veo la razón del porqué —dijo Mina.

La casona hospital y consultorio médico de Merril se encontraba en un sector interior, rodeado de un jardín escondido entre los callejones brumosos del pueblo. Al llegar a esta, la puerta frontal se abrió.

—Sí, señora Esther, tome usted estas bolsas, una por la mañana diluida en leche, y con respecto a sus gallinas hablaré con Claude y sus amigos; ellos las patrullarán en las tardes —una señora ya de avanzada edad tomaba unos bolsos de polvo amarillo y se retiraba saludando a los aventureros al tiempo que se despedía de la señora Merril.

—Mmm, polvo de Amarto y Lapizan, para el vigor y la digestión, tal vez añadiría aún poco de azúcar morena para dar energía —Mina dijo al notar la bolsita de polvos entregada.

—Vaya, ya veo, un colega médico, es buena observación, aunque la señora Esther tiene problemas con sus niveles de azúcar, por eso omití los últimos —respondió la señora Merril, amable y sonriente.

—¡OH... NO. NO. No quise poner en juicio su prescripción, usted conoce mejor a sus pacientes que yo, es obvio, disculpe. A veces hablo mis pensamientos sin fijarme —Mina apenada se disculpaba con la señora Merril, a lo que esta respondió tranquila y amable.

—¡Ahahaha, no te preocupes, veo eres un Drakoorias, no tienes malicia en tus palabras, o como dicen, los Drakoorias no hablan falsedades ni desean males. Además, ya estoy vieja, a veces también olvido algunas cosas, pero díganme, chicos, ¿en qué puedo ayudarlos? —dijo amable la señora Merril.

—Oh sí… sí… Señora Merril, deseamos saber los nombres de las desaparecidas y sus edades —Jacob tomaba papel y lápiz mientras la señora Merril llevaba a sus ojos un par de lentes de plata y una libreta roja.

Íthil, por su parte, deambulaba en las vitrinas médicas examinando las hierbas, frascos e instrumentos médicos completamente desconocidos para él.

—Sí… las pobres muchachas… todo un horrible predicamento, si me disculpa la expresión —la señora, triste y lentamente, empezó la lista:

    Clara Key, 11 años
    Lissiana Craylin, 16
    Querelle Yhian, 21
    Janalie Yhian, 14
    Emilliana Zyltis, 10
    Mello Alistar, 9

Los nombres prosiguieron para un total de 35 jóvenes cuyas edades variaban de los 5 a los 25 años. Al final, un sentimiento de incomodidad quedaba después de cada nombre mencionado. El último golpe fue la entrega de retratos de las jóvenes y la descripción de sus ropas con las cuales fueron vistas por última vez.

—Muchas gracias, señora Merril —dijo Íthil mientras la garganta se le cerraba un poco.

—Enrya nos ampare, encuentren al menos algo que enterrar —dijo Merril mientras entregaba las fotos de las jovencitas, temiendo lo peor.

Lo enorme de la lista y lo pequeño del pueblo solo los deprimía; jamás se habían enfrentado a tal situación.

—Al menos debemos dar cierre a estas personas y encontrar al culpable —Mina decía mientras leía la lista y mordía su labio inferior. Un aura caliente de enojo se sentía irradiar de ella.

Apesadumbrados, se dirigieron a la casa de Regis donde se encontraban los registros de propiedades del pueblo. Estando ya frente a la puerta, esta se abrió repentinamente y de dentro de la casa una nube de humo enorme salió por ella acompañada por un estruendo.

Los aventureros tosían y sus ojos lloraban al tiempo que preparaban sus armas. De dentro de la casa una figura grande se abalanzaba sobre ellos, blandiendo un bastón largo y delgado.

—¡ALTO! —saltó Regis de entre el humo que al dispersarse dejó ver a un hombre grande y fornido sacudiendo rollos apolillados con un bastón.

—Este es Hugo —dijo Regis sonriendo e invitándolos a pasar.

Los 3 se pasaron sin saber qué decir al ver cómo el señor tomaba archiveros llenos de papelería y documentos como si su peso no existiera. Este salió lentamente sosteniendo casi todo el contenido de un librero con las dos manos.

—Vaya, su ayudante es fuerte en verdad —dijo Mina mientras el hombre, ya de avanzada edad y con abundantes cejas que tapaban sus ojos, movía varios objetos de lugar.

—Hugo, muchas gracias, ve a descansar, te llamaré de nuevo para arreglar —Regis le dijo al gigante, que respondió con solo un movimiento de la cabeza.

—Lo sentimos mucho, señor Regis, nos dejamos llevar —dijo Jacob y los demás asintieron.

—Está bien, no se preocupen, sé lo intimidante que Hugo se ve, pero es un gigante tranquilo y un magnífico esposo —dijo Regis sonriendo traviesamente, eventualmente los invitó a pasar a los registros más viejos del lugar.

Dentro encontraron varios baúles y algunos cilindros metálicos de cobre. En estos se encontraban especialmente preservadas una serie de láminas de plata grabadas que poseían la declaración de apertura de la mina.


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