No tengo hijos.
Me acordaría si los hubiera tenido; si los hubiera gestado, si hubiera tenido que pasar por el tedio burocrático que supone una adopción…
…simplemente; no ha sucedido.
Nunca.
Miro a mi mujer; está confusa, me llama por mi nombre y me pregunta por qué no dejo que nuestra hija duerma con nosotros, que debo saber que tiene pesadillas; tal y como me pasaba a mí en mi infancia.
Me niego a creerlo, le intento explicar que no sé quién esa niña de expresión cándida pero ojos vacíos; ojos del mismo gris oscuro que los míos.
No, no, NO. No puedo dejar que se suba a la cama, por mucho que Jessica insista.
Le dedico una mirada hostil; de alguna manera, sé que no se subirá a la cama mientras yo se lo impida, mientras yo no lo consienta.
Sólo tengo que no dormirme, sólo aguantar hasta que llegue la mañana...
Me despierto cuando unos fríos y diminutos dedos se clavan en mi piel, atravesando la carne bajo de ella como si de bizcocho tierno se tratara.
Sonrío.
Mi hija es preciosa.
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