La conferencia de bienvenida aún estaba en progreso cuando Ryvan salió. Escurriéndose de manera embarazosa entre los estudiantes que todavía tenían su atención puesta en la persona hablando desde el podio, Ryvan hizo una mueca, hubiera preferido quedarse en lugar de atender una de las juntas de la mesa directiva de uno de los negocios de sus padres.
Afuera Colton y su amigo tatuado estaban fumando. Colton era fácil de reconocer: alto, musculoso y de cabello negro, el cual estaba teñido de un tono de morado que Ryvan llamaría malva, y piercings plateados en las orejas. Su amigo tenía una complexión similar, cabello largo rubio y rojizo que le llegaba hasta los hombros y llevaba acomodado en una coleta, tenía parte de su cráneo rapado de tal manera que mostraba un tatuaje negro en forma de dragón. Apesar de estar a finales de Septiembre, desafiaba al clima con una playera sin mangas de color negro medianoche.
Ryvan tosió cuando el humo ácido se coló en sus pulmones. Ansioso por alejarse del olor y los tipos desagradables se dirigió hacia el otro lado del camino pero, por suouesto, ellos lo notaron.
—¡Hey! ¡Leander! Es ese cabrón de nuevo.
Colton dijo antes de voltear hacia Ryvan.
—¿Qué estás viendo mocoso? —escupió en el suelo. —Sabes, no me agradan los niños ricos.
Ryvan tragó saliva y sujetó con fuerza su mochila de negocios Saffiano de cuero.
—Creo que la zona designada para fumadores está por ahí.
Señaló un área más allá de unos árboles.
—Ahora, si me disculpan, tengo una reunión que atender.
—¡Reunión mis cojones!
Colton dejo caer la colilla de su cigarrillo en el suelo.
—Te crees mucho, ¿no? ¿Por qué no vienes conmigo por un segundo?
Ryvan estaba a punto de declinar cuando Colton puso su brazo alrededor de sus hombros. No pudo evitar torcer la nariz ante el olor del humo de cigarro y el hedor der sudor.
—No tienes por que ser tímido.
El bruto lo llevó a un pequeño callejón entre el Departamento de Administración y el edificio adyacente, donde ni la luz del sol lograba meterse. Unas hierbas habían crecido penosamente a través del pavimento que apestaba a cerveza y orín.
—Realmente tengo que irme.
Ryvan dijo, aunque sabía que era inútil. La molestia en su estómago volvió, solo que mil veces más fuerte. Sabiendo que no habrían ni algún salvador ni testigos más que los dientes de león marchitos, que difícilmente hablarían en su favor. Mientras todavía estaba considerando sus nulas opciones, sintió un dolor que sacudió su cabeza y fue arrojado hacia atrás por la fuerza del impacto del puño de Colton. Su sangre salpicó su camisa. El puñetazo había sido tan rápido que ni siquiera lo vio venir.
Aunque para un peleador con experiencia él era solo un saco de práctica, Ryvan no sintió miedo y todos sus nervios desaparecieron. Su corazón comenzó a latir con rapidez y sus sentidos se agudizaron. De repente pudo percibir el aroma de la tierra del bosque, casi lo podía probar, y ver cada movimiento de sus atacantes con suma claridad.
¿Qué harían a continuación? Tal vez podría esquivar y contraatacar. Aún si sus oponentes eran más grandes que él, seguramente se le presentarían una oportunidad.
Pero Colton y su amigo parecían ya haberse aburrido.
—Un golpe es todo lo que este cabrón puede aguantar.
El tipo con el tatuaje comentó con una expresión de decepción en el rostro.
—Supongo que este lugar sí es diferente de nuestra casa.
—Este lugar es nuestra nueva puta casa, Leander. Violencia no nos llevará muy lejos aquí.
Colton respondió con la misma expresión que la de su amigo. Leander le dedicó una mirada asesina.
—¡No me toques los huevos, tú acabas de usar tu puño!
El repentino cambio de atmósfera tomó a Ryvan por sorpresa. A pesar de que el golpe había sido fuerte, todavía estaba de pie y dispuesto a pelear. Pero los bravucones ya lo habían dejado como a un juguete roto.
En sus diecinueve años de vida nunca nadie se había atrevido a ponerle una mano encima, solo con mencionar su nombre le bastaba para convertir a cada enemigo en un amigo. Pero eso no iba a funcionar en Fairlight, y Ryvan así lo quería. Estaba casi agradecido con Colton por no haberlo tratado de forma especial. Si tan solo fuera más fuerte, si tan solo pudiera defenderse.
Finalmente la adrenalina se detuvo y Ryvan sintió que sus rodillas se debilitaron. El sangrado ya se había detenido pero el dolor seguía incrementando en intensidad. Con la mente más clara Ryvan se dio cuenta de que Colton debió de haberse contenido, de lo contrario habría terminado con huesos rotos y un viaje al hospital.
—¿Estás bien?
Alguien le preguntó.
—¿Fue obra de Colton y Leander?
Taren. ¿Por qué de entre todo el mundo tenía que ser él? Hubiera estado agradecido con cruzarse con cualquier otro pero frente al Cuervo, sintió solo vergüenza.
—Estoy bien, no es nada.
Ryvan respondió tratando, y fracasando, de imitar el tono despreocupado de Taren.
—¿Nada?
Taren preguntó con interés.
—Tienes sangre en tu camisa.
Aunque tuviera razón su modo era irritante.
—Es salsa de tomate.
Ryvan insistió. Se trataba de una mancha del tamaño de una uña que sólo sobresalía debido al color crema de su camisa de cachemira. Taren no lo discutió.
—¿Lo es? Entonces también tienes salsa de tomate en tu rostro. No pudo haber sido tan malo ya que puedes estar de estar de pie.
—No estuvo mal.
Ryvan respondió. ¿Qué tan débil pensaba Taren que era?
—Fui mi primera pelea... Fue liberador.
—Aunque no fue una verdadera pelea, ¿no?
El Cuervo encogió los hombros. Aunque no había visto lo que sucedió, Taren era probablemente capaz de predecir el resultado de del encuentro debido a la obvia diferencia en sus físicos.
—Como sea, solo no reportes a esos dos imbéciles. Están teniendo dificultades para adaptarse.
Sus ojos frío lo hacían parecer un gangster sin emoción, pero Ryvan tuvo que admitir que Taren parecía preocuparse profundamente por sus amigos.
—No planeo reportarlos pero mis padres se van a enterar cuando vean la sangre.
Su aventura en Fairlight probablemente acabaría tan pronto como la servidumbre de la familia, o los miembros de la junta directiva, le pusieran encima la vista.
—¿Vives con tus padres?
Taren no esperó por una respuesta.
—Ven conmigo. Arreglaré tu camisa y podrás lavarte.
Aún tenía la reunión pero no podía ir con manchas de sangre en su ropa y rostro. Y Ryvan era mucho más intrigante que los hombres sosos y trajeados de mediana edad...
El olor del callejón se aferró a su ropa incluso después de que siguió a Taren hacia el área residencial. En el campus ya se sentía como pez fuera del agua pero al saber que su Eau de Perfum no podía desafiar la fragancia llamada "mingitorio callejero" lo hizo sentirse aún más consciente de sí mismo. En cambio a Taren parecía no importarle.
—He olido peores.
Dijo sin inmutarse a medida que pasaban los tres dormitorios grandes, bloques modernos y amplios casi tan altos como la biblioteca.
—Pensé que vivías en el campus, ¿me equivoco?
Ryvan preguntó, tenía curiosidad por saber a dónde se dirigían. Taren no respondió, ni siquiera cuando recorrieron un pequeño sendero que se alejaba del camino y terminaba en un edificio ruinoso. Era mucho más pequeño que los dormitorios, y estaba en un mucho peor estado. La pintura se estaba cayendo, un par de ventanas estaban rotas y la puerta principal no cereaba.
Ryvan levantó una ceja pero no dijo nada, incluso cuando entraron a un corredor mojado que llevaba al apartamento de Taren. La puerta estaba sujeta apenas por una visagra y estaba demasiado oscuro como para siquiera decir de qué color era.
El pasillo más allá de la puerta no estaba en mejor estado; un foco solitario fracasaba miserablemente en proveer con luz necesaria.
—Colton y Leander viven en el piso de arriba. Fueron a la biblioteca así que estás a salvo por ahora.
Taren explicó, su voz resonó en el pasillo. Por el sonido del tintineo metálico Ryvan supo que estaba buscando sus llaves mientras hablaba.
—Aunque parece que realmente te gusta ser un saco de boxeo.
—No hay necesidad de burlarse.
Ryvan se quejó débilmente mientras seguía a Taren para entrar a su cuarto. En contraste con el pasillo estaba bien iluminado gracias a una gran ventana en mirador. La mirada de Ryvan recorrió el mobiliario desgastado por el uso, una cama, un escritorio y un armario desprovisto de objetos personales. Se preguntó cómo se sentía vivir ahí, un estudiante ordinario con un cuarto ordinario.
—Tu camisa.
Ryvan sintió como sus mejillas se sonrojaron al mismo tiempo que el otro estudiante lo observaba con expectación. ¿Se suponía que debía cambiarse enfrente de él?
—Ten.
Taren le arrojó una de sus camisas de color similar. Entonces señaló hacia una puerta pequeña que probablemente conducía al baño.
—No voy a mirar. No te preocupes, lo mío son las tetas.
A Ryvan no se le escapó el tono burlón. Evidentemente el Cuervo lo estaba tundiendo al igual que sus amigos bravucones habían hecho, solo que con palabras en lugar de golpes. Sintió vergüenza de haber perdido en ambos casos.
Para cuando había terminado en el baño Taren ya estaba de vuelta con su camisa.
—La maldita mancha no se quitó. La arrojaré a la lavadora y te la regresaré después. Sigue usando la mía.
Ryvan asintió. La camisa de Taren no era tan cómoda como la suya, sin mencionar que la obvia diferencia en calidad, pero por lo menos era de una talla similar.
—Ya que estás aquí, dime cuál es tu secreto.
El Cuervo dijo de forma repentina, sus manos en su cintura.
—Com tus modismos y tu ropa de diseñador, tú claramente no eres un estudiante ordinario. ¿Quién eres?
Por un segundo Ryvan sintió que su corazón se detenía. Se congeló mientras millones de pensamientos le cruzaron la mente al mismo tiempo. ¿Ya había visto Taren a través de él? ¿Cuál era su plan? El Cuervo estaba entre él y la puerta, no había manera de que pudiera escapar.
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