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Cuentos De Khuarhya

— Porcelana blanca — (parte 2)

— Porcelana blanca — (parte 2)

Nov 08, 2021

—¡Júntense rápido, estaremos perdidos todos si no actuamos ahora! —y de repente, aquellos susurros espantosos fueron sobrepasados por varias voces femeninas que con todas sus fuerzas cantaban con melancolía y fuerza, permitiéndoles un poco de luz entre la locura, les permitió actuar y tener una oportunidad de pelea.

—Botones rojos de abril—

Jacob arrojó sus chakram mientras Íthil disparaba saetas mágicas. Aquello corría a toda velocidad esquivando de manera imposible los proyectiles mágicos y físicos por igual.

—Promesas rojas que no llegarán a abrir—

Mina empuñó su ira y en una carga golpeó lo que sintió como una cara grotesca con sus puños, pero sin poder echar a aquello para atrás, ella brincó rápidamente creando espacio entre los dos.

—Un verano nada más, al botón pequeño, déjalo florecer—

Íthil en una descarga incandescente prosiguió chamuscando con todas sus fuerzas su objetivo. Aquello gritó por el dolor desatando un olor que provocó el vómito una vez más de Íthil, Mina y Jacob.

—Como un campo rojo y carmín los deseos de abril no llegarán por mí—

Gritando con inhumana voz, aquello golpeó con gran furia el piso, tumbando sobre sus espaldas a todos, para después arrojar un tronco de madera sobre Jacob y pateando a Mina para finalmente dirigirse a Íthil.

—Alma avariciosa déjame florecer, cruel niño haciendo un buqué—

Aquello galopó y tomó a Íthil de las piernas y de los brazos y comenzó a tirar de sus extremidades, mientras Íthil gritaba por el dolor, Mina golpeaba con furia las laterales de aquello para tratar de liberar a Íthil sin éxito.

—Aquella noche de abril, campos sin flores ni suaves brisas que sentir—

Con el grito, Jacob localizó aquella cosa y con varios golpes violentos de su chakram le cercenó una extremidad mientras Mina golpeaba una pierna logrando tirar de lado a la monstruosidad.

—Una mañana de perlas nada más, ¡oh rocío! No tienes botones que adornar—

Íthil al caer, giró su varita y lanzó la magia más destructiva que conocía, destruyendo el otro brazo de aquello, un golpe húmedo en el lodo les dejó saber que la criatura estaba de rodillas tratando de incorporarse, pero esta se irguió y lanzó un rugido aterrador que echó para atrás a todos.

—Dulces mariposas de abril, llévenme lejos, déjenme volar, al cielo quiero yo mirar—

Exhaustos y sin más cartas que jugar, los tres aventureros se juntaron y cargaron una vez más contra eso, esperando poderla abatir sin otro truco más que atacar de frente.

—Suaves brisas de abril, lleguen con nuevos botones y háganlos florecer—

Con un estruendo y con todo su horrible ser, aquello galopó contra los tres aventureros y justo en ese momento las voces incrementaron su volumen, enmudeciendo los sonidos de aquello que golpeteaba el piso como en dolor continuo.

—Lleven la alegría que no pude conocer, llévala tú por mí al siguiente corazón—

Mina, Jacob e Íthil escucharon un sonoro gemido seguido de un golpe seco metálico como si una cadena enorme se aferrara de algo mientras aquellas voces cantaban una estrofa final llena de rencor y tristeza.

—Oscuridad profunda que nos tomaste, ¡DÉJANOS FLORECER!—

Gritaron las voces mientras un grito imposible para una garganta humana cimbró con su potencia el lugar, adentrándose a la profundidad de la mina, golpeando con todo como si algo lo arrastrase de vuelta a la oscuridad.

Amanecía afuera de la mina y un venado curioso se acercó a un montón de hojas secas de las cuales salía una mano, el venado lamió aquellos dedos.

—¡GRAAAAAAAAAAAAAAAA! —Mina se levantó emitiendo un fuerte grito.

—AAAH ¡PONK! Awwwwww —Jacob también gritó asustado mientras se golpeaba la cabeza con un tronco en el cual quedó metido.

—Maldición, mi cabeza duele, ¿estamos completos? —Íthil solo se sacudió el polvo mientras salía de un arbusto.

—¡No puedo creerlo, sobrevivimos! ¡Mina! ¡Íthil! ¡Están vivos! —Jacob tambaleaba caminando mientras se reunían al centro. Mina, sin embargo, corrió al carro.

—¡Oigan… las muñecas desaparecieron! —Íthil y Jacob corrieron juntos hacia el vagón que estaba tirado de lado y sin contenido más que los camisones. Con tristeza y furia, Mina pateó el carro y empezó a recoger en silencio la ropa. Íthil y Jacob se le unieron y tomaron toda la ropa mientras miraban cómo de la mina solo quedaba un profundo sumidero que poco a poco se llenaba de agua y lodo de los alrededores.

—No percibo nada, esta tumba ha quedado sellada… no volverá a abrirse —dijo Jacob.

—Sí, los animales regresan… veo pájaros y aquel venado muestra que el área está libre de agresión —Íthil apuntó al venado que los miraba desde el bosque.

—Pero, ¿dónde están todas las muñecas?… No creo haberlas perdido —Mina dijo enojada.

—Tal vez se cayeron mientras… —Jacob intentó explicar, pero Mina lo interrumpió gritando:

—¡NO! ¡No las perdimos, las sacamos! ¡Yo empujé el carro! ¡Yo las saqué, no dejé a ninguna atrás! ¡Sacamos a todas! ¡TODAS! —Íthil y Jacob no supieron qué decir.

—Mina, debemos verificar los alrededores y ver qué pasó. Dudo que hayamos alucinado todo, pero aun así debemos retracer nuestros pasos —Mina no dijo nada, solo incorporó el carro y echó toda la ropa en él y sin decir una sola palabra emprendieron el viaje de regreso.

Todo el camino, Mina permaneció enojada. Íthil y Jacob no tenían ni idea de qué decir. Una niebla ligera y suave se arremolinaba al lado de su camino, gentil y tranquila, muy diferente a la de antes, mientras animales pasaban frente a ellos como despertando de un largo invierno.

—Escuchen… Sé que no es su culpa, pero me enfurecí al ver que las muñecas no estaban, sentí que todo fue en vano y eso simplemente me llenó de ira —Mina les dijo sin voltear a verlos.

—Está bien, entendemos, aún no sabemos dónde están las muñecas, pero definitivamente las sacamos, ¿verdad, Íthil? —Jacob volteó a ver a Íthil esperando una respuesta.

—Sí, definitivamente, conté los camisones y no faltaba ninguno, pero en serio eso fue muy, muy por encima de nuestro nivel, aún no sé cómo salimos enteros, definitivamente no voy a dormir a oscuras por algunos meses —dijo Íthil mientras observaba las ramas sobre el camino que dejaban pasar apenas unos rayos de luz.

—¡Jacob!, qué bueno que te tenemos en el equipo, ¡no sé cómo supiste cómo actuar, yo no pude pensar en nada, simplemente me paralicé! —Íthil golpeó con el puño el hombro de Jacob.

—¿Yo?, estuve recitando el código Massacrax en voz baja, no pude hacer nada.

—Pero nos dijiste cómo derrotar a aquello en 2 ocasiones, abajo y al final de la mina —Mina volteó a verlos.

—Oh no, yo apenas pude encontrar el carro cuando me solté de miedo, Mina me tomó de la mano y me ayudó —Mina lo miró de regreso.

—No, yo hice eso, estaba aterrada, apenas y podía mover las piernas —Los tres se miraron.

—Afuera en la salida, ¿quién dijo que no podíamos ver a la criatura? —preguntó Jacob.

—¿Tú? —Íthil y Mina lo miraron y dijeron al mismo tiempo.

—No fui yo, yo estaba muy asustado para siquiera hablar.

—Entonces no fue Mina ni yo ni tú —Íthil respondió a Jacob mientras caminaban.

—Saben qué, no importa realmente a este punto, no importa —Íthil siguió caminando sin preguntar nada más.

El bosque parecía estar libre, la oscuridad y el frío que los acompañaron de ida, no estaban en el regreso. El carro que traían de regreso avanzaba suave y sin retraso mientras Íthil miraba las 3 medallas pertenecientes a los hermanos Klein.

—Saben, creo que no salimos solos de ahí… Algo vino con nosotros —Jacob volteó a ver a Íthil.

—Tienes razón —Justo en el límite de la niebla, los techos de tejas y las chimeneas se asomaban. Al llegar al pueblo, el cansancio alcanzó a los tres aventureros y la adrenalina les abandonó el cuerpo y así cayeron desvanecidos justo en la entrada.

—Veo que ya despertaron —Merril traía un trío de copas de leche y miel mientras Íthil, Jacob, y Mina se despertaban.

—¡Nos desvanecimos en la entrada! —Mina se apresuró a levantarse, pero la señora Merril la detuvo con la mano en el hombro.

—¡Calma! Levantamos todo lo que trajeron, cada uno recogió sus respectivas pertenencias, todo está bien —les dijo Merril al tiempo que Mina volteó a ver a Íthil y a Jacob, que la miraban igual de intrigados.

—Por el momento estamos aturdidos, señora Merril, ¿puede recordarnos lo que estaba en el carro? —Mina y Jacob observaron directamente a la señora Merril después de la pregunta de Íthil.

—Nos regresaron algo que enterrar —dijo la señora Merril en voz agradecida y entre lágrimas. La miraron y decidieron descansar por el resto del día.

Los 282 servicios funerarios se llevaron a cabo al día siguiente, un pequeño ataúd para cada camisón, aun para los que nadie buscaba. Mina estaba al frente sin decir una sola palabra, Jacob extendía sus rezos para aquellas almas que partían, Íthil veía desde atrás, las concentraciones de gente no eran lo suyo. El canto y los rezos eran suaves y metódicos y se entrelazaban con lágrimas, como el alivio de una larga y dura espera que termina, y eso estaba pasando al fin, terminaba, con una puesta de sol, sin sonrisas ni reencuentros, pero al menos un cierre.

De regreso del evento y en las calles, empezaron a notar algo curioso.

—¿Ya notaron? —preguntó Íthil.

—Sí, las veo, muchas muñecas están en las ventanas viéndonos —dijo Mina.

Jacob miraba mientras las familias seguían su rutina con aquellas muñecas en las ventanas y en las salas de sus hogares.

—Muy probablemente sean las más jóvenes y algunas que se negaron a irse —Jacob veía los alrededores notando las muñecas que se integraban en la vida del pueblo.

—Son las muñecas que sacamos de aquel lugar, pero no recuerdo haberlas traído, al final sí las sacamos —Mina con sentimientos encontrados, mientras todos empezaban a empacar ya de regreso en la casona central.

—Todo parece bien, nadie está triste ni preocupado —Íthil les dijo mientras juntaban todo.

—Sí, es de cierta manera algo tenebroso, es como si el pueblo estuviera embrujado y no les molestara, he visto varias personas hablarles, muchos lo saben, sus hijas están en las muñecas —Jacob miraba por la ventana mientras todos terminaban de recoger el último maletín.

Al caminar por la calle central, veían cómo el pueblo lentamente reganaba su alegría, además de que la niebla que los rodeaba estaba completamente ausente. Al avanzar por la calle principal, notaron cómo la gente se centraba en sus tareas, en platicar mientras que los niños volvían a jugar en las afueras del pueblo.

Regis y Merril los esperaban en la entrada del sendero al camino central mientras Hugo y Raya desmantelaban la barricada frontal dejando solo una cabina de vigilancia.

—Muchas gracias por su ayuda —dijo Regis.

—No fue nada, solo hicimos nuestro trabajo —dijo Íthil mientras Mina y Jacob asentían.

—No, en serio, lo digo por todos, muchas gracias —Merril dijo con ojos ligeramente llorosos mientras sostenía cariñosamente una muñeca con camisón de fresas y un gorro entre sus brazos.

—Gracias —escucharon a coro detrás de ellos, varias familias estaban ahí para despedirse y ahí también estaban varias muñecas en los brazos de sus familiares que los miraban cálidamente, agradecidas.

Después de recibir suficientes panes dulces y comida para un mes, vieron llegar 2 carrozas, una de ellas era la suya.

—Muchas gracias por todo —dijeron los tres aventureros mientras subían al coche.

—Siento que debimos hacer más —Mina dijo en voz baja mientras se despedía con la mano.

—Fue lo más que pudimos hacer, tenemos suerte de haber regresado —Íthil dijo mientras terminaba de sujetar las maletas al carro mientras Jacob volteó de reojo a la otra carroza.

—¡Oiga, ya vieron, la otra carreta! ¡MIREN PRONTO! —Jacob dijo en voz alta. En la otra carreta, sentada en el maletero externo, estaba sentada la muñeca de porcelana que los acompañó en la mina. Los ocupantes del carro subían sus pertenencias sin notarla y por un momento sintieron cómo les sonreía. Con sentimientos encontrados de miedo y agradecimiento la observaron fijamente mientras poco a poco su propio carro se alejaba del lugar.

Tiempo después, rumores de un pueblo habitado por muñecas y sus dueños empezaron a esparcirse, algunos iban a adoptar a una de aquellas muñecas, que según el rumor, podían proteger tu casa y negocio de malos espíritus.

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