Las garras del monstruo se clavaron en la piel de la chica hasta que el dolor la hizo desmayarse, momento en el que la única adolescente de la habitación que aún quedaba en pie aprovechó para tirar sobre la misma una bebida llena de hielos.

Se aseguró de que fuera la que tenía un toque de limón,  que resbaló por las heridas que cubrían su cuerpo entero, haciendo que profiriera un único  pero interminable gemido mientras recuperaba la consciencia.

La víctima del monstruo parpadeó varias veces antes de volver del todo en sí.

Su brazo dolía, dolía mucho. Había algo que estaba…

El grito que salió de su garganta al observar una garra muy ligeramente antropomorfa salir por ambos lados de éste casi ensordeció a la humana y monstruo que compartían habitación con ella.

Tenía que sacarlo, aquello no debía estar allí, no; estaba mal…

…ni siquiera llegaba a sentir el dolor; la incomodidad, la casi claustrofobia de tener algo que no era suyo en su interior le impedía sentir nada más.

- ¿Por qué me haces esto? –preguntó, sin saber si quería que le respondiera su compañera de clase o la criatura que la estaba ayudando en su ridícula venganza.

- Yo no soy, eres tú.

- No, yo no… –su interlocutora se dejó caer en una silla vacía del aula en la que estaban y comenzó a juguetear con un pie en el charco de sangre de una de las amigas de la joven retenida, tratando de aplastar todos los coágulos que pudiera encontrar.

- Sí, tú sí. Verás, nuestra amiga V aquí presente…se alimenta de culpa. Es cierto que para absorber esa culpa te tiene que abrir en canal pero... –la mirada de la adolescente se ensombreció  y, por primera vez, su interlocutora se fijó en las marcas de su cuello y sus labios amoratados –tú tienes experiencia en hacerlo eso a la gente, ¿verdad?

Tras esto; suspiró, le hizo una suave caricia a la monstruosidad que había masacrado a todas sus amigas y abrió la puerta del aula abandonada.

- Nos vemos, V. Luego limpio.